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Seamos justos con Max Payne 3

Era uno de los juegos más esperados de la primera mitad de 2012, la continuación de una veterana franquicia que nació en 2001 y cuya segunda parte tiene ya casi diez años. Max Payne está de vuelta con un título para PC, PS3 y Xbox 360 adaptado a los tiempos que corren gracias a Rockstar (en concreto por la división de Vancouver, responsable de Bully).

Si tenemos en cuenta el carisma del personaje, la calidad de las entregas previas, la reputación del estudio que lo ha desarrollado y el buen aspecto que luce el proyecto desde hace meses, todo indica que estamos ante un bombazo. Sin embargo, en contra de lo que esperaba, me he encontrado con opiniones muy dispares: puntuaciones estratosféricas por parte de algunos grandes medios y críticas menos entusiastas o incluso exigentes por parte de blogueros y medios más pequeños.

No seré yo quien niegue que a veces todos nos dejamos llevar por el entusiasmo y, hechizados por el encantos de una marca o de una compañía, sobrevaloramos la calidad de un producto. Pero en este caso, basándome en mi experiencia con Max Payne 3, me posiciono claramente en el lado de las puntuaciones de notable alto y sobresaliente. Puede que el juego no suponga una gran revelación, pero es una aventura de acción en tercera persona trepidante, con un ritmo y estructura muy cinematográficos que en ocasiones llevan nuestra mente a la nada despreciable referencia de Uncharted.

En cualquier caso, mi posicionamiento no se debe tanto a que el juego me haya gustado (y me ha gustado mucho) sino a la incoherencia de las críticas negativas que he leído y escuchado sobre Max Payne 3, textos que parecen buscar la credibilidad a partir de la dureza y con quejas que a menudo resultan contradictorias. No son pocos los que dicen que el juego no conserva nada del espíritu del Max Payne original para después argumentar que es muy lineal y poco variado. Quizás hay algo en este razonamiento que no comprendo pero, si mi memoria no falla, Max Payne era un juego de escenarios lineales en el que el desarrollo no iba mucho más allá de ir avanzando y eliminando enemigos.

No, señores, en Max Payne no había que resolver sesudos puzles, construir granjas o enfrentarse a peliagudos dilemas morales. Esto siempre ha ido de pegar tiros y más tiros, acompañados del efectista tiempo bala, que ralentiza la acción a lo Matrix y que en esta ocasión viene reforzado por los llamativos impactos críticos, un buen sistema de cobertura (que es lo que se lleva ahora) y una tecnología de físicas espectacular. Y, aun aceptando la ausencia de libertad (innecesaria dado el tipo de juego) y el hecho de que todo consiste en disparar a cualquier cosa que se ponga por delante, me atrevo a decir que el juego ofrece una variedad de situaciones considerable, la mayoría de ellas dignas de una superproducción de Hollywood.

El nivel técnico, brillante, la elaborada trama, el desarrollo del personaje y el modo multijugador, del que todo el mundo habla maravillas pero que yo aún no he tenido tiempo de probar, redondean un tercer capítulo mucho más que digno. Se le pueden poner pegas, sí, pero dadas sus virtudes —por encima de la media— no creo que sea justo.

Max Payne, héroe de acción… otra vez

Ya había visto muchos vídeos e imágenes de Max Payne 3 y mis expectativas eran bastante elevadas, pero hasta la semana pasada no había tenido la oportunidad de verlo (que no jugarlo) in situ. No me decepcionó, mi impresión fue la que esperaba: acción cinematográfica interactiva de gran nivel.

La aspiración del juego está clara. Se aprecia el intento de mantener el espíritu del mítico Max Payne original y actualizarlo con gráficos y técnicas propias de videojuegos más recientes. De este modo, nos encontramos con un desarrollo que nos obliga a superar tiroteo tras tiroteo disparando mientras nos lanzamos de un lado a otro, usamos el efectista tiempo bala y, como novedad, beneficiándonos de un sistema de cobertura.

A la ecuación hay que añadir el detallismo enfermizo de Rockstar. Si bien se nota la herencia de Remedy Entertainment, los chicos de Bully no pueden ocultar las buenas costumbres de la casa: escenarios cuidados hasta el más mínimo detalle, transiciones perfectas entre escenas pregrabadas y juego real, un trabajo de físicas impresionante… Las colisiones de Max con los objetos, los impactos de bala, las caídas de los enemigos o la destrucción de los escenarios (casi todo es susceptible de acabar hecho trizas) ofrecen un realismo espectacular.

Un par de ejemplos denotan claramente esta obsesión. En primer lugar, las balas poseen físicas diferenciadas. De este modo, en función de su peso, de dónde impacten y de lo cerca o lejos que estemos de los enemigos, los proyectiles producirán efectos diferentes, creando agujeros de salida o no. Las armas añaden otras variables. No es posible llevar un arsenal infinito, tan sólo una cantidad que sea físicamente posible y que además determinará la movilidad de Max.

Un último ejemplo que deja claro el nivel de detalle (y el que más me impresionó con diferencia) se aprecia en la forma en la que el héroe se mueve por el escenario: cuando Max salta por encima de un escritorio, se aprecia claramente si pasa sin rozarlo, si lo toca sólo con las piernas, si cae totalmente sobre él, eetcétera. Más alucinante aún es ver a Max rodando o arrastrándose por el suelo y observar cómo su cuerpo se adapta a cualquier obstáculo, desde objetos cotidianos hasta los cuerpos de los enemigos caídos.

A nivel argumental, la historia nos pondrá en el pellejo del atormentado expolicía tanto en su versión clásica, con pelo y traje disparando a diestro y siniestro por la nevada Nueva York, como con un nuevo look, calvo y con barba, luchando contra los criminales en las calles de Sao Paulo. La trama girará en torno al secuestro de la mujer de un magnate brasileño, pero eso sólo será la punta del iceberg de una violenta guerra de mafias con múltiples personajes implicados.

Estoy convencido de que esta tercera parte volverá a elevar la popularidad de la franquicia a los niveles de la primera entrega, algo que Max Payne 2, sin ser un mal juego, no consiguió.