He tardado en probarlo, pero al final he tenido la oportunidad de echarle un buen número de horas a PlayStation All-Stars Battle Royale, un juego que desde el principio estaba claro que era una copia / homenaje / primo hermano de la saga Smash Bros de Nintendo, pero que hasta ahora no he tenido claro hasta qué punto.
Ya tengo la respuesta a mis dudas: All-Stars Battle Royale copia a Smash Bros muchísimo, pero no lo suficiente. Aunque suene extraño, ya que se ha recurrido a la imitación descarada, creo que la mejor opción habría sido adaptarlo absolutamente todo. Pero no, lo cierto es que hay diferencias respecto al juego de Nintendo, las justas para que no llegue a ser tan divertido como el crossover de la gran N.
Una diferencia obvia sobre la que no hay mucho que hacer es la del plantel de luchadores, en general menos carismáticos que Mario, Link y compañía. Existen personajes geniales, tanto de Sony (Kratos, Nathan Drake, Daniel Fortesque…) como de third parties (Big Daddy, Dante, Raiden…), pero también hay un buen número de segundones como Fat Princess, Toro o Spike. Lo peor es que ni siquiera es una selección muy amplia para un juego de este tipo, tan sólo 20 guereros iniciales y, de momento, otros cuatro descargables.
Sin embargo, el cambio más dramático y sobre el que sí se podían haber realizado modificaciones es la mecánica misma del juego. Mientras que en Smash. Bros los personajes tienen un porcentaje de daño que, a medida que reciben golpes, aumenta y les hace más vulnerables, en All-Star Battle Royale los luchadores son inmunes a la mayoría de los ataques recibidos. Los golpes (la forma de realizarlos también es herencia nintendera) tan sólo sirven para rellenar una barra de poder de tres niveles con la que realizar los movimientos más poderosos, los únicos con los que es posible echar a los rivales del escenario.
Este sistema da a lugar a situaciones absurdas, como el hecho de que un personaje que está siendo vapuleado no sufre casi ninguna o ninguna penalización. Es más, mientras el rival no tenga acumulado al menos un nivel de la barra de poder, no hay nada que temer, es imposible que le expulsen del «ring». Sólo las llaves y los objetos, que aparecen poco y son muy poco decisivos, hacen que el agredido pierda parte de su barra acumulada, que se dispersa en forma de esferas luminosas que pueden aumentar el poder de los rivales. Para colmo, los súper movimientos de algunos personajes son mucho más letales que los de otros, lo que les otorga una ventaja desproporcionada e injusta.
Solo los escenarios, bonitos y con muchos elementos que afectan a los combates, aportan algún punto positivo a la jugabilidad. Aun así resultan insuficientes para hacer divertido el modo para un jugador, una monótona sucesión de combates que debemos completar para conocer la historia de cada uno de los personajes, tramas bastante simplonas que, para colmo, están contadas, tanto en la apertura como en el final, con imágenes estáticas. El colofón lo pone uno de los enemigos finales más ridículos vistos en mucho tiempo, una fea cabeza poligonal (Polygon Man, tal y como indican en los comentarios de este post) que no hace absolutamente nada.
El multijugador mejora considerablemente la experiencia, pero supone poco consuelo para un juego en el que no han acertado ni con el diseño de los menús. Al final, la sensación que deja PlayStation All-Stars Battle Royale es que, a pesar de estar conformado por un buen número de potentes marcas, es un sucedáneo, aceptable pero no bueno, con muchos desequilibrios, escasos modos de juego y una mecánica mucho más casual que la del título en el que se inspira.
No me parece un juego horroroso, pero a mí no me ha convencido, ¿y a vosotros?