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Thank you Mario! But our princess is in another castle! Toad (Super Mario Bros.)

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Viejas joyas: Astérix

Astérix y Obélix, los geniales personajes creados por Uderzo y Goscinny se pueden considerar afortunados. Para lo mal paradas que suelen acabar las licencias en el mundo de los videojuegos, los galos no pueden quejarse: la mayoría de sus aventuras van de decentes a considerablemente buenas.

Está el aceptable primer Astérix de Super Nintendo; la secuela Astérix y Obélix, también de Infogrames, mucho más variado y con unos gráficos de excelente nivel; el divertidísimo Astérix arcade, de Konami; Astérix: Desafío del César, una especie de juego de la oca para el malogrado CDi; los más recientes Astérix en los Juegos Olímpicos, Astérix y Obélix XXL y su secuela

Tampoco quiero dejar pasar la oportunidad de citar el extrañísimo Astérix and the Great Rescue de Mega Drive, no por bueno sino porque es el juego que posee los que quizá sean los peores escenarios de la historia de los videojuegos.

Pero el artículo se lo quiero dedicar al que, en mi opinión, es el mejor juego de Astérix: el primero que vio la luz para Master System. Con unos gráficos por encima de la media de lo que se veía habitualmente en la consola, este Astérix mostraba unos personajes grandes y bien definidos y unos escenarios coloridos y variados que cumplían con el ABC de los juegos de plataformas: fase de agua, fase de nieve, fase del desierto…

Antes de cada uno de los ocho niveles, divididos a su vez en subfases, se puede elegir entre Astérix y Obélix. Una buena elección es clave, ya que sus habilidades son diferentes (Obélix, por ejemplo, lanza menhires) y casi siempre hay uno que viene mejor que el otro dependiendo de la pantalla.

Siempre me llamó mucho la atención el uso tan raro que se hace de las pociones en este juego. Nada de superfuerza, aquí Astérix no se toma la poción mágica para obtener superfuerza sino que lanza frascos explosivos para destruir bloques, frascos incendiarios o pócimas que forman plataformas sobre el agua. Muy extraño, pero la verdad es que la idea funciona y hace el desarrollo bastante divertido.

La dificultad va creciendo a buen ritmo a lo largo del juego hasta llegar a algunos momentos de considerable complicación. Curiosamente, la elevada dificultad parece ser el punto en común entre la mayoría de los juegos de los héroes galos. Tal vez, el motivo es que casi todos han sido desarrollados por Infogrames, auténticos expertos en diseñar videojuegos desquiciantes.

Por lo demás, la aventura no es el súmmum de la originalidad. Para darse cuenta no hay más que fijarse en los bloques que se pueden destruir a cabezazos o en las pseudotuberías por las que se accede a zonas secretas. Pero eso no hace que el juego sea peor, ni mucho menos.

Entre las ideas propias, hay una que recuerdo con especial cariño: las fases de bonus protagonizadas por Idefix en las que el perrillo debe ir saltando por burbujas que cambian de color hasta explotar.

Quizás este Astérix no se encuentre entre los mejores juegos de la historia, pero es una aventura con un buen nivel de duración y dificultad, que plantea una gran variedad de situaciones, aprovecha al máximo las capacidades técnicas de la consola y deja ver un evidente esfuerzo de los desarrolladores por realizar un producto bueno y divertido.

Astérix de Master System desprende un inconfundible aroma a clásico de 8 bits. ¿Qué os parece esta aventura de los galos?, ¿cuál es vuestro juego favorito de Astérix y Obélix?

Viejas joyas: Alex Kidd in Miracle World

Uno de los plataformas más míticos de las 8 bits, creado por Sega en respuesta al tremendo éxito del Super Mario Bros. de NES.

Alex Kidd in Miracle World tenía cualidades sobradas para conseguir el éxito, pero éste le llegó por un motivo bien distinto: el hecho de estar incluido en la memoria de la Master System II. Vamos, que todo el que se compraba la consola jugaba al Alex Kidd sí o sí (y si no lo jugaba es que era muy rarito).

Ahora, echando la vista atrás, el juego me parece aún más peculiar que entonces. Aunque parezca una nimiedad, el hecho de que la primera fase fuese un descenso en vertical en vez del típico desplazamiento horizontal supone toda una curiosidad.

Otro detalle que le daba un aire especial al juego era la mezcla del plataformeo puro con elementos más aventureros como la compra de objetos (el anillo que permitía atacar a distancia era ‘la caña’, te hacía sentir poderoso) o pequeños puzzles que se resolvían casi siempre a base de golpear y destruir bloques.

Las fases en moto y en helicóptero también le daban un toque de variedad al asunto, sin olvidar los ¿bizarros? enfrentamientos a «piedra-papel-tijera» contra algunos jefes finales. Además, con mi pasión por las bandas sonoras, no puedo dejar de recordar las pegadizas melodías de este Alex Kidd, que podían rondarte la cabeza durante horas sin resultar cansinas.

El pequeño héroe orejón protagonizó varios juegos más para las consolas de Sega, pero ninguno de ellos repitió ni el éxito ni la calidad de esta primera aventura.