Entre la tediosa repetición de ideas en forma de remakes, precuelas y secuelas, y el riesgo y la incertidumbre de crear IPs desde cero, existe un término medio que últimamente está dando muy buenos resultados: el replanteamiento de sagas clásicas. No se trata de rupturas totales con el pasado sino de lavados de cara —nunca rediseños radicales— que le dan un aire nuevo a lo viejo.
Mientras que títulos como Resident Evil 6 no han logrado transmitir la sensación de evolución que muchos deseaban (por mi parte, creo que las críticas negativas fueron exageradas), otras franquicias sí han dado en el clavo de un modo u otro. Ese es el caso de Assassin’s Creed III, un juego que no abandona el continuismo pero que desprende un aire muy diferente a sus predecesores gracias, entre otras cosas, a la ambientación, los espacios abiertos, las batallas navales, el contexto histórico y su profunda relación con la trama.
Otra saga que ha salido más que beneficiada en los últimos meses ha sido Hitman. Con Hitman Absolution, el personaje de Eidos (y por primera vez en manos de Square Enix) se ha encontrado con su aventura de acción perfecta. El primer juego de la marca desarrollado específicamente para la actual generación de consolas hace olvidar las entregas de PS2 y Xbox. Al menos, así ha sido para mí, ya que ningún Hitman hasta el momento había logrado atraerme.
Nuevamente, más que de cambio hay que hablar de perfeccionamiento: excelente diseño de niveles, elementos que lo hacen muy rejugable, sobresaliente nivel técnico, dificultad desafiante y una perfecta mezcla de exploración, sigilo y acción.
Muy parecido es el caso de Far Cry 3, que alcanzado sus mayores niveles de calidad con una tercera entrega que ya podemos situar entre los mejores sandbox en primera persona que han visto la luz hasta el momento. La calidad del título de Ubisoft Montreal ha ganado además una batalla adicional, un enfrentamiento contra los jugadores recelosos que no quedaron nada satisfechos con Far Cry 2.
Las características de Far Cry 3 —ese juego que nos deslumbró por primera vez en el pasado E3— bailan siempre entre el notable y el sobresaliente. Es grande, enorme, muy variado (con muchas misiones secundarias, armas, habilidades, vehículos), divertido, un buen modo multijugador, editor de mapas y un nivel gráfico festacable. ¡Reconciliación conseguida!
El caso más reciente de «replanteamiento» es el de la saga Devil May Cry, que ha vivido un reinicio con el recién lanzado DmC. En este caso, los cambios han sido bastante más significativos que en los casos anteriores y, quizá por ello, también más polémicos. El cambio de estética y el rediseño de Dante generó desde el principio mucho revuelo, lo que llevó a Ninja Theory a decir que en realidad se trataba de un Dante de otra dimensión y no del carismático héroe original de la saga de Capcom.
Dejando a un lado las críticas furibundas, lo cierto es que DmC ha acabado siendo un fantástico juego de acción en tercera persona. Se mantiene el concepto de hack and slash con algo de plataformeo, pero siempre con el ritmo frenético y el espectáculo visual que Ninja Theory le da siempre a sus juegos. Además, la modernidad estética sustituye a la atmósfera gótica de los Devil May Cry anteriores. La variedad de desafíos y los extras también cuentan como puntos a favor de un título que, guste o no guste, supone innegablemente una evolución de la franquicia mucho mayor de lo que supuso Devil May Cry 4.
Este replanteamiento de franquicias clásicas parece no acabar aquí. Este mismo año, entre los títulos más esperados, se encuentran un buen puñado de lavados de cara: la joven Lara Croft del prometedor nuevo Tomb Raider, el violento Raiden de Metal Gear Rising: Revengeance, o el pasado distópico —y esta vez aéreo— de Bioshock Infinite. Algo más continuistas parecen a simple vista God of War: Ascension, Dead Space 3 y Gears of War: Judgement. Ya veremos…