Trump, Reagan, 1984 y el mundo sorpresivo

El expresidente de los EE UU, Ronald Reagan.

Estos días leía una noticia curiosa: la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca había catapultado en ventas en Amazon a la novela 1984 de George Orwell. La ficción y la realidad, siempre tan intrincadas. ¿Estamos viviendo una distopía? Daba la casualidad que en estos días estaba hablando con el escritor Antonio Manzanera, autor, entre otros de los excelentes thrillers históricos El informe Müller (Umbriel) y La tercera versión (ídem), sobre su nueva novela, El asesino del acantilado (Ediciones B, 2017), que ha llegado a las librerías esta semana.

Ambientada, precisamente, en 1984.

Esta obra,  la sinopsis y habiendo leído otras obras de Manzanera, me llamaba para hablaros de ella aquí en XXSiglos aunque fuera esencialmente una novela negra de principio a fin. Así que, como sabía que el autor, además de un fantástico urdidor de intrigas, pone mucha atención en las ambientaciones históricas, le pregunté sobre los EE UU de 1984 y su novela, las conexiones con el presente… Y me ha contestado con esta reflexión, aguda y, aunque puede que no se compartan algunos detalles, abierta a la sorpresa, a mirar con otros ojos el pasado y el presente. Y donde Manzanera demuestra que, además de un gran autor de thriller, sabe de marketing y de atrapar nuestra atención…

 


Trump, Reagan, 1984 y el mundo sorpresivo

Por Antonio Manzanera  | Escritor

Mi padre me dijo en cierta ocasión, que de poder elegir una época histórica para vivir, él habría optado por el siglo XIX. Porque entonces, decía, todo eran novedades y el mundo se sorprendía casi a diario con cada nuevo límite que lo empujaba más allá en ciencia, tecnología, medicina… A principios del siglo XX la especie humana estaba convencida de que ya no había imposibles, y que si contaba con el tiempo suficiente nada podría sorprenderla. Tan solo era preciso mirar hacia delante.

Pero ahora que el mundo parece haber digerido la llegada de Donald Trump al poder, y que por alguna extraña razón ello haya disparado las ventas de un libro escrito por George Orwell en 1948 y titulado 1984, puede que tenga sentido echar la vista atrás y comprobar qué extraño conjuro ha alineado los planetas en tan apocalíptico bucle.

El presidente de los EE UU, Donald Trump (GTRES)

Comprobaríamos entonces que en 1984 ya llevaba tres años en la Casa Blanca un político nacido en Tampico llamado Ronald Reagan, y cuando Reagan ganó las elecciones a finales de 1980, en pleno auge de la Guerra Fría, también entonces el mundo contuvo la respiración. “¡Un actor! ¡Un actor loco de presidente! ¿Dónde está el refugio nuclear más cercano?

¿No lo recuerdan? Quizá no, porque en España estas cosas las vivimos con cierta distancia. Por entonces estábamos ocupados dejando a los socialistas que cambiasen el país para que no lo reconociese ni la madre que lo parió (Guerra dixit).

Pero al final… nada. Las emociones atómicas prometidas por el electorado estadounidense no prosperaron, y las cosas no derivaron en ningún Armagedón. Reagan puso de rodillas a la URSS, aumentó la renta familiar media por primera vez en bastante tiempo, nombró a la primera mujer en el Tribunal Supremo y acabó con la mafia italoamericana. Sus detractores pueden consolarse pensando que no consiguió el Oscar honorífico, pero para muchos fue un buen presidente.

Ahora bien, lo que quizá no sepan ustedes es que también en 1984 salió de una prisión federal californiana un hombre que había cumplido cuatro años de condena por participar en un atraco a un banco. El botín no se encontró nunca. Y cuando ese mismo hombre fue asesinado la noche en que fue puesto en libertad, un oscuro taxista que afirmó haberle recogido a la salida de la cárcel contrató a un detective para que le ayudase a encontrar el dinero. Según ese taxista, en su vehículo había quedado la clave de todo el misterio…

Esta historia no la conocen porque es el arranque de mi nueva novela, El asesino del acantilado. Por supuesto, es ficción y su único propósito es hacerles pasar un rato divertido. Pero no me digan que lo de ahora con Trump no les parecía irreal hace sólo doce meses. Parece que fue ayer cuando un rubicundo millonario de pelo improbable proclamaba que construiría un muro con México, deportaría a once millones de personas y prohibiría la entrada en el país a los musulmanes.

No sé si el mundo ha perdido aquella capacidad decimonónica para sorprenderse con las cosas que el hombre es capaz de hacer. Pero si alguna vez la perdió, el presente ha regresado como aquel inquietante 1984 para devolverle la fe en la imprevisibilidad del ser humano. Si aún no están convencidos, lean El asesino del acantilado y comprueben si lo de entonces es tan diferente a lo de ahora.

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto

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