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Rompe Ralph es capaz de lo mejor y…

Una película que consigue que los jugadores tradicionales aceptemos sin rechistar que Zangief aparezca alineado en el bando de los malos tiene que ser, por fuerza, una gran película. Rompe Ralph lo es. Calificada por muchos como el mayor homenaje cinematográfico realizado jamás al mundo de los videojuegos, el filme de animación de Disney se ha convertido para mí en una de las mayores alegrías del año.

Reconozco que, a pesar de que el primer tráiler de Rompe Ralph me encantó, acabé temiendo que podría resultar decepcionante, una pobre historia que usase el reclamo de personajes de videojuego famosos para hacer caja sin demasiado esfuerzo. Me equivoqué. Disney se ha disfrazado de Pixar con gorro de Santa Claus para regalarnos una joya visual, hecha con muy buen gusto y toneladas de amor a los videojuegos.

A estas alturas, pocos habrá que no conozcan el argumento principal de la película: un villano de videojuego, Ralph, que está cansado de ejercer como tal. Pero en torno a esa idea hay mucho, mucho más. Si bien es cierto que la premisa de seres inanimados que cobran vida cuando los humanos no están presentes es común a Toy Story, ahí acaban todos los parecidos con la obra de Pixar. Las comparaciones entre una y otra película más que odiosas me parecen poco acertadas e improcedentes.

Tampoco coincido con quienes solo consideran brillante la primera mitad de la película, donde se concentran la mayor parte de cameos y referencias directas a videojuegos conocidos. Es fantástico ver a Bowser, Eggman, Bison, Qbert o Ryu, entre otros, compartir un mismo universo; es una delicia descubrir detallitos como el código Konami y menciones a Aeris o a Leroy Jenkins; pero aún más fantástica es la integración de características propias de los videojuegos a la trama (el estilo pixelado de los juegos clásicos, el funcionamiento de los FPS, los fallos de programación…), en ocasiones solo como algo estético o secundario y a veces con verdadero peso en la historia.

En principio pensé que el hecho de que la mayor parte de la cinta se desarrollase en Sugar Rush —una especie de Mario Kart ambientado en un universo de golosinas— acabaría siendo un lastre para Rompe Ralph. Tras ver la película, hay quien lo piensa, yo no. Los secundarios (el bueno de Félix tiene casi tanto carisma como el propio Ralph), el ritmo de la acción, la originalidad de cada escena y el sentido del humor, hacen que el nivel de diversión (y/o emoción) sea constante, sobre todo para aquellos que en los videojuegos vemos mucho más que un pasatiempo.

Ideal para niños, para padres, para chicos y para chicas y para cualquiera que quiera pasar un buen rato en el cine, le gusten o no los videojuegos. Rompe Ralph es, sin duda, mi favorita al Oscar a mejor película de animación de este año. Ahora, aún en fechas navideñas, es un buen momento para disfrutar de esta perlita del cine familiar.

Por desgracia, todos estos halagos hacia la película no pueden trasladarse al videojuego de Rompe Ralph para Wii. Irónicamente, una gran película ambientada en el mundo de los videojuegos ha sido convertida en un videojuego infame que no hace honor ni al largometraje en el que se inspira ni al espíritu que desprende este.

La historia comienza donde concluye la película (es un destripe en toda regla si se prueba antes de ver el filme) y, como era de esperar, solo aparecen personajes y escenarios de los mundos creados para Rompe Ralph (nada de cameos ni apariciones estelares). Sin embargo, ni lo uno ni lo otro serían un gran problema si el producto fuese bueno, pero no es el caso. El juego parece inacabado o mal hecho, como el primer proyecto de unos jóvenes aspirantes a desarrolladores. La ambientación no llega a transmitir la sensación de la película, ni la de un juego retro ni la de uno actual. Es un despropósito repleto de fallos que hace rememorar con nostalgia las buenas adaptaciones que solía obtener Disney de sus películas.

Una licencia como Rompe Ralph es un filón de oro que podría haberse convertido en un videojuego maravilloso inspirado en una película maravillosa inspirada en videojuegos maravillosos. En cambio, el resultado es una chapuza que debería mostrarse a los estudiantes de diseño como modelo de todo lo que no hay que hacer en un videojuego, un título que dará un disgusto a más de un niño en Reyes.

Id a ver la película. No os acerquéis al videojuego.