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¿Qué diferencia hay entre ‘ironía’ y ‘sarcasmo’?

A través de mi perfil @yaestaellistoquetodolosabe2 en la red social Instagram me preguntan qué diferencia hay entre ‘ironía’ y ‘sarcasmo’.

¿Qué diferencia hay entre ‘ironía’ y ‘sarcasmo’

La ironía y el sarcasmo son dos formas de lenguaje figurado que se utilizan para expresar un significado opuesto al literal. Aunque a menudo se utilizan de manera intercambiable, ambas cosas tienen diferencias sutiles en su significado y su uso, no siendo siempre sinónimas.

La ironía es una figura retórica en la que se dice una cosa pero se entiende otra. Por ejemplo, si alguien dice ‘¡Qué calorcito hace hoy!’ en medio de una nevada, está siendo irónico, ya que lo que realmente quiere decir es lo contrario, es decir que hace un día de mucho frío.

La ironía se utiliza para expresar una opinión contraria a la expresada, para mostrar una situación cómica o para exponer una verdad a través de una mentira. Un ejemplo de ironía en literatura es en la obra «La importancia de llamarse Ernesto» de Oscar Wilde, el personaje principal cambia su nombre por el de Ernesto para causar una impresión favorable, pero en realidad se llama Jack.

Por su parte, el sarcasmo es una forma de ironía que se utiliza para criticar o ridiculizar a alguien o algo mediante la exageración. El sarcasmo implica un tono de burla o desdén hacia el objeto o persona a la que se refiere. Por ejemplo, si alguien te dice ‘¡Qué bien lo has hecho!’ después de que hayas cometido un error, está siendo sarcástico, ya que lo que realmente quiere decir es que lo hiciste mal.

El sarcasmo se utiliza a menudo para criticar de manera divertida, mordaz (a veces despiadada) y para mostrar una actitud cínica hacia la vida.

 

 

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¿Sabías que en la antigüedad creían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón?

El cerebro es posiblemente la estructura más compleja de nuestro organismo y del que todavía no se conoce totalmente todas sus funciones y capacidades. Sabemos que es el encargado de transmitir una serie de mensajes al resto de nuestros órganos (a través de múltiples y diversos estímulos)  y que es el responsable de hacernos razonar, pensar y recordar.

¿Sabías que en la antigüedad crecían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón?

Y es precisamente a partir de esta última función (tirando del hilo de su etimología) de lo que quiero hablar hoy en este post.

Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón [Eduardo Galeano]Tal y como decía Eduardo Galeano en su famosa y multicompartida cita: ‘Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón’. No le faltaba razón al célebre escritor uruguayo, debido a que ese es el origen exacto de dicho término, pero debo hace una puntualización sobre el mismo.

En la antigüedad (en las civilizaciones como la Antigua Roma y Grecia) se tenía el convencimiento de que el órgano encargado de hacernos pensar, sentir y recordar estaba situado en el pecho, o sea, era el corazón y no el cerebro.

Por tal motivo existen tantos vocablos que hacen referencia al corazón, entre ellos ‘recordar’. Pero el sentido original del mismo para referirse al acto de evocar algo ya sucedido no lo implicaban como un sentimiento sino como algo que provenía de la mente (situada, según los antiguos, en el pecho). Así pues, ese ‘volver a pasar por el corazón’ que alude la etimología del término recordar/recuerdo a lo que hacía alusión original y realmente era a ‘volver a pasar por la mente’, la cual se encontraba en el corazón.

Otras palabras como ‘acordar’, ‘desacuerdo’, ‘concordia’, ‘discordia’, ‘cordialidad’ o ‘concordato’ provienen de la misma raíz ‘cordis’ (corazón).

 

 

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¿De dónde surge la exclamación ‘¡diantres!’?

¿De dónde surge la exclamación ‘¡diantres!’?

Normalmente, cuando se utiliza término ‘diantre’, se hace a modo de exclamación y, sobre todo, como eufemismo (forma de aludir a algo sin necesidad de decir una grosería o blasfemar). Un ejemplo de su uso es: ‘¡¿Pero qué diantres ha pasado aquí?!’.

En sus orígenes se comenzó a utilizar el vocablo ‘diantre’ para sustituir a palabras como ‘diablo’ o ‘demonio’, debido a que antiguamente se tenía el convencimiento (superstición) que si se nombraba al maligno algo malo podría ocurrir, de ahí que se buscara un término con el que referirse a él sin tenerlo que mentar.

Diantre llegó al castellano desde el francés de exacta grafía y significado (la primera aparición del término en legua francesa es del siglo XVI). El vocablo no dejaba de ser una alteración de la palabra ‘diable’ con el mismo propósito eufemístico con el que en nuestra lengua se utiliza.

Cabe destacar que este caso de eufemismo es muy similar al de la utilización del término ‘¡pardiez!’, usada para sustituir la exclamación ¡por Dios!, tal y como os expliqué hace un tiempo en este otro post: https://blogs.20minutos.es/yaestaellistoquetodolosabe/de-donde-surge-la-exclamacion-pardiez

 

 

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