Del ‘digitus impudicus’ a la peineta

Los-inventos-de-los-antiguos-690x1024Los seres humanos contemporáneos somos un poco ‘ombliguistas’ y a veces nos creemos que todo o casi todo de lo que nos hace la vida más fácil fue inventado ayer, o casi. Por eso, también son necesarios libros de divulgación como Los inventos de los antiguos (Oberon, 2015), de Javier Sanz, que nos pongan en nuestro sitio y que nos descubra que inventos, usos, costumbres, que creemos contemporáneos vienen de mucho más lejos de lo que nos pensábamos.

Así que invité a su autor a unirse al ya selecto club de firmas invitadas de XXSiglos y aceptó encantado. Su propuesta, ya veréis qué interesante, fue hablarnos sobre la evolución del lenguaje de signos.

Para los que no le conozcáis, Sanz es uno de los grandes divulgadores de la historia en Internet, creador de la muy recomendable página web Historias de la Historia, director de la revista interactiva iHstoria, autor de varios libros de divulgación (Fuego a discrección, Caballos de Troya de la Historia, Nunca me aprendí la lista de los reyes godos…), colaborador en diversas emisoras de radio… Vamos, un auténtico lujazo tenerle aquí.

Y ya sabéis, cuidado con los gestos que hacemos al comunicarnos… que quizá sean más antiguos de lo que te piensas…


Del digitus impudicus a la peineta

Por Javier Sanz ( @jsanz)

Pollice Verso

Pollice Verso, de Jean-Léon Gérome

El lenguaje de los signos es un sistema de expresión gestual que permite a los sordos comunicarse entre ellos o con cualquiera que lo conozca. Eso sí, reconozco que, dadas mis limitaciones a la hora de expresarme en otros idiomas (en castellano me defiendo y en inglés, siempre que esté mi mujer cerca, también), he tenido que recurrir a esta forma de comunicación en alguno de mis viajes. Lógicamente, no al sistema de signos oficial que no conozco, sino al “vulgar” reconocido en casi todas las partes del mundo… incluso en la Antigua Roma.

Creo que casi todos en alguna ocasión hemos estirado el dedo corazón de la mano y mantenido los restantes apretados, recreando una figura que representa el pene y los testículos (lo que llamamos “una peineta”). En Roma, con este gesto, hecho con el digitus impudicus o digitus infamis (dedo impúdico u obsceno), podíamos querer decir “que te den…” (lo mismo que hoy en día) pero también representaba la protección contra el mal de ojo. Nada raro, ya que el falo está presente en la cultura romana como símbolo protector. De hecho, era habitual que los niños portasen amuletos fálicos colgados al cuello o incluso pintar falos sobre las puertas de las casas (es verdad que en Pompeya también están grabados en las paredes y el suelo indicando la dirección de los lupanares). Hay varias referencias en los Epigramas del poeta bilbilitano Marcial (siglo I)

Ríete Sextilo, de quien te haya llamado maricón, y levántale el dedo de en medio.

Enseña el dedo, pero el obsceno, a Alconte y a Dasio y a Símaco.

En el siglo VII, ya lo recoge también San Isidoro de Sevilla en su obra Etimologías cuando habla del nombre de los dedos…

Tertius impudicus, quod plerumque per eum probri insectatio exprimitur (El tercero, impúdico, porque con frecuencia se expresa con él alguna burla infame)

Es curiosa también la descripción que hace del anular y del meñique:

Quartus anularis, eo quod in ipso anulus geritur. […] Quintus auricularis, pro eo quod eo autem scalpimus (El cuarto, anular, porque en él se lleva el anillo. […] El quinto, auricular, porque con él nos rascamos el oído).

Según el santo, el anillo se pone en el cuarto dedo de la mano (anular) porque hay en él una vena que de allí lleva la sangre al corazón… Y hasta la fecha.

¿Y qué decir del gesto que se hace con el puño cerrado y el pulgar extendido hacia arriba o hacia abajo? Un gesto tan relacionado con las películas de gladiadores luchando en la arena… y tan erróneo. Parece que el origen de la asociación del pulgar hacia abajo con el significado de muerte está en el espectacular cuadro Pollice Verso (1872) del pintor francés Jean-Léon Gérome. Representa la escena de un anfiteatro en el que un gladiador espera la decisión del emperador: muerte o vida del gladiador caído que, levantando el índice, pide el indulto (missio). El pueblo, sediento de sangre, saca el puño y extiende el dedo pulgar –pollice verso, pulgar girado-. La interpretación que se hizo del cuadro es que este gesto significaba muerte. Esta errónea interpretación ha servido para que en las películas o series de Roma el gesto del pulgar hacia abajo haya quedado como “muerte”. Incluso Ridley Scott reconoció que tuvo en mente este cuadro cuando dirigió Gladiator. La realidad es bien distinta: el gesto que significaba muerte era con el pulgar hacia arriba y señalando la yugular, y el gesto que significa vida era con el puño cerrado y el pulgar oculto (pollice compresso favor iudicabatur, el perdón se indica con el pulgar recogido). Y dejando a un lado al emperador y los gladiadores, ¿por qué ha llegado hasta nuestros días el pulgar hacia arriba como signo de aprobación? Sería el cristianismo el que le daría la vuelta a la tortilla: el pulgar hacia arriba señalando el cielo indicaba el perdón y la salvación y el pulgar hacia abajo, señalando el infierno, mostraba el mal o la muerte.

Otras firmas invitadas en XXSiglos…

1 comentario

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    Muy interesante ya me quedo tranquilo

    Clica sobre mi nombre

    20 diciembre 2015 | 17:13

Los comentarios están cerrados.