A todo el mundo le ha pasado alguna vez: la conferencia es un poco aburrida o el viaje en tren no se acaba nunca. Uno cada vez va estando más cansado hasta que, al sentarse, se queda dormido. Entonces ocurre lo de siempre cuando pasamos del estado de vigilia al de sueño: nuestra musculatura se relaja y con ella también lo hace nuestro cuerpo. En circustancias normales, uno se acuesta para dormir y no surge ningún problema. Pero si estamos sentados o de pie, al ceder el aparato de sostén de la cabeza, ésta cae hacia delante, hacia detrás o a un lado. Esto se interpreta como un mecanismo de protección del cuerpo, ya que la posición normal del sueño es horizontal. Suele bastar con enderezar la cabeza caída para volver a ahuyentar el sueño. Sólo se mantiene ese efecto de somnolencia si se engaña al organismo a base de sostener la cabeza del durmiente o si la persona afectada adopta una postura ligeramente recostada.