El Zen: una forma de vida que influyó en los samuráis, el bushido y en la historia y cultura japonesa

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Jardín zen japonés (Fuente: PIXABAY)

En los últimos años he ido percibiendo un creciente interés de los escritores españoles por lo oriental y por la historia de Asia (interés que, como sabéis, yo mismo he compartido). Por ello, llevo tiempo intentando escapar de esa predilección por la cultura occidental y buscar temas que abrieran nuestra mente hacia lugares más lejanos: Asia, África, Latinoamérica… Y espero que, poco a poco, en XX Siglos se note esa lucha para no sólo depender de la historia de Europa y América del Norte, más habitual en las novelas que se publican en España.

Por eso me acordé del escritor Sergio Vega cuando pensaba en alguna firma invitada que tratara esos temas. Sergio es autor de la trilogía Las piedras de Chihaya (editadas por Quaterni), una espectacular historia que nos llevará hasta el Japón del siglo XIV que la ha hecho ganar, entre otras, cosas varios premios Hislibris. Una historia de espiritualidad, guerras, samuráis, ninjas…

Invité al autor a hacer una firma invitada sobre uno de los elementos históricos clave de sus novelas. El aceptó encantado y pensó y discutió con sus fans sobre qué escribir. Me contestó que quería escribir sobre el Zen. No os voy a engañar, me sorprendió. Imaginaba que buscaría temas más ‘clásicos’: que si los samuráis, el bushido, el emperador… Pero al recapacitarlo, pensé, ¿por qué no? Es original y diferente. Y muy sugerente.

Así que, con todos vosotros, hoy nos ponemos kimono y Sergio Vega nos hace de guía hacia el Japón medieval para hablarnos del zen y su influencia en el pensamiento, cultura e historia japonés…


El Zen

Por Sergio Vega (Twitter: @Teppodama28) | Autor de la trilogía Las piedras de Chihaya

Cualquier maestro zen al que le dijeran que alguien ha tratado de presentar en un artículo qué es el zen se echaría a reír. Y no solo hablo de la insalvable dificultad de resumir en tan poco espacio una concepción de la vida tan opuesta a la mentalidad occidental, sino de que el zen no puede ser comprendido mediante las palabras. El zen es, ante todo, una experiencia individual, única y personal que no puede ser trasmitida o enseñada.

El zen, por tanto, no puede ser definido aquí, aunque sí se puede aventurar a mostrar lo que no es. No pertenece a una categoría formal de pensamiento, no es una religión, no es una filosofía, ni tampoco una ciencia. Desiste de tratar de aleccionar de forma directiva, no hay normas, ni pasos o metas. Los maestros originales no daban lecciones, ni siquiera pretendían servir de ejemplo.

Jardines del Periodo Heian (794–1185) (fuente: Wikipedia)

Al igual que otras corrientes orientales, sí puede decirse que aspira a comenzar un camino, que encuentra su fin en sí mismo, y que no es otro que la liberación.

 Paso a paso

Una corriente de pensamiento nacía en las montañas nevadas del Tibet, que acabaría expresada en el budismo hindú. Más tarde se fundiría con el confucionismo y sobre todo el taoísmo chino, para cruzar el mar y ser acogido por la minoritaria nobleza cortesana japonesa de la era Heian (794 a 1185).

El zen, por tanto, era una secta derivada del budismo, y conviene conocer las principales diferencias con ésta.

Ambas buscan la liberación, pero nos preguntamos de qué exactamente. Lejos de tratarse de corrientes revolucionarias, no sugiere enfrentarse con las personas o las situaciones externas que podamos considerar que nos subyuguen. En realidad se refiere a nuestros propios procesos mentales, a nuestra actitud limitadora que deriva de una condicionada concepción de lo que nos rodea.

Para el budismo esta liberación requiere un largo proceso, lleno de sinsabores y retos colosales, que proporciona una elevación de la conciencia mundana a través de niveles que van siendo superados, y que nos pueden llevar un gran número de reencarnaciones. El fin último es el Nirvana, un estado de realización que podría asemejarse al concepto del paraíso cristiano.

Sin embargo, el zen partía de una premisa totalmente revolucionaria. Aseguraba que el ser humano ya era “perfecto” desde el mismo momento de su nacimiento. No necesitaba superar ninguna prueba, ni someterse a rigurosos entrenamientos o incontables reencarnaciones. Lo único que debe hacer es deshacerse del lastre que ha ido acumulando por sus condicionamientos autoimpuestos. El zen sustituye la palabra Nirvana por satori.

El satori es un estado en el que el ser humano se reencuentra con su esencia olvidada, de forma súbita e inesperada, que además debe suceder en vida y que no trasciende a ninguna otra dimensión o se manifiesta de manera milagrosa. Habla de un estado que escapa de cualquier catalogación. Es un estado que se puede experimentar, pero que al tratar de definir se escapa entre los dedos.

En incontables ocasiones se pone de ejemplo a niños de corta edad o a borrachos, pues ninguno de ellos piensa en términos de pasado o futuro, ni medita sus acciones. Se rigen por la espontaneidad más absoluta. No juzgan, no catalogan, no tratan de desentrañar las consecuencias de sus actos.

Se trata de dejar a la mente actuar sin pretender controlarla.

Cuando conducimos un coche por primera vez somos incapaces de gestionar toda la cantidad de acciones y procesos mentales requeridos para ello. Intermitente, freno, embrague, espejos, tráfico… Parece imposible. La mente se colapsa y nos sentimos torpes y llenos de dudas. Sin embargo, una vez que confiamos y nos dejamos llevar, la mente actúa por si misma. No tenemos que ser plenamente conscientes de todo lo que debemos hacer para llevar nuestro coche por la carretera. Nos convertimos en observadores de nuestras acciones. Ponemos el piloto automático y nos dedicamos a disfrutar del viaje. Ese es el estado que el zen japonés llamaría satori.

El maestro zen plantea paradojas imposibles, situaciones desconcertantes; aboga por la sencillez y por la ausencia de pretensiones. Sugiere esos instantes en los que nuestros pensamientos especulativos carecen de importancia, en los que la mente metódica y cerebral se derrumba para dejar paso a la vivencia del momento presente.

Meditación

El zen está repleto de paradojas y aquí encontramos otra muy significativa. La propia palabra “zen” se puede traducir por “meditación”, pero si preguntamos a un maestro porqué medita nos dirá que porque no tiene otra cosa mejor que hacer.

Para el yogui la meditación es fundamental. Es su mejor aliada para liberar su mente y alcanzar estadios superiores de conciencia, que a veces parece transportarle a lugares lejanos y dimensiones que escapan de este mundo. El practicante zen huye de todo esto. La meditación para él no es un fin en si mismo, es una herramienta poderosa, pero la desecha en cuanto siente que depende de ella. No pretende alcanzar ningún estado especial y de hecho medita con los ojos entornados para no dejarse llevar por ilusiones que le hagan olvidar quien es y donde se encuentra.

La verdadera meditación se practica al volcarse en cuerpo y alma en lo que se esté haciendo en ese momento, sea lo que sea. El zen da una importancia colosal a las tareas más sencillas y cotidianas. Si se decide barrer la entrada al templo, el practicante lo hace como si no existiera otra cosa, ni fuera a terminar jamás de llevarla a cabo. Abandona su ego y observa como sus manos acompañan a una escoba que lo guía tras las hojas caídas. Parece que se busque perder la conciencia de uno mismo, pero en realidad se abandonan las caretas convencionales para descubrir lo que hay debajo. No se trata de un monje, ni del hijo o hermano de alguien; tampoco es un maestro y olvidó que es la hora de comer o que le quedan muchas tareas por hacer. En ese instante no es el año 2016, ni hay día de la semana. No es de noche ni de día, no hay placer o hastío. Se libera de la ansiedad provocada por la excesiva autoconciencia. Simplemente es un hombre barriendo.

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Armadura Samurái (Fuente: Pixabay)

El samurái

La difusión del zen a todos los estamentos sociales de Japón se debió al alzamiento de la nueva clase samurái. La ciudad de Kamakura, sede del gobierno militar del siglo XII, fue el punto de expansión del zen japonés.

Al samurái se le exigía dedicarse cuerpo y alma al servicio de su señor, entregando su propia vida en el empeño. La tensión psicológica a la que estaba sometido en una época de interminables guerras encontró un gran aliado en el zen. En primer lugar porque les ayudaba a no temer a la muerte y mantener un permanente estado mental de aceptación. Además era eminentemente pragmática, lo que les servía a fomentar su resolución en el combate. El zen fomentaba la confianza en si mismo mediante la negación del propio yo y era sencilla y flexible, libre de cualquier complejidad y estudio.

El zen influyó claramente en la creación del código del guerrero, el bushido, y acabó calando profundamente en la mentalidad y cultura japonesa hasta nuestros días.

Principios del zen

Espontaneidad.

Sencillez.

Fluidez.

Quietud mental.

Presencia plena.

No aferrarse.

Vacuidad.

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto

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4 comentarios

  1. Dice ser ale

    zen

    09 abril 2016 | 14:30

  2. Dice ser RayozZz

    Bueno, si abro la boca, seguro que me voy a poner a discutir cada frase, pero en cuanto a ceñirme únicamente a la historia, diré:

    a) el budismo nació en nepal, cuna del príncipe siddharta, que luego se hizo penitente, sufrió mucho, y se iluminó cuando una joven muy bella y de alta cuna de la casta brahman (el príncipe siddartha era de la casta guerra, algo menor que la brahman, pero de la que casi todos los reyes y príncipes han solido ser) le preparó una comida especialmente para él de alimentos buenos que no estaban podridos: arroz con leche y miel. Al comer bien, tuvo la mejor meditación de su vida, y adoptó el camino del medio. A partir de ahí creó tres tipos de budismo, el de la práctica rutinaria de vivir en pobreza relativa sin atarse, el de el ir más allá de ésa estructura básica anterior, y el camino con atajos. La pretensión última de todos era iluminarse, pero vaya, que podían ser de ésas tres formas. Pero en principio él no era budista, sino que era hinduista de la secta de los shaivas, seguidores de Shiva y Parvati (curioso que en Nepal haya una estupa y detrás un sitio donde se adora a Shiva).

    b) en realidad no se supo nada del budismo hasta 100-150 años después de la muerte del buda sakkyamuni que es como se le llamó, una reencarnación (para quien crea en ello) hindú de Vishnu, el Dios conservador. El caso es que tanto tiempo después de su muerte ya no estaba él, sino lo que dejó escrito y mantenido también de forma oral por su fiel servidor y primo Ananda que tenía una memoría fotográfica y auditiva brutal (y el que permitió que las mujeres también fueran monjas), y con ello y con lo que los demás aportaron se realizó el prmer concilio budista donde se establecieron muchos principios que no estaban antes demasiado claros. A partir de ahí sacaron todo lo que he dicho antes sobre los 3 caminos,el theravada, mahajana y vajrayana, por orden mencionado.

    c) del vajrayana, es decir, del camino con atajos, es de donde salió el budismo chino ‘Cha, que tiene una historia larguísima… En el tíbet llegó el budismo hace apenas unos 1300-1600 años de nuestra era, no más… Para ello, el rey del Tíbet pidió ayuda al imperio chino, y así casaron a una princesa china muy puesta en budismo, que llevó esta ideología al Tíbet, además de varias estatuas de Buda. La llamaron la Tara Blanca. pero el budismo tibetano se motnó otra película completamente distinta por la influencia del Bönpo, tanto blanco como negro, una religión chamánica, con la que se mezcló. Ahora mismo sólo ha sobrevivido el Bönpo blanco.

    d) el budismo zen japonés procede de ‘cha chino (al igual que la ceremonia del té, que era originalmente china, aunque sin tanto ceremonial), que era mucho más libre, y nada tenía que ver con lo que muy posteriormente se creó con el budismo tibetano. El silencio es la norma, y el estilo es de llegar a la posible iluminación y/o aprendizaje a través de los köans, que pueden ser trampas de la mente, o jeroglíificos por resolver o que no tienen solución… El budismo zen también es bastante estricto físicamente, aunque a la vez muy libre en otras cosas (pocas). El Zen a veces se lo entiende simplemente como «matar a la mente» y simplemente hacer con cariño las cosas, de la forma más armoniosa y equilibrada posible, cualquier cosa que pueda ser eso…Pero encierra una de las cosas más importantes: hacer pequeñas cosas, dejar que la mente piense lo que quiera, y simplemente morir con el sentimiento interno de haber hecho las cosas lo mejor posible dadas las circunstancias vividas… si un maestro se calla, es o porque los demás parece que saben más que él, o bien porque están tan ciegos que no merece la pena perder el tiempo en ni siquiera transmitir köans. Ya vendrá otro de menor categoría preparado para dar ostias a las ovejas para que piensen por sí mismas, que es lo que parece que se necesita más, pero si eres de los que no crees que sea buena idea dar ostias a las ovejas para que piensen por si mismas, entonces nunca podrás ser un buen maestro… los maestros a veces sobran… Es como en el dicho aquél de que «aquí hay mucho cacique para tan poco indio». No sé, igual sólo importan los tréboles que nacen en la tumba del maestro que no ha sido maestro de nada.
    Pero aunque digan que no, el Zen sí tiene maestros, aunque también exista un zen sin maestros… Lo que pasa es que mucha gente no los ve, y por eso son casi invisibles, y muchas veces pasan imperceptibles…
    El mismo Buda, si fue conocido, fue porque era un príncipe kshatriya (casta de los guerreros y reyes) y su propia familia le apoyó y le dió la publicidad para hacerse famoso. Lo mismo que hizo Jesús con sus apóstoles con el cristianismo, aunque él se sintiera judío, pues el cristianismo todavía no había nacido como concepto…

    En fin, no iba a hablar mucho, pero al final parece que si, jajaja.
    Bueno, pero básicamente de historia del budismo…
    Pero la verdad, los occidentales miran demasiado a oriente, y está bien si es su tendencia, pero tenemos cosas que son muy buenas, y que muchos orientales nos envidian por ello: el creer que aunque cierta parte del destino exista, también lo creamos nosotros y las circunstancias en las que vivimos: el país donde estamos (que nos dará o no oportunidades y en mayor o menor cantidad), la familia, el entorno, etc. Nosotros podemos cambiar las cosas, y de hecho, somos los únicos que hemos hecho grandes avances sociales, por ejemplo con respecto a la esclavitud y de eliminarla, crear los derechos humanos y la revolución de la mujer para sacar tanto al hombre como a la mujer de los estereotipos que hacen que la vida de las personas sea muy infeliz…
    En fin, feliz fin de semana a tod@s

    10 abril 2016 | 05:49

  3. Dice ser Camus

    RayozZz ha hecho mejor la exposición del Zen bloguero y sin ayuda…

    11 abril 2016 | 18:43

  4. xx-siglos

    @Camus No es algo de lo que me avergüence. @RayozZz es uno de los lectores más fieles de este blog y de ese grupo de personas que cada vez que comentan, aportan y mucho. Gracias a él y a todos vosotros. No dudéis en que mejoráis el contenido. Saludos

    11 abril 2016 | 18:49

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