Ildefonso Arenas retrata el siglo XX a través de un piloto de combate a sueldo: «Es una profesión como cualquier otra, todos somos mercenarios»

Un caza del II./JG 27 mostrando la insignia Verflasterter Albion (WIKIPEDIA)

Una joven e inexperta militar del Ejército del Aire que trabaja de chófer debe llevar a un anciano oficial al entierro de otro preboste. Al recogerle se encuentra que lleva una condecoración del ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos, se establece una relación y un diálogo que hace narrar al veterano su apasionante trayectoria vital como piloto de combate en la Guerra Civil, en la Segunda Guerra Mundial con la Escuadrilla Azul, en las guerras del incipiente estado de Israel o en el Congo, en África. Y su relato es Tercera cruz de Caballero (Edhasa, 2017), la nueva novela de Ildefonso Arenas, autor de Venganza catalana o Álava en Waterloo: un recorrido aéreo por la historia del siglo XX, más concretamente en un caza.

En esta novela, que le llevó «dos años y pico de documentación y uno de escritura», Arenas apunta que ha intentado «algo que gusta al lector de novela histórica, asomarse a un mundo que se ha ido y no volverá«: el de los pilotos de combate. «Era una actividad de suprema pericia en unas condiciones de extrema individualidad como pocas veces ha habido pocas en la historia», explica Arenas que, «hace mucho», estuvo en el «Ejército del Aire» y asegura que «eso imprime carácter». De hecho, muchas de las historias reales que le contaron entonces forman la base de esta novela.

«Los pilotos de combate de hoy en día no son así, hacen su trabajo de otra manera y compiten contra los drones. El piloto de caza que describo ya no existe, ni va a volver a existir«, afirma.


El piloto de caza que describo ya no existe, ni va a volver a existir


No sólo es un piloto, el protagonista sin nombre de la novela -pues los personajes ficticios no tienen nombre en la novela- es un mercenario. Pero Arenas no ve matices peyorativos en esa palabra: «La figura el mercenario está muy denostada, se habla con deprecio y desdén, pero a mi gustaría reivindicarlo: es una profesión como cualquier otra, todos somos mercenarios. En realidad, todos hacemos un trabajo por el dinero que nos pagan, y si no, no lo haríamos». Y asegura que para él, ser mercenario es una actividad tan «lícita como cualquier otra».

Su protagonista, sin embargo, adora volar. Y luego combatir. Y después lo acabará haciendo por dinero. «Se convierte, al final, en un mercenario perfecto», confirma Arenas que arranca la novela con una cita de Confucio («elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día en tu vida») que puede aplicarse a su personaje. ¿Y a él como escritor? «También», se ríe al responder, «aunque antes también tuve otros trabajos y los disfruté. Quien trabaja en algo que no le gusta acaba amargado toda su vida laboral. Yo he tenido la suerte de evitar trabajos que no me gustaran, otros no han podido».

Y sobre su personaje confiesa que ha «intentado crear un personaje tan interesante como para que el lector lea 600 páginas sin tener la tentación de cerrar el libro y tirarlo a la basura».


He leído muchas novelas que cambian tanto la historia que siento que es una tomadura de pelo


En Tercera cruz de caballero lo que encontramos, además de un personaje ciertamente fascinante, es un detalle a nivel técnico e histórico cuidado al detalle, que sorprende cuando confiesa Arenas que él escribe «sin tener pensado todo», «muchas cosas me van surgiendo». Pero la documentación no la descuida: «Documentar una novela es un trabajo delicado. Hay que tener cuidado. Cuando hablas de una máquina determinada, como un avión, o la estudias a fondo o te puede salir un bodrio que cualquier experto te dice que has escrito una chorrada. Y yo intento que nunca digan eso de las cosas que escribo». El nivel de detalle técnico e histórico es persistente y metódico, como prueba la extensa bibliografía que el autor ofrece al final del libro.

Así que la respuesta a la pregunta ¿ficción o historia? parece clara. «Prefiero ceñirme a la historia», confirma, «todos los combates aéreos de la novela existieron, todos. Luego, la participación del personaje, lo que dice, hace y piensa es ficción, pero todo lo demás, no solo no es que sea ficción, sino que es real».


Una buena novela, a partir de una sólida historia de no ficción, puede hacer más atractiva la historia


Con esa visión del género, ¿es la novela histórica una buena herramienta para divulgar la historia? «Creo que sí, lo pensaba cuando escribía Álava en Waterloo y los resultados me indican que es así. Una buena novela, a partir de una sólida historia de no ficción, puede hacer más atractiva la historia: sirve para disfrutar y, por otro lado, puede que conozca el lector un pasaje de la historia que igual desconocía». Y tira una pulla general: «Cuando leo novela histórica me gusta que no me cuenten la historia que no sucedió. He leído muchas novelas que cambian tanto la historia que siento que es una tomadura de pelo. Me ha pasado bastante, incluso con autores moderadamente afamados».

Termino preguntándole por la estructura dialogada de la novela, algo  que reconoce «es muy pesada, desde el coste literario para el autor, pero que resulta más fácil de leer»: «En España estamos acostumbrados la narración histórica a la española, con poco diálogo y narrador puro imparcial. En el mercado anglosajón hay más cosas como las del tipo que yo hago. Leo mucha literatura inglesa y me he debido contaminar…»

Me comenta que su próxima novela estará ambientada en la Primera Guerra Mundial y cambia aviones por barcos y que «está escribiendo como un loco». Le hago notar que, con excepción de Venganza catalana que rememoraba a los almogávares, sus historias parecen mantenerse cercanas al presente. «A medida que nos alejamos en el tiempo, encuentro más dificultades», explica. «Por eso nunca me he metido con los romanos, no tengo ni idea de qué mentalidad tendrían… sólo sé que no me veo con fuerzas para retratar el sentido del humor de hace 2000 años«.

¿Conocíais a Arenas? ¿Habéis leído algo suyo?

¡Buenas lecturas!

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3 comentarios

  1. Dice ser Casandra

    La patrulla azul ademas de la Guerra Civil, en la Segunda Guerra Mundial en participo en la llamada «guerra olvidada» en Sidi-Ifni 1957-58 entre que estuvo el avion -Buchón- que era un Messerschmitt 109G-2, que se les acopló el motor Rolls-Royce Merlin 500-45, resultando un híbrido entre el citado avión y el Spitfire, enemigos mortales de la II Guerra Mundial. El fuselaje hubo de ser rediseñado para dar cabida al nuevo motor, y por su amplio morro fue denominado -Buchón- como curiosiedad les apunto que estos aviones del ejercito español una docena de “Buchones” se utilizaron para rodar “La Batalla de Inglaterra”, de 1969 que fue filmada en el Reino Unido y en España .

    17 julio 2017 | 12:24

  2. Dice ser Fernando

    …pero que mal escrito está el artículo. Cuesta leerlo. Una verdadera pena.

    17 julio 2017 | 12:27

  3. Dice ser Casandra

    Vista, suerte y al toro

    Joaquín García Morato

    17 julio 2017 | 12:28

Los comentarios están cerrados.