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¿Sabías que en la antigüedad creían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón?

El cerebro es posiblemente la estructura más compleja de nuestro organismo y del que todavía no se conoce totalmente todas sus funciones y capacidades. Sabemos que es el encargado de transmitir una serie de mensajes al resto de nuestros órganos (a través de múltiples y diversos estímulos)  y que es el responsable de hacernos razonar, pensar y recordar.

¿Sabías que en la antigüedad crecían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón?

Y es precisamente a partir de esta última función (tirando del hilo de su etimología) de lo que quiero hablar hoy en este post.

Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón [Eduardo Galeano]Tal y como decía Eduardo Galeano en su famosa y multicompartida cita: ‘Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón’. No le faltaba razón al célebre escritor uruguayo, debido a que ese es el origen exacto de dicho término, pero debo hace una puntualización sobre el mismo.

En la antigüedad (en las civilizaciones como la Antigua Roma y Grecia) se tenía el convencimiento de que el órgano encargado de hacernos pensar, sentir y recordar estaba situado en el pecho, o sea, era el corazón y no el cerebro.

Por tal motivo existen tantos vocablos que hacen referencia al corazón, entre ellos ‘recordar’. Pero el sentido original del mismo para referirse al acto de evocar algo ya sucedido no lo implicaban como un sentimiento sino como algo que provenía de la mente (situada, según los antiguos, en el pecho). Así pues, ese ‘volver a pasar por el corazón’ que alude la etimología del término recordar/recuerdo a lo que hacía alusión original y realmente era a ‘volver a pasar por la mente’, la cual se encontraba en el corazón.

Otras palabras como ‘acordar’, ‘desacuerdo’, ‘concordia’, ‘discordia’, ‘cordialidad’ o ‘concordato’ provienen de la misma raíz ‘cordis’ (corazón).

 

 

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Fuente de las imágenes: publicdomainpictures / creatufrase

¿Por qué para saludar nos estrechamos la mano derecha?

¿Por qué para saludar nos estrechamos la mano derecha?

Es costumbre habitual que al saludar a alguien, ya sea un conocido, o al ser presentados a una persona, estrechemos su mano, habitualmente la mano derecha.

Antiguamente cuando era práctica usual el ir armado, llevando la espada en el lado izquierdo y desenvainando con la mano derecha, el hecho de ofrecer tu mano derecha abierta a otra persona ponía de manifiesto que no era tu intención el atacarla empuñando un arma y se consideraba como un gesto de buena voluntad. Si uno de los dos contrincantes era zurdo y, por lo tanto, llevaba su espada en el lado derecho, la mano que ofrecía era la izquierda.

Una ofrenda de paz y concordia que si era admitida por la otra persona hacía el mismo gesto y acababan juntando sus palmas en un fuerte y contundente apretón de manos (algunas culturas y civilizaciones en lugar de juntar y apretar sus manos se cogían por la muñeca).

Evidentemente, siempre ha habido ‘tramposos’ a lo largo de la Historia y algunas ocasiones han sido en las que mientras uno estaba haciendo la ofrenda de paz con su mano desarmada el otro (que era ambidiestro) aprovechaba para traicionarlo sacando la espada con la mano que su interlocutor no se esperaba.

Con el tiempo el amigable gesto de ofrecer la mano y estrechársela se ha estandarizado como saludo a la hora de ser presentados, como bienvenida, despedida y como simbólico gesto para cerrar un trato o negocio.

 

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Fuente de la imagen: Yoel (morguefile)