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¿Es la novela histórica una herramienta útil para el aprendizaje y la educación?

Aula de una universidad (EFE)

Aula de una universidad (EFE)

¿Es la novela histórica una herramienta para el aprendizaje de la Historia? Es una cuestión que puede dar para horas y días de largo debate. Seguramente, muchos tendremos opinión, pero hoy prefiero contaros la experiencia del profesor de la Universidad de Granada, Andrés Palma, del departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Granada, que imparte clases en los grados de Maestro de Educación Primaria e Infantil… y usa la novela histórica como recurso.

Allá por el mes de noviembre, no sé si recordaréis, os hablé de las Jornadas de novela histórica de Granada (en las que participan Blas Malo, que hace poco nos escribió sobre Lope de Vega y Carolina Molina, escritora y una de las coordinadoras de la antología Cervantes tiene quien le escriba). En su programa, una de las mesas que más me llamó la atención fue la del profesor Palma sobre la novela histórica como herramienta didáctica.

«Todo empezó como un juego», me explica Palma el uso de la narrativa histórica con sus estudiantes universitarios. A él le gustaba la novela histórica como pasatiempo, pero después descubrió su efecto motivador. «Se ve que la Historia aburre, que parece algo lejano… pero cuando a la gente le metes en una trama y esa trama engancha, y además aprenden, les motiva. Y para mi ese fue el descubrimiento», relata. «Cuando vi su eficacia, le di un formato más serio y lo planteé a la universidad como un proyecto de innovación».


Se ve que la Historia aburre, que parece algo lejano… pero cuando a la gente le metes en una trama y esa trama engancha, y además aprenden, les motiva


«Lo más curioso es que esto no lo hace nadie», explica este educador, sorprendido porque «los historiadores no se acaban de fiar de la novela y los mismos escritores dicen que sus obras son expresión de su creatividad y no un documento histórico que puede ser riguroso. Los unos por los otros, la novela se queda en tierra de nadie. Y creo que bien usada, puede funcionar».

¿Cómo estaría bien usada? «El único problema es elegir el material. Seleccionar una novela cada año, cosa que llevo haciendo seis años, me supone leerme seis o siete. Tengo que definir el periodo con el que quiero trabajar». Este profesor repasa sus criterios: que no distorsionen la Historia, que sean de periodos desconocidos por los alumnos (por eso no trabaja la Guerra Civil, que dice está «muy machacada») y la extensión («no puedo mandarles una novela de mil páginas que se les caiga de las manos»). «Novelas bien fundamentadas históricamente, en las que el autor no delire, que esté bien escrita, que trate una época diferente y que tenga la extensión justa, no hay tantas», afirma.


Novelas bien fundamentadas históricamente, en las que el autor no delire, que esté bien escrita, que trate una época diferente y que tenga la extensión justa, no hay tantas


«Mi trabajo es como el del novelista, pero al revés», explica este profesor que forma a futuros maestros. «Alguien que escribe una novela, primero se documenta para no decir tonterías. Yo hago el proceso inverso, es como un juego virtual. Metes al alumno en la trama y comienzan a descubrir cosas«. Y pone un ejemplo, «la última novela con la que he trabajado es una ambientada en la segunda mitad del siglo XIX, en Granada. Cuando los alumnos descubren que hay espacios que conocen, vivos, que han cambiado, ocurre algo mágico, son conscientes del cambio. Para mí, es la enseñanza entendida como algo dinámico y a los alumnos se les mete dentro de esa dinámica».

Y sus alumnos, ¿cómo reaccionan? «El tipo de alumno mío, de unos veinte años, ha leído a Harry Potter, El señor de los anillos, la saga de los vampiros y, excepto los más curiosos, no han leído nada más«, describe a sus pupilos el profesor Palma. «Siempre reaccionan igual: cuando se lo planteas, generas rechazo. A medida que van entrando en el juego, el 99,99% lo valoran como algo muy positivo. Pasan del rechazo a la satisfacción total. No falla, y eso que es un trabajo pesado, tienen que leer y descomponer los capítulos… Algunos me dicen que seguirán leyendo novela histórica», dice con un tono que percibo como orgullo.


Pasan del rechazo a la satisfacción total. No falla, y eso que es un trabajo pesado, tienen que leer y descomponer los capítulos…


Comentamos también un asunto del que ya os hablé en su momento, la escasez de ficción histórica para públicos infantiles y juveniles. » El problema es que mis alumnos son futuros maestros de primaria y para niños de esas edades no hay relatos ni cuentos de este tipo. Alguno de mis alumnos, después de esta experiencia, se han planteado escribir relatos históricos para esas edades». Ojalá sea así.

«Al usar la novela histórica, mato dos pájaros de un tiro: genero interés por la lectura, que según los informes Pisa es uno de nuestros grandes problemas, y desarrollo los conocimientos de mi asignatura que son la historia, la geografía y el patrimonio». ¿A qué apetecería ir a una de sus clases?

¡Buenas lecturas!

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