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¿Sabías que el ‘wasabi’ que sirven en el 95% de los restaurantes del planeta es un sucedáneo?

El ‘wasabi’ es una pasta de color verde que se obtiene de la ralladura del tallo de la planta conocida como wasabia japonica (o eutrema japonicum), cuya característica es el picante de su sabor (que apenas dura en el paladar y que se nota, sobre todo, de forma nasal) y que se sirve para acompañar un amplio surtido número de platos de la cocina asiática (especialmente japonesa) entre ellos pescado y algunas carnes, poníendose enormemente de moda en los últimos años al servirse junto al ‘sushi’.

¿Sabías que el ‘wasabi’ que sirven en el 95% de los restaurantes japoneses del planeta es un sucedáneo?

No a todo el mundo le gusta el sabor que deja en el paladar y muchas son las personas que, a la hora de hacer su comanda, piden que no se les sirva acompañada de wasabi, para evitar que el contacto de este potente condimento dejé su peculiar sabor a los alimentos que deben ingerir.

Pero, en realidad, se calcula que tan solo un 5% del wasabi que se sirve en los restaurantes japoneses (o de comida asiática) de todo el planeta proviene realmente de la raíz de la planta wasabia japónica. El 95% restante es un sucedáneo, el cual está realizado con rábano picante y granos de mostaza rallados y a los que se les añade un colorante alimentario (o polvo de hojas de espinacas) que proporciona a la mezcla el característico color verde (que en el wasabi verdadero es de un tono menos intenso)

Además de la diferencia en la apariencia, un experto en este condimento podría detectar rápidamente la diferencia entre el verdadero y el sucedáneo, debido a que el picor del wasabi auténtico es más nasal y dura poco tiempo en el paladar y, sin embargo, el de imitación puede repartir el picante por toda la boca y llegar a provocar incluso sudores fríos.

¿Sabías que el ‘wasabi’ que sirven en el 95% de los restaurantes japoneses del planeta es un sucedáneo?Otra de las diferencias entre el wasabi y el sucedáneo que nos sirven es que el característico sabor del verdadero tan solo tiene una vida de unos diez minutos (máximo un cuarto de hora) y pasado ese tiempo ya no sabe igual. Por tal motivo, en la inmensa mayoría de restaurantes japoneses en los que sirven el original la raíz es rallada en el mismo momento de ir a servir al comensal. La pasta se consigue realizando un movimiento circular en el sentido de las agujas del reloj sobre un rallador de piel de tiburón, el cual tiene una rugosidad especial idónea para rallar la raíz y que permite conservar las propiedades gustativas y olfativas.

La planta wasabia japónica es originaria de Japón, necesita una gran cantidad de agua y es muy difícil que su cultivo se encuentre fuera del país asiático debido al alto coste que tiene. Un kilogramo de esta raíz puede rondar en el mercado un precio superior a los 150 euros, de ahí que la inmensa mayoría de restaurantes opten por servir un sucedáneo.

 

 

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Fuentes de consulta: bbc / mentalfloss / cityfarmer / washingtonpost
Fuentes de las imágenes: maxpixel / Wikimedia commons

¿Conoces el origen de los famosos palitos de ‘surimi’? (y no, no llevan cangrejo)

¿De dónde proceden los famosos palitos de ‘surimi’?

Desde hace poco más de una década el surimi (o palitos de cangrejo, como también es conocido) se ha convertido en un elemento común en nuestra cocina, siendo incorporado en diversos platos, pero sobre todo en ensaladas.

A pesar de que en occidente su popularidad se alcanzó recién iniciado el siglo XXI cabe destacar que fueron inventados en 1969 y que, desde entonces, ya era muy común en muchas cocinas (sobre todo asiática).

El surimi se basa en distintas partes de diferentes pescados con los que se hace una masa tras picarlo muy fino (de hecho, el significado del término surimi es literalmente ‘carne picada’) y su proceso ya se utilizaba hace casi un milenio en la cocina japonesa.

Pero tal y como lo conocemos hoy en día, el surimi fue el resultado de una campaña realizada por el ‘Instituto Pesquero Experimental’ de Hokkaido (Japón) en el que se buscó en la década de 1960 una solución para dar salida a ciertos pescados que eran poco consumidos. Gracias a la idea de Nishitani Yōsuke se consiguió hacerlo procesándolo como hace casi mil años ya hacían sus antepasados.

El proceso del surimi consiste en desmenuzar diferentes pescados y hacer una pasta gelatinosa con todo ello, a la que se le añade varios aditivos, azúcar, proteína de soja, sorbitol, sal y una buena cantidad de glutamato monosódico (un potente aditivo alimentario muy utilizado en la cocina oriental y que en los últimos años también está siendo muy usada en occidente).

Después tan solo queda darle la forma: en barritas son los conocidos ‘palitos de cangrejo’ y como imitación de la langosta o las angulas (las famosas gulas), en definitiva todo es el mismo producto con diferente formas y a los que se le añade un aditivo u otro para potenciar más o menos su sabor.

El característico color rojo o naranja que aparece en el surimi está hecho con pimentón, con los colorantes alimentarios conocido como ‘tartrazina’ (E-102) o  carmín de cochinilla (E-120).

 

 

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons

El curioso negocio que hay tras las cáscaras de cacahuete recicladas

El curioso negocio que hay tras las cáscaras de cacahuetes recicladasMillones son las toneladas de cacahuetes que anualmente se consumen en todo el planeta, generando estos unas cantidades desorbitantes de desechos en forma de cáscaras que habitualmente son lanzadas al suelo o la basura.

Normalmente cuando los cacahuetes son consumidos en casa acaban siendo recogidos por uno mismo y se tiran al cubo de la basura, pero el problema viene cuando éstas son tiradas al suelo en los estadios o instalaciones deportivas en el que han acudido miles de personas que los consumen.

El curioso negocio que hay tras las cáscaras de cacahuetes recicladasSe calcula que cerca de medio millón de toneladas de cáscaras de cacahuete son las generadas anualmente en ese tipo de lugares, por lo que el gasto que siempre se ha generado en recogerlo y deshacerse de él ha sido astronómico.

Hasta que a alguien se le ocurrió la brillante idea de dar una segunda vida a todas esas cáscaras desechadas que ayudase a respetar el medio ambiente, redujese los costes de recogida que generaba y que encima pudiese dar algún beneficio económico.

Tras investigar cuáles podrían ser las vidas útiles para las cáscaras de cacahuete tras ser recicladas han surgido un buen número de negocios que se encargan de recoger los desechos de los estadios, instalaciones deportivas, bares y otros lugares de consumo para después reciclar y vender como alimento para el ganado o animales de corral, abono orgánico (compost), material para hacer ladrillos ecológicos, combustible (biomasa) e incluso detergente (entre otras muchas utilidades que se les puede dar).

Aquellos que se dedican al curioso negocio que hay tras las cáscaras de cacahuete recicladas no facilitan cifras exactas de cuáles son las ganancias económicas que genera y aunque tímidamente dicen que apenas da para cubrir gastos, muchos son los expertos que aseguran que en realidad da unos pingües beneficios similares a los de otros productos derivados del reciclaje.

Cabe destacar que, aparte de los beneficios y negocios que se puedan crear en torno a esa segunda vida que se le da a las cáscaras de cacahuete, también hay que tener en cuenta todo el comercio que hay alrededor de la semilla en sí: la famosa mantequilla de cacahuete tan popular en Norteamérica, aceite, champús, jabones, biocombustible, colorante alimentario, insecticidas, pegamento, etc

Para finalizar y como nota curiosa, queda añadir que la ‘araquibutirofobia’ es el miedo irracional que sienten algunas personas a que las cáscaras de cacahuete o la mantequilla hecha con este producto se les pegue en el paladar.

 

 

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Fuentes de las imágenes: publicphoto / athleticbusiness