Japón comienza la era Reiwa: un país solitario y vulnerable ante los retos del siglo XXI

Florentino Rodao, en Japón (cedida por el autor).

Este miércoles, día 1, Japón arrancará una nueva era: Reiwa (bella armonía, aunque podría tener otros matices). Coincidirá con la abdicación del emperador Akihito y la llegada al trono de su hijo Naruhito. Se convertirá así en el 126 emperador que ocupa el trono de Crisantemo y será la primera abdicación de un emperador desde que lo hiciera Kokaku en 1817. Japón, en un momento crucial, de expansión y recuperación, empieza simbólicamente un nuevo tiempo.

Me encuentro con Florentino Rodao (Madrid, 1960), profesor de la Universidad Complutense de Madrid e historiador especialista en Asia, que acaba de publicar un interesante y didáctico ensayo sobre la historia reciente y el Japón contemporáneo, La soledad del país vulnerable (Crítica, 2019). En esta obra, con bellos detalles de edición, encontramos un repaso a la historia del país nipón desde 1945 y varias claves sociales y políticas de aquel país.

Rodao nos adentra en las últimas décadas de Japón, en su recuperación tras las Segunda Guerra Mundial, su entrada en la modernidad, hasta llegar al desastre de Fukushima y hasta prácticamente hoy. En sus páginas, este catedrático nos muestra un país lleno de sorpresas para el observador externo, contradictorio, fascinante. Repasa, no solo su historia sino también su cultura, su sociedad y formas de vida, sus claves identitarias, cómo ha enfrentado su memoria histórica… Un país precursor, para lo bueno y para lo malo.

Rodao fue profesor del nuevo emperador en los años noventa: le dio clases de español antes de su visita a los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.  Y solo tiene buenas palabras para él: «Ojalá todos los alumnos fueran así, se lo estudiaba todo. Yo le decía al gran chambelán, que también sabía español, que las cazaba todas al vuelo». Naruhito es historiador, experto en aguas fluviales, habla inglés, francés, español, toca la viola…

Con él charlo sobre el momento que vive Japón, su libro y la fascinación que ese país nos produce a los occidentales en general, y a los españoles en concreto.

«Lo ha dicho el emperador: el país va a cambiar, y creo que tiene razón»

Desde la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial el papel del emperador nipón es puramente simbólico, ¿se parece pues a la del rey de España?

Se puede decir que los emperadores japoneses son los precursores de esa idea de de monarquía simbólica, así que sí, en cierto sentido así es. Sin embargo, las intervenciones del rey sobre corrupción o problemas territoriales que hemos visto aquí, serían impensables allí. En las cosas culturales sí que apoyan, o por ejemplo en temas como los desvalidos. Los papeles de ambas monarquías son parecidos, aunque quizá allí los emperadores estén algo más retirados de la sociedad.

Con este cambio de era y emperador, ¿se esperan nuevos aires?

El nuevo emperador ha dicho que quiere adaptar a su papel a los nuevos tiempos. Aunque es meramente simbólico, un cambio de era es un «año nuevo, vida nueva», pero a lo bestia. Allí se nota, porque los cambios de era normalmente son con muertes de emperadores o grandes catástrofes. Lo podríamos comparar a la muerte de Franco aquí, que coincidió con el envejecimiento de los franquistas, el auge de una nueva generación…

Así que, ¿vamos a notar cambios en la política japonesa?

No, no espero que cambie Shinzo Abe ni los políticos. Pero de alguna manera, la gente allí lo nota y lo aplica. Lo ha dicho el emperador: el país va a cambiar, y creo que tiene razón. Uno de sus grandes retos serán la actualización y la internacionalización.

En el epílogo de su obra, habla de los nuevos retos e hitos de Japón y señala los Juegos Olímpicos de 2020…

Sí, aunque lo van a tener complicado, porque los juegos del 64 les salieron muy bien. Es casi imposible repetir aquel éxito. Además, no tienen tanto apoyo como entonces: hay una gobernadora de Tokio que ha dicho públicamente que no quiere los juegos, etc. Pero lo van a intentar, porque quieren visualizar un renacimiento tras el terremoto y la tragedia nuclear.

El ministro portavoz del Gobierno de Japón, Yoshihide Suga, desvela el nombre de la nueva era de Japón: ‘Reiwai’. EFE

En su libro explica muy bien esas grandes paradojas de Japón. Para unas cosas tan visionario, tan avanzado, pero para otras, tan cerrado en sí mismo, donde conviven la tecnología punta con lo prototecnológico… Habla del síndrome Galápagos, por las desconectadas islas que visitó Darwin y que fueron decisivas para mostrarnos quiénes somos y de dónde vinimos…

De la sociedad japonesa podemos esperar y aprender muchas cosas. Pero otras no deberíamos, como la soledad. Los japoneses tienen un carácter insular, a veces comparado con el de Inglaterra, pero mucho más acusado: siempre han ido de solitarios. Decía Huntington que Japón era la única civilización totalmente separada de las demás. Yo lo que planteo es que hoy, por mucho que quieras, es inviable ir solo. Así que es interesante observar y estudiar hacia dónde va, porque quizá, más adelante, nosotros también nos enfrentemos a lo mismo. Porque de Japón podemos aprender mucho sí; pero van a aprender más ellos de los demás.

«Pasamos del dominio cultural de EE UU y quizá ahora sea tiempo de Oriente»

Muchos jóvenes españoles están fascinados por lo japonés…

Sí, y para mal en algunas cosas. El término digisexual, por ejemplo, las personas aisladas que solo tienen relaciones por internet; eso lo estamos copiando en Europa. En cambio hay cosas fascinantes suyas: su imaginación, el manga y cómo aúnan ahí su identidad pero casi sin querer, su saber trabajar en equipo… ¿Cómo será el mundo en 50 años? No lo sé, pero creo que, a pesar de muchas cosas que vemos hoy, habremos superado el concepto de nación y cada vez estaremos más unidos. Y Japón es el país que más difícil tiene unirse a los demás. Los ingleses van contra la historia con el brexit, pero, aún así, ellos están más conectados con el resto.

¿A qué achaca la pasión de los españoles por lo japonés?

Yo lo comprendo: lo japonés es muy diferente y muy cool. Son muy artísticos, la estética es llamativa, creativamente son muy buenos, saben mantener su identidad pero haciéndolo accesible. El mundo va girando: pasamos del dominio cultural de EE UU y quizá ahora sea tiempo de Oriente.

En un mundo cada vez menos bipolar, tras la Guerra Fría, Japón no ha sabido convertirse en una potencia influyente, pese a su milagro económico…

Efectivamente. Han aportado muchas cosas, pero no son influyentes, porque siempre han ido de solitarios, aunque marquen tendencias. Pero, fíjate, es una sociedad que pone mucho énfasis en la educación, pero en idiomas extranjeros están muy atrás; los coreanos, por ejemplo, están muy por delante en ese aspecto.

«Quizá debemos pensar que el siglo XXI empieza con Fukushima, un hito de los desastres Nat-Tech»

Algo que sí llama la atención es su solidaridad, como ante las tragedias, como Fukushima…

En eso sí que debemos aprender de ellos, aunque, por otro lado, esa confianza ciega en sus vecinos y compatriotas, su apoyo mutuo también explica su aversión al emigrante, con el que no comparten esa confianza ni sus pilares sociales. Ellos se fían solo entre ellos mismos. Pero su confianza en el país es asombrosa y, a veces, temeraria.

Aunque es un país tan tecnológico y teóricamente preparado ante las catástrofes, fija ahí la principal vulnerabilidad de Japón, ante el cambio climático y lo que viene…

Sí, es más común utilizar el término vulnerabilidad aplicado a países como Filipinas, pero a pesar de todo lo que es Japón, de lo avanzado que nos parece, el año pasado, en la temporada de lluvias murieron 230 personas. Por muy preparados que estén, contra el cambio climático solos no pueden luchar. Fíjate en Fukushima: los pequeños errores de la empresa TEPCO y la tragedia que provocaron. Y por ahí vienen los retos del futuro, piensa todo eso aplicado a unas pequeñas islas, muy densamente pobladas, etc.

¿No hay conciencia ecológica en Japón?

Sí, por supuesto, pero ¿hasta qué punto es suficiente? Allí siempre ha habido un sentimiento de respeto hacia la naturaleza: piensa que es un país muy pequeño, con mucha superficie montañosa donde viven cien millones de personas. Si cortas un árbol, debes plantar otro. Pero no vale con eso.

El capítulo del libro que más me ha costado construir es el de Fukushima. Porque pensaba en cuando, en el futuro, se mire el siglo XXI y se pregunten, ¿cuándo empezó ese siglo? Habrá que gente que diga que con el 11-S y el hiperterrorismo; otros que con el euro; pero yo pienso que quizá debamos pensar también en Fukushima que es un hito de los desastres Nat-Tech, del desastre natural cuyo efecto se multiplica por el efecto del hombre. Como símbolo de los nuevos tiempos y los nuevos retos que vienen, me parecería que al menos deberíamos reflexionar sobre ello.

«Los japoneses ven las reclamaciones de memoria histórica como algo de pobres que quieren sacarles el dinero»

En el tema de la memoria histórica, también suponen un caso distinto y único…

Hay un libro muy bonito de John Dower en el que dice que los malos en la Segunda Guerra Mundial eran los nazis alemanes, los fascistas italianos y los japoneses. Así, sin adjetivo, la propia nacionalidad. Por eso durante mucho tiempo hubo predisposición para no contarlo, en no hablar de ello, porque les afectaba a todos. Y después se ha querido utilizar políticamente. Aquí en España la memoria histórica se introduce en el debate político, pero sin exagerar, porque da y quita votos. Pero allí, como afecta a todo el conjunto de nipones se azuza y se utiliza siempre.

Hasta el punto que les afecta hasta en sus relaciones exteriores como con Corea del Sur y China…

Fíjate en la última polémica entre México y España sobre la conquista. Hay que tener cuidado con estos temas, porque la historia tiene mucho potencial, es muy pasional y puede provocar reacciones imprevisibles. En Japón, en los años 70, comenzaron a salir japoneses que habían cometido crímenes, y poco a poco comenzaron a salir víctimas exigiendo memoria. Pero los japoneses lo ven como algo de pobres. Para la identidad nacional de coreanos y chinos es esencial, porque en lo único que coinciden coreanos del sur y del norte, por ejemplo, es en su odio hacia los japoneses.

Por ejemplo, el tema de las mujeres consuelo. Empezó cuando una mujer de 80 años que se iba a mujer decidió contarlo antes de fallecer. La diferencia con los nazis eran que sus masacres se conocieron en seguida. Pero en el caso de Japón, lo peor sale a la luz en los 80, cuando ellos ya son un país rico y creen que todo es para sacarles dinero ahora que son ricos. Pero no, también había un tema de dignidad que ellos no ven, como aquí con las fosas de la guerra Civil: es importante que los familiares puedan enterrar a sus seres queridos.

Cuando un historiador hace historia sobre eventos tan recientes, ¿no siente vértigo?

Sí, pero esto es un libro de divulgación, mi investigación académica fue sobre Franco y el imperio japonés. Por eso hablo en el libro, además de historia, de sociedad, cultura, y hasta me atrevo a mirar al futuro.

Y de los medios de comunicación, de los que no hace un retrato muy halagüeño…

No son para nada un ejemplo. Se vende mucho por suscripción, pero la prensa libre que se la juega lo tiene legalmente complicado. Allí tienes que dar todos los puntos de vista: si me acusas de algo, me tienes que preguntar. A unos periodistas, que destaparon un caso de corrupción sobre el presidente de la Federación de Sumo les castigaron, no porque fuera falso lo que publicaron, sino porque no preguntaron antes al principal implicado.

En el tema político, si aquí en España hablamos de bipartidismo, allí casi es monopartidismo…

Sí, pero dentro de ese partido dominante, el PLD (Partido Liberal Democrático, que ha gobernado el país casi ininterrumpidamente desde 1955), ha habido diferentes facciones. Esa división interna es muestra de la descentralización en los partidos y aquí pasa lo contrario. A mi eso sí que me parece ejemplar, partidos que tienen distintas sensibilidades. A veces las divisiones ocultan simples luchas de poder, pero otras veces, no. Quizá los partidos españoles podrían aprender, aunque en Japón ahora se está viviendo un momento de recentralización. También es verdad que allí los políticos son más elegantes y no se insultan tanto como aquí.

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