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El curioso origen del ‘vademécum’

Conocemos como ‘vademécum’ al libro (normalmente voluminoso) en el que viene especificado todas las composiciones químicas, así como sus propiedades e indicaciones, de todos los medicamentos que se comercializan o elaboran y las enfermedades existentes y que es frecuentemente consultado por profesionales sanitarios (médicos, farmacéuticos…).

El curioso origen del ‘vademécum’

El origen etimológico del término ‘vademécum’ lo encontramos en la unión de los vocablos latinos ‘vade’ (va, viene, ven, camina, anda) y ‘mecum’ (conmigo) y su significado literal era ‘que va/viene conmigo’, haciendo referencia a un pequeño cuaderno o librito que muchos profesionales (de cualquier disciplina) llevaban consigo.

Se trataba de un cuadernillo que servía tanto para consultar datos específicos y relacionados con su oficio como para ir anotando todo lo concerniente al desempeño del mismo.

También podemos encontrar que varios siglos atrás se denominaba como vademécum a algunos pequeños ejemplares que los feligreses llevaban consigo y en el que iban anotadas algunas oraciones.

A partir de la Revolución Industrial, de mediados del siglo XVIII, se le llamó de ese modo a los manuales con las instrucciones específicas en el manejo y funcionamiento de las primeras máquinas que llevaban consigo algunos trabajadores y operarios.

Llamado vademécum (y aún de ese modo lo recoge el diccionario de la RAE en su edición actual) era el cartapacio en que los niños llevaban sus libros y papeles a la escuela. Ese mismo significado se le dio al término en su primera aparición en el diccionario oficial (Diccionario de Autoridades de 1739), en el que a ‘vademécum’ se le daba inicialmente la acepción de ‘Lo mismo que vade’ y a éste vocablo el ya explicado y relacionado con la carpeta de los estudiantes.

El cuaderno vademécum era portado por todo tipo de profesionales, pero con el tiempo acabó relacionándose, casi exclusivamente, con el libro de consulta médica y farmacéutica de medicamentos y enfermedades, habiéndose convertido en un libro voluminoso e incluso de varios volúmenes y, por tanto, perdiendo el sentido original del término (llevarlo encima).

 

 

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¿De dónde surge llamar ‘carné’ a un documento de identidad?

Se conoce como ‘carné’ al documento expedido a nombre de una persona y a través del cual esta puede identificarse oficialmente ante alguien. Hoy en día suelen ser todos del mismo tamaño, teniendo una medida aproximada a la de una tarjeta de visita o bancaria.

¿De dónde surge llamar ‘carné’ a un documento de identidad?

Pero a lo largo de la historia esa acreditación ha tenido numerosas formas, encontrándonos que, antiguamente, los documentos que se expedían eran unas cédulas o cuartillas que se doblaban en cuatro partes.

De ahí proviene la etimología del término ‘carné’, la cual nos llegó desde el francés ‘carnet’ y que hacía referencia a un pequeño cuaderno de bolsillo que solía llevarse encima para realizar apuntes. Este cuaderno no era más que una hoja con cuatro pliegues.

El idioma francés recibió el vocablo desde el latín ‘quaternio’ (cuaderno) y éste de ‘quater’ (cuatro veces).

 

 

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El curioso origen de la expresión ‘Leer la cartilla’

El curioso y militar origen de la expresión ‘Leer la cartilla’

Se conoce como ‘leer la cartilla’ (e incluso también se conoce la expresión como ‘cantarle a uno la cartilla’) al acto de reprender a alguien y advirtiéndole sobre lo que debe hacer en algún asunto, normalmente porque ha hecho algo incorrecto o se ha saltado alguna norma.

Al contrario de lo que muchas personas piensan, la cartilla a la que se refiere la expresión no es el cuaderno con el que los niños aprenden a leer y escribir ni tampoco se refiere a la libreta bancaria en el que se anota el saldo de una cuenta de ahorro, sino a un tratado en el que venían impresas las normas de comportamiento y obligaciones de un cuerpo militar.

El hecho de leerle la cartilla a alguien era específicamente recordarle cuáles eran las normas del cuerpo y/o cuartel debido a que las habría incumplido por algún motivo.

Algunas fuentes indican  que dicha locución comenzó utilizándose en la Guardia Civil, debido a que su fundador (duque de Ahumada) encargó en 1844 elaborar un reglamento militar que inculcase a los futuros guardias los valores del cuerpo y al que se llamó ‘cartilla’, pero existe constancia de escritos en los que ya se mencionaba dicha expresión dos siglos antes de crearse el cuerpo de la Benemérita, entre ellos en la obra del año 1624 ‘El donado hablador: Vida y aventuras de Alonso, mozo de muchos amos’ una novela picaresca escrita por Jerónimo de Alcalá Yáñez y Ribera:

[…] nos fuimos los dos a la posada, y en el camino me leyó la cartilla de lo que había de hacer […]

 

 

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Fuentes de consulta: archive.org / liceohispanico / etimologias.dechile / muyinteresante / Rae
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El curioso e histórico origen del término ‘Mamotreto’

El curioso e histórico origen del término ‘Mamotreto’

Suele utilizarse el término ‘mamotreto’ para referirse a algo (armatoste) que resulta un estorbo debido a su gran tamaño y peso, además de la poca utilidad que se le puede dar (habitualmente a cierto tipos de libros muy voluminosos pero insustanciales en su contenido). Algunos ejemplos de expresiones en los que se puede usar este vocablo son: ‘A ver cuándo me quitas este mamotreto de enmedio que no nos podemos ni mover’, ‘El último libro que me he comprado además de aburrido es un mamotreto que no me cabe en ningún estante del mueble’.

En su origen este término nada tenía que ver con objetos o libros sino con personas: aquellos niños que crecían grandes y rollizos. Y es que se tenía la convicción de que este tipo de niños salían así porque habían sido criados por sus abuelas o, mejor dicho, malcriados, pues se creía que aquellas que se ocupaban a la crianza de sus nietos les daban excesivamente de comer (de ahí que estuvieran regordetes) y les permitían todo tipo de caprichos (por lo que solían salir bastante vagos e inservibles para cierto tipo de labores cuando se hacían adultos).

Durante la Edad Media hubo una gran producción literaria en la que se escribieron libros que tenían una larga extensión y eran de gran volumen, motivo por el que se les acabó llamando mamotreto.

Este término se acuñó en la Antigua Grecia a raíz del vocablo ‘mammóthreptos’ (μαμμόθρεπτος) cuyo significado literal era ‘criado/alimentado por su abuela’ (mámme: abuela – thretos: criar). De ahí pasó al latín tardío ‘mammothreptus’ y posteriormente se extendió a otros idiomas con influencia latina.

En castellano la palabra mamotreto se registró por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1734 y donde se le dio como única acepción a este término: ‘El libro o quaderno que sirve para apuntar y annotar las cosas, que se necessitan tener presentes para ordenarlas después’.

 

 

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Fuentes de consulta: Diccionario de Autoridades de 1734 / Fundeu / etimologias.dechile / Rae
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