La historia de los sanguinarios nipones que jamás creyeron que Japón había perdido la Segunda Guerra Mundial

Fotograma de la película brasileña Coraçoes Sujos (2012) que narra este suceso.

Fotograma de la película brasileña Coraçoes Sujos (2012) que narra este suceso.

¡Saludos lectores! Hoy os traigo, de nuevo, una firma invitada que nos llevará a un hecho poco conocido y, si queréis, anecdótico de la Historia. Parece que de la Segunda Guerra Mundial se sabe ya todo, pero siempre hay alguien que viene y nos sorprende. En este caso, pedí a Jesús Hernández que nos contara cómo fue el trabajo para su nuevo libro, ¡Japón ganó la guerra! La historia de autoengaño más extraordinaria del siglo XX (Melusina, 2016) y como llegó a conocer a los familiares de uno de los protagonistas de aquella historia. Una obra que nos descubre cómo japoneses residentes en Brasil jamás se creyeron que su país había perdido la Segunda Guerra Mundial. Podría parecer una broma, pero murió gente por aquello.

Así que sin más, os dejo con el autor para que os lo cuente él.


La teoría de los seis grados de separación y unos japoneses locos

Jesús Hernández | Historiador y periodista | TW @jhernandez66

En 1930, el escritor húngaro Frigyes Karinthy planteó en un cuento llamado Cadenas una curiosa hipótesis, la de que cualquier persona de nuestro planeta está conectada a otra con tan sólo cinco intermediarios, lo que daría los grados de separación de su enunciado. Esa sorprendente afirmación se basaba en que la cantidad de posibles contactos de una persona crece exponencialmente con cada “salto”. Desde entonces se ha intentado demostrar su validez de varias maneras, con resultados satisfactorios. En 2011 Facebook llevó a cabo un ambicioso estudio entre sus usuarios que concluyó que apenas hacen falta cuatro eslabones para conectar a dos desconocidos.

El año pasado tuve ocasión de comprobar la solidez de esta teoría, durante el proceso de documentación para mi nuevo libro, que acaba de publicarse, ¡Japón ganó la guerra! La historia de autoengaño más extraordinaria del siglo XX. La inspiración para esta obra me llegó al conocer la increíble historia de una secta fanática que actuó en Brasil al acabar la Segunda Guerra Mundial, el Shindo Renmei.

¡Japón ganó la guerra!La mayoría de inmigrantes nipones en ese país -a donde habían ido llegado desde principios de siglo- no podían creer que Japón había sido derrotado. Durante la guerra habían escuchado la radio militar de Tokio, que sólo hablaba de victorias, y habían desechado las informaciones de las radios y periódicos brasileños, convencidos de que era propaganda. Pero no sólo no admitían la derrota nipona, sino que comenzó a extenderse la inconcebible creencia de que era Japón quien había vencido, alimentada por revistas norteamericanas falsificadas y fotografías manipuladas que demostraban el triunfo nipón. Igualmente, se radiaban noticias en emisoras clandestinas en las que se proporcionaban los detalles de esa gran victoria. Según esos disparatados noticiarios, las tropas niponas habían conquistado California y amenazaban con ocupar Washington, el Ejército japonés había hecho retroceder a los soviéticos hasta los Urales o delegaciones de cuarenta países asistían a una ceremonia de rendición en Tokio.

Las autoridades brasileñas trataron de hacer frente a ese delirio colectivo aportando las pruebas de que Japón se había rendido. Incluso los norteamericanos, para desmontar esa locura, enviaron periódicos nipones y filmaciones, en la llamada “Operación Verdad”. Pero todo ese esfuerzo fue inútil; la mayoría de inmigrantes nipones permaneció impermeable a la verdad, al considerar esas pruebas “propaganda americana”.

Esos hechos inauditos pudieron haber sido sólo una anécdota, si no fuera porque surgió el referido grupo, que comenzó a amenazar y asesinar a sus compatriotas más sensatos, los que aceptaban la realidad de la derrota. Esa campaña de terror se saldaría con 23 muertos.

Naturalmente, la idea de miles de japoneses en tierras brasileñas convencidos de que Japón había vencido a los norteamericanos y una siniestra secta de fanáticos dispuesta a matar a los que admitían la derrota me pareció tan increíble como fascinante. Sin duda, parecía una historia alumbrada por la fantasía de un novelista. Y también me resultó sorprendente que esa insólita historia fuera ignorada fuera de Brasil.

Por tanto, al momento sentí la necesidad de recabar toda la información disponible sobre esos hechos y darlos a conocer al lector español. Para ello, planeé un viaje a Sao Paulo, la capital del estado brasileño en el que ocurrieron los hechos. Y fue entonces cuando experimenté la validez de la teoría planteada por Karinthy.

Jesús Hernández, con unos japoneses en Sao Paulo (Cedida por el autor)

Jesús Hernández, con unos japoneses familiares de los protagonistas de la historia, en Sao Paulo (Cedida por el autor)

Un día fui a comer con un antiguo compañero de colegio, Josep Maria Ibarra, con el que había recuperado el contacto gracias a una cena de antiguos alumnos y a quien estaba asesorando para publicar su primer libro, un objetivo que ha visto hecho realidad este año. Hablando de nuestros proyectos literarios, le comenté mi intención de publicar un libro sobre los japoneses en Brasil y él me comentó que precisamente tenía una amiga en Sao Paulo de origen nipón, que estaría muy contenta de poder ayudarme. Me proporcionó su correo electrónico y me puse en contacto con ella. Para mi sorpresa, ella conocía a la hija de un antiguo colaborador de aquel grupo terrorrista. Era la señora Sakumoto Kokuto, de 80 años, conocida entre sus allegados como Tomiko, el nombre artístico que utilizaba en sus tiempos de cantante; además, ella estaba en contacto con el sobrino nieto de una de las víctimas, que también podría proporcionarme su testimonio.

Así, cuando viajé a Sao Paulo, en diciembre de 2015, pude entrevistarme con ella y con el coronel retirado del Ejército brasileño Yoshio Kiyono, de 84 años, que me habló del asesinato de su tío abuelo, el coronel Jinsaku Wakiyama. Sus aportaciones fueron fundamentales para mi libro, al proporcionar una visión cercana de unos hechos que nos resultan tan lejanos. Sin embargo, lo que allí aconteció no está tan alejado de nuestra realidad; el peligro de caer en el autoengaño para no afrontar la realidad, aunque sin llegar a aquel extremo, siempre está latente.

Por lo tanto, en mi caso, tan sólo hicieron falta dos intermediarios para llegar a los protagonistas de una historia que tuvo lugar en Brasil hace setenta años. Lo que me sucedió demuestra no sólo que el mundo es un pañuelo, como apuntó el clarividente escritor húngaro, sino que cuando afrontamos un reto con ilusión también conspira a nuestro favor.

4 comentarios

  1. Dice ser A Parla

    Y por eso Fujimori invadió Perú.

    30 septiembre 2016 | 08:50

  2. Dice ser hey!!

    Hombre, hay que tener en cuenta, que los japoneses en esa época, pensaban que su emperador era una encarnación terrenal de lo divino, por no decir que era un DIOS, no es muy descabellado que pensaran así. Si Japon llego a 1942 con vida, nos es nada mas y nada menos porque cada vez que alguien quería conquistarles les pasaba lo mismo que a la armada invencible. Normal que se pensaran que ganarían la guerra ellos solos contra los USA y la URRS.

    El samurai es el guerrero mas sobre valorado de la historia solo porque llevaban una katana a 2 manos, que nada tenia que hacer contra una espada y escudo, en la antigüedad, espada y daga, o espada y capa mas adelante, hasta que llego Miyamoto Musashi y copio la esgrima europea, si veis sus libros, veréis que la mayoría de sus lances son copiados de libros europeos.

    30 septiembre 2016 | 08:53

  3. Dice ser nadie

    Anda, como los izquierdistas en España, hahaha

    30 septiembre 2016 | 10:38

  4. Dice ser Lola

    Interesante. Creo haber leído en alguna parte que hubo un soldado japonés que no se enteró que la guerra había terminado y siguió «luchando» unos cuantos años más. Algo parecido hay en una película de El Gordo y el Flaco, sólo que esta vez la realidad superó a la ficción.

    03 octubre 2016 | 15:30

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