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Thank you Mario! But our princess is in another castle! Toad (Super Mario Bros.)

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La mágica melodía de Wii

Mucho ha llovido desde que Nintendo sorprendiera a medio mundo con el nuevo concepto de juego que suponía la Wii, desde que Wii Fit le diera una vuelta de tuerca a la idea, desde que Super Mario Galaxy se convirtiera el enésimo hito en la carrera del famoso fontanero.

La consola que popularizó los juegos familiares basados en la detección de movimiento ya es una máquina veterana a punto de jubilarse. Su sucesora, Wii U, asoma en el horizonte y Wii tiene que conformarse con unos pocos videojuegos que llegan con cuentagotas para engordar su catálogo.

Sin embargo, el crepúsculo de Wii está resultando mucho más brillante de lo que jamás habría imaginado. En estos últimos meses están viendo la luz algunos de los mejores videojuegos que se han desarrollado para la consola de sobremesa de Nintendo, producciones que habrían hecho mucho bien a la compañía, sobre todo a nivel de imagen, de haber salido en los primeros años de vida de Wii.

En un alarde de ironía, los momentáneos rejuvenecimientos de la ajada consola han coincidido con destellos de brillantez de un género caído en la desidia, anclado en los clichés, embarrado de mediocridad: Wii se ha alzado esplendorosa sirviendo de anfitriona a los más sobresalientes juegos de rol japoneses (JRPG) de los últimos años.

Con el RPG estadounidense en pleno auge y el japonés relegado al olvido, a mediados de 2011, Wii recibía Xenoblade Chronicles, un cuento bellísimo, en esta ocasión y a diferencia de muchos de los juegos de rol clásicos más aclamados, con más acentuación en la hermosura técnica que en la intensidad de la trama. Su punto fuerte son, sin embargo, sus grandes posibilidades de personalización y la amplia libertad, que llega a hacer que el juego se asemeje en muchos puntos a los títulos de rol masivos. Cabe destacar la soberbia banda sonora, muchas veces citada como la mejor de 2011.

A finales de año llegaba otra gran joya a la corona de Nintendo. En esta ocasión no hay que hablar de JRPG sino de Action RPG o, para ser más precisos, de The Legend of Zelda, que casi podríamos considerar un género específico dentro del rol y la aventura debido a su inimitable estilo. Skyward Sword llegó para corroborar que no hay Zelda pequeño. Con una carga de épica y de profundidad argumental más acusada que la que poseen mayoría de las entregas anteriores de la franquicia, este juego demuestra en qué es la excelencia en el diseño de videojuegos.

Por último, hace solo unas semanas, llegaba a las tiendas The Last Story, la más reciente creación del padre de Final Fantasy, Hironobu Sakaguchi, y de uno de los compositores de música para videojuegos más aclamados de todos los tiempos, Nobuo Uematsu. Con tales credenciales, el resultado es predecible. Los dos maestros demuestran en esta producción para Wii que siguen en plena forma.

No hace falta que les avale un poderoso nombre como el de la conocida franquicia de Square Enix para que ellos realicen un buen trabajo: Sakaguchi recoge elementos clásicos de los juegos de rol japoneses, les da una pequeña vuelta de tuerca y cede algo de terreno a la linealidad para poder conformar una historia compleja y emocionante, salpicada de geniales combates y revestida con un envoltorio sonoro que pone la piel de gallina.

Wii se está despidiendo, pero lo está haciendo a lo grande, demostrando que nada se puede dar por sentado, ni que una consola no tenga más que dar de sí ni que un género esté muerto y enterrado.

El poder latente de Nintendo

Gravemente herida, oculta y en silencio, descansa e intenta recuperarse. La guerra está siendo larga y muy dura. Tras años en los que parecía que los enemigos no tenían ninguna posibilidad contra ella, sus fuerzas fueron flaqueando hasta el punto de quedarse casi sin energías y tener que alejarse de la refriega.

Sin embargo, a pesar de su espinosa situación actual y su incierto futuro, aún conserva un gran poder en su interior. La magia sigue ahí, latente, esperando el momento idóneo para salir a la luz. El día señalado está cerca y será memorable, ya que supondrá su mayor despliegue de poder en mucho tiempo y llegará justo en el momento en el que está más debilitada. Lo que no está claro es si servirá para recuperar posiciones en el combate.

Ella es Nintendo, claro, la compañía que durante varios años consecutivos consiguió que en los hogares del mundo hubiera más Wiis que PS3 y Xbox 360 juntas (ya no es así). Su preocupante presente viene dado por las últimas cifras de resultados: unas pérdidas por valor de 70.000 millones de yenes (657,9 millones de euros) en el trimestre que concluyó el 30 de septiembre. El intrigante futuro está patrocinado por el lento despegue de Nintendo 3DS y las dudas que envuelven a Wii U.

En cuanto al poder latente, tranquilos, Nintendo no va a lanzar un Kame Hame Ha, va a lanzar dos: The Legend of Zelda: Skyward Sword y Super Mario 3D Land. Mi alma nintendera se enciende cada vez que veo una nueva imagen, un nuevo vídeo, ¡una nueva ilustración de cualquiera de estos dos juegos! Son nuevos pero conservan el espíritu clásico de sus respectivas franquicias, que fluye por cada uno de los personajes, escenarios, melodías…

De momento sólo he tenido oportunidad de jugarlos unos minutos escasos en varias ferias y presentaciones. Esos pocos momentos de juego me han bastado para quedarme prendado de lo nuevo de Link y de Mario, pero esperaré hasta tenerlos en mis manos para hacer un reseña más profunda de cada uno de ellos. Ambos verán la luz el 18 de noviembre, fecha que quedará marcada en el calendario de Nintendo para los restos.

Resulta irónico que, justo en el momento más flojo de la compañía dentro de la actual generación de consolas, tengamos ante nosotros una de sus mejores ofertas navideñas.

Miyamoto nos tiene pillado el punto

Puedo quejarme y me quejo de que Zelda debería buscar una nueva fórmula revolucionaria. No tiene por qué estar relacionada con el desarrollo, también valdría estética. Haría falta un cambio importante para alcanzar el nivel de obra maestra, para asestar un golpe de efecto como el que supusieron A Link to the Past, Ocarina of Time o, aunque muchos se quejasen en su día (creo recordar vagamente que yo fui uno de los que se quejó), el precioso The Wind Waker.

Puedo quejarme y me quejo de que The Legend of Zelda: Skyward Sword llega muy tarde, a una consola tecnológicamente anticuada y que hace años que abandonó sus mejores años de existencia. Tal vez un nuevo Zelda podría convertirse en la munición más poderosa para la próxima arma de Nintendo, la Wii U. En cambio, en vez de usarse como reclamo para vender la futura consola, se emplea como último cartucho para una máquina ya casi abandonada (una readaptación a Wii U como la que se hizo con Twilight Princess tampoco me gustaría, claro).

Puedo quejarme y me quejo de que a Miyamoto ya no le fluyen las ideas como antes, de que ya no es capaz de innovar y sorprender y de que cuando lo hace le salen cosas como Wii Music. No quiero ser injusto con el hombre que me ha regalado algunos de los momentos más felices y divertidos de mi vida. De hecho, en medio de una crisis generalizada de ideas, el bueno de Shigeru casi siempre se las apaña para ofrecer productos de calidad notable o sobresaliente.

Puedo quejarme y sin embargo se me quitan las ganas cuando veo vídeos como el último de The Legend of Zelda: Skyward Sword. El juego rebosa color, magia, épica, aventura, carisma y muy buenas vibraciones. No me hace falta jugarlo para saber que me transmitirá (nos transmitirá) sensaciones maravillosas y experiencias inolvidables. La saga nunca nos ha fallado y está claro que ésta no va a ser la primera vez. Además, alegra descubrir nuevas mecánicas como los momentos de vuelo o las pruebas de equilibrio que se unen a situaciones más clásicas como las zonas submarinas, los combates de espada o las zonas de comercio.

¿Qué expectativas tenéis puestas en The Legend of Zelda: Skyward Sword?