"El deseado bien último se alcanza mejor mediante el libre comercio de ideas".(1919) Juez O. Wendell Holmes del Tribunal Supremo de EE UU

Archivo de octubre, 2007

Vivir cien años

Durante la última década la esperanza de vida de los españoles que nacen, ha aumentado dos años para alcanzar los ochenta. Es un progreso que tiene que ver con los avances de la medicina y con la mejora de las condiciones de vida. La higiene y la penicilina (de los medicamentos y de los avances médicos en el diagnóstico y prevención de enfermedades) han caracterizado el sangriento siglo XX, uno de los más crueles de la historia pero también uno de los más fértiles en cuanto a avances en provecho de los seres humanos.

Los progresos más significativos se produjeron en la primera década del siglo XX (la esperanza media de vida subió diez años, de 34 a 44), en la tercera (otros nueve años, de 41 a 50) y entre 1940 y 1960 crece otros veinte años, de 50 a 70 años.

Las décadas malas son la segunda, perjudicada por la gripe de 1918 que provocó más de 200.000 muertes en España, y la cuarta, la de la terrible guerra civil.

La segunda parte del siglo XX, los cuarenta años que van del sesenta a fin de siglo, anotan un crecimiento constante más lento, pero eleva otros diez años la esperanza de vida para situarla en las cotas más altas del mundo, como la de otros países europeos con más renta.

¿Cómo apunta el futuro? A la vista de los avances de la medicina preventiva y, sobre todo de la predictiva, de lo que significarán las consecuencias prácticas del genoma y de otras investigaciones aplicadas la utopía de los cien años puede ser previsible, probable, con importantes consecuencias políticas sociales a las que conviene prestar atención y estudio.

De la sentencia del 11M a los socavones del AVE

Las letras se presentan al cobro a vencimiento. Josep Pla dejó escritas páginas precisas en su “cuaderno gris” sobre la angustia del vencimiento de una letra, el sufrimiento del protesto y la agonía de la persecución del efecto antes de llegar, perjudicado, al juzgado.

Esta semana vencen varias letras en política: La sala de lo penal de la Audiencia Nacional dará a conocer el martes la sentencia central del 11M que será interpretada por cada cual según le convenga, pero que pondrá en valor las teorías en boga. A los de la conspiración se les van a estrechar los márgenes de credibilidad.

Al día siguiente el Plano del Parlamento despachará el dictamen del proyecto de ley que llamamos de Memoria Histórica, que muy pocos han leído, pero que ha ampliado la fosa entre los grandes partidos y también entre la ciudadanía. Probablemente ha sido, por sus efectos, una de las iniciativas políticas más desafortunadas de la legislatura.

Y ese mismo día el presidente Zapatero tratará de explicar al pleno del Parlamento los tropiezos del AVE en Barcelona. Un asunto mayor en cuanto a consecuencias, que puede costar las elecciones a los socialistas ya que sus actuales 21 diputados catalanes (15 más que los populares) son imprescindibles para ganar. El cabreo del barcelonés medio es suficiente como para que una elevada abstención haga añicos la mayoría socialista.

En este asunto del AVE sorprende la cantidad de palabras que han emitido los políticos y la ausencia ruidosa de la voz de los técnicos, que es a quienes correspondería referir las circunstancias y establecer los plazos. La pasión de los políticos por aparentar se convierte en agujero de su reputación. Pero no escarmientan. Esta es una de las semanas de vencimiento de letras.

Del “somos perfectos” a “tenemos problemas”

Estuve ayer en dos debates sobre periodismo, en uno como oyente y en otro como ponente con otros compañeros. En el primero el ponente era el director de El País que explicaba el futuro del periodismo pero hablaba de lo suyo. Seguro de si mismo y de la fortaleza de su grupo y de la cabecera, orgulloso de sentirse el eje y en el eje del debate político. Para el director del primer periódico español (de pago dirían JAMS y Arsenio) no se puede entender la democracia española sin la referencia de El País. Es una opinión, revela que en esa casa van bien de autoestima y que ven las cosas desde su exclusiva atalaya. Apuntó, como nota de color, que sufre la presión de muchos ministros, más que su colega británico de Guardian. Es decir que son gente que manda.

La conclusión que obtuve tras escuchar atentamente la ponencia y las preguntas y respuestas es que esta gente de El País es perfecta (o casi perfecta, que es una formula más elevada de percepción de si mismo) que tiene toda la razón y que no necesitan de nadie para acertar en lo correcto y lo pertinente. Que están siobrados. No obstante empezó descalificando a los competidores, a El Mundo y a Público, a sus directores, a alguna emisora de radio, a productoras de televisión que les incomodan. ¿Habló bien de alguien?, pues no recuerdo.

Por la tarde participé en Sevilla en un encuentro de doscientos periodistas convocados por la Asociación de Informadores de Salud, que preside con acierto el director de Servimedia, González Huesa. El ambiente era más autocrítico, quizá porque abundaban los periodista de calle, los que andan con la información, más preocupados por contar lo que pasa que por la suerte de la democracia y por su influencia social y política. En esta reunión se habló de periodismo y de periodistas, de su futuro y presente, de la dificultad de informar respetando el dolor y la intimidad, del riesgo de perder credibilidad. Gente de la base que no tiene el país (la nación) encima y a su cargo

El periodismo tiene problemas, como otras muchas profesiones, tengo la impresión que radican más en los jefes que en la tropa. Como siempre.

Del cojo Manteca a Sergi Xavier

Va para veinte años que en unos disturbios estudiantiles las fotografías de un muchacho con bastones, al que dio en llamarse “el cojo manteca”, destruyendo impunemente mobiliario urbano se convirtió en referencia del desastre nacional. Aquellas fotos ocuparon la escena nacional varios días y sirvieron al debate político del acoso y derribo y a los sociólogos de cabecera que certifican el fin del mundo y la degradación de la nación.

El cojo manteca de hoy se llama Sergi Xavier MM, un energúmeno que la emprendió a golpes con una muchacha en el metro y que luego se excusa porque estaba bebido y fuera de si. Comportamiento tan intolerable merece la aplicación inmediata del código penal, ejemplaridad.

Pero por mor de las circunstancias el caso se enreda. Resuelta que los lamentables hechos son filmado y difundidos, resulta que la respuesta del estado de derecho es vacilante y rutinaria, que el fiscal andaba distraído y el juez ocupado y nadie se dio cuenta del efecto bola de nieve. Resulta que una ministra ecuatoriana estaba en Barcelona y convierte en asunto de estado la agresión, y da más velocidad a la bola. Y resulta que el tema tiene tirón para que los medios se ocupen. Unos para bien, otros no.

Si el tal Sergi Xavier tuviera representante (quizá ya lo tiene) organizaría sus apariciones públicas por turno y con honorarios. Alguna televisión parece que ha ofrecido a esta “perla” una exclusiva y, consiguientemente, cierta protección. Un filón para tirar de la audiencia televisiva unos días.

Si la justicia hubiera actuado con diligencia la mitad de este circo que nos amenaza y que solo pretende excitar sentimientos y armar bulla nos la hubiéramos ahorrado. Pero no será. La codicia televisiva se instala en el mundo sórdido para fabricar un potaje deprimente.

A los jueces corresponde poner orden en el guiso, dirigir la causa y acotar la resonancia. Sospecho que tenemos caso para varios días, que luego se agotará en si mismo, sin continuidad ni conclusiones. La imagen de hoy (con decenas de cámaras detrás) es la del tal Sergi Xavier M M, que nunca imaginó tanta notoriedad (y rédito) por una tanda de bofetadas a una desconocida. ¿Será rentable el delito?

El precio de la intimidad (dos sentencias contra el tomate)

Dos Audiencias provinciales, la de Madrid y la de Cantabria, han condenado a Tele 5, en concreto al famoso programa vespertino del tomate, por intromisión ilegítima en la intimidad de Gonzalo Miró y de Carmen Martínez-Bordiu Franco. En el primer caso se ha fijado una indemnización compensatoria de 300.000 euros y en el segundo la compensación está por determinar. Caben recursos que los abogados de la cadena presentarán en plazo y en forma y que elevarán hasta el Supremo la decisión final.

Hay jurisprudencia suficiente en la materia con casos de referencia que tuvieron a personajes del corazón y aledaños como protagonistas. Y de esos casos puede concluirse que la intimidad y el honor tienen razonable protección legal y judicial si las demandas se presentan con buen fundamento. Además los plazos de tramitación judicial no son tan largos y disuasorios como se cree. Demandar es penoso pero puede merecer la pena para quienes se sienten perjudicados y quieren reparación y en ocasiones medidas cautelares que impidan la persecución .

No es tan homogénea la doctrina referida a las indemnizaciones, ¿Cómo deben calcularse? ¿Por la capacidad del ofendido o por el lucro obtenido por quien ofende? ¿Deben ir contra quien ofende o también contra el editor que acoge y da espacio a la ofensa? ¿Deben ser sanciones disuasorias y punitivas o meramente indicativas? ¿Tiene precio el honor y la intimidad?

Los jueces no han respondido efectivamente a esas preguntas, van tanteando, quizá no sea ese su papel y al legislador le toca perfilar mejor esos extremos. Pero la legislación positiva de protección de los derechos individuales existe, es consistente y no tanto su aplicación.

Las dos sentencias conocidas ahora parecen indicar que hay demandas, que son atendidas por los tribunales y que muchas prosperan. Tanto que algunos editores empiezan a estar agobiados por el riesgo económico de las sanciones y que piden a sus abogados que trasladen a los autores la responsabilidad. No les falta razón pero la reiteración de comportamiento que van contra la ley también es responsabilidad del editor que ampara los excesos y, en ocasiones, les anima.

Sutilezas para el debate del salario mínimo

Los socialistas hacen ostentación de su sensibilidad social y se proponen llevar el salario mínimo a 800 euros la próxima legislatura y a mil euros poco después. Además critican que los populares no se ocuparon de esta referencia durante sus ocho años de mandato.

Asunto delicado el del salario mínimo, que admite demagogia sin cuento. Recomendable sería moderación y respeto a la doctrina. Quienes creen en la bondad y justicia de fijar ese suelo salarial mediante leyes deben apurar el argumento hasta el final: ¿porqué 800 y no 1200 o 2.000?

Los economistas serios están de acuerdo en que el salario mínimo incide en el nivel de empleo, le reduce. Un 80% de los economistas encuestados así lo piensan. Es una consecuencia inevitable, sin duda que no buscada, pero ocurre. El salario mínimo afecta al segmento de población con menor cualificación, cuyo valor trabajo es más bajo. Especialmente a los más jóvenes o a quienes atienden empleos menos exigentes.

Quien defiende el salario mínimo más alto posible, quien sostiene que contribuye a la justicia y el respeto a la dignidad de los demás, debe saber que tiene razón, pero que tiene efectos perversos.

El texto de Gregory Mankiw sobre principios de Economía (pag. 88 de su 4ª edición en español), que es en mi opinión el mejor manual de economía de los disponibles en el mercado, apunta que elevar el salario mínimo un 10% reduce las oportunidades de empleo de los jóvenes sin cualificación ni experiencia entre un 1 y un 3%.

Puede ser mejor el remedio que la enfermedad, o al revés, pero conviene distinguir ambos y tenerlos en cuenta. A salario mínimo más alto, menos empleo. No quiere decir eso que no deba existir el salario mínimo, sólo que tiene consecuencias que no hay que ocultar.

El Congreso de los Estados Unidos fijó el salario mínimo por hora en 1938 mediante una ley de prácticas laborales justas. Ahora ronda los 21.00 dólares año (la mitad del salario medio del país) y convive con una elevada y envidiable tasa de ocupación y con muy bajo nivel de paro. Así que ese salario no es ni santo ni diablo, es arma de dos filos que conviene manejar con cautela. Los más papistas que el papa acaban herejes.

Inconstitucionalidad del Constitucional

Siete artículos de la Constitución (del 159 al 165) fijan la naturaleza, marco y objeto del Tribunal Constitucional. El 159.5 reza: “Los miembros del Tribunal Constitucional serán independientes e inamovibles en el ejercicio de su mandato”. El verbo es correcto: “serán”, porque pueden no serlo, de hecho no lo son: ni independientes ni inamovibles. El baile indecoroso de recusaciones afecta a la inamovilidad y el alineamiento político de sus miembros arruina la independencia.

No son pocos los que piensan que los componentes del Tribunal (como los del Consejo del Poder Judicial, con mandato agotado) no deberían seguir en el cargo, por decisión voluntaria, ni un minuto más, que deberían plantarse ante el presidente del gobierno y el jefe de la oposición y advertirles que lo que está ocurriendo en ambas instituciones daña y malbarata el marco institucional de la democracia española, más aun que las desbocadas intenciones de los independentistas.

La fortaleza de la nación, de la democracia constitucional que la conforma y legitima, reside dentro de si misma, mucho más que en las posibilidades de sus enemigos. Cuando la nación española ha logrado un marco constitucional generador de progreso, de prosperidad, alguna de sus instituciones centrales, creadas para garantizar el equilibrio de poderes, sucumbe en una guerra partidista ciega y torpe.

No hay Tribunal superior neutral ni perfecto. El mejor, el de los Estados Unidos, otorgó la presidencia a W. Bush el año 2000 con manifiesta parcialidad. El candidato perdedor, Al Gore, acató y miró adelante. La estabilidad institucional le pareció más importante que las victorias coyunturales con consecuencias imprevisibles.

Los sesgos del Constitucional y del Consejo del Poder Judicial son lo más sombrío que ocurre en la democracia española, la mayor amenaza a su estabilidad y buen desempeño. Y quienes pueden solventarlo hacen lo contrario, ensanchan el foso.

¿Qué tiene esta señora…?

Cecilia Ciganer-Albeniz (casada primero con Martín, luego con Sarkosy) ocupa las primeras planas en todos los medios por el mérito de una cierta insumisión infrecuente, incorrecta, y por el manto del misterio. Desde que su marido Nicolás Sarkosy (segundas nupcias para ambos que formalizaron su relación hace once años, con los cuarenta cumplidos) escaló a los primeros puestos de la notoriedad, Cecilia apareció en la escena con estilo propio, entre silente y enigmática, como que si, como que no, partidaria pero despegada, de cara y de espaldas a su compañero de viaje. No se la conoce obra ni obras, solo gestos,

Esta mañana he leído sobre ella todo tipo de calificativos, algunos de ellos imposible de compatibilizar: “mujer fuerte”, “insumisa”, “eterna adolescente”, “libre”, “que no se somete”, “caprichosa”, “tiránica”… ¿una señora Kennedy o Diana u inclasificable?

Dicen que dijo: “primera dama… vaya latazo”. No votó en la segunda y decisiva vuelta de las elecciones presidenciales, pero intervino a fondo en la negociación con los libios para liberar a las enfermeras búlgaras o en el buen consejo al candidato.

No ha tenido un oficio conocido, estudió derecho, anduvo por la moda, pero dicen que tiene buen criterio y que asesora bien, pero carece de una carrera más allá de la proyección a través de sus compañeros de vaije a los que trata con afecto y desdén de ser superior.

En España no hay señoras de este porte y misterio. Tampoco se parecen las señora de Bush, de Blair, de Prodi… ¿Desaparecerá de la escena tras un divorcio de estado formalizado con austera normalidad?

El personal sabe preguntar

Entre las novedades del nuevo equipo de RTVE está el programa “Tengo una pregunta para usted”. No es una descubrimiento mundial, copia programas semejantes emitidos en otros países, pero ha funcionado bien, mejor que la media de la cadena, con los líderes políticos principales y con los secundarios que comparecieron la noche del martes.

Solo he visto algunos resúmenes del programa y comentarios varios en los medios y en la calle. Por lo visto el personal asistente preguntó con intención y con interés y dio oportunidad a los entrevistados a demostrar su carácter. La audiencia fue mejor que buena y permite mantener vivo el programa.

Preguntar bien no es tan sencillo. En teoría los periodistas nos dedicamos a preguntar y a trasladarla las respuestas al público. Quizá no hagamos tan bien ese trabajo de preguntar como el personal que no se dedica profesionalmente a eso. Hay más debates entre periodistas convertidos en protagonistas que entre éstos y periodistas ejerciendo su papel de interrogador, de preguntón. Quizá hemos perdido la costumbre de preguntar.

El programa de TV1 funcionó bien, tuvo audiencia y demuestra que ésta no se interesa sólo por lo intrascendente, que la política no espanta o aburre si las cuestiones están bien planteadas. Unos políticos debidamente interrogados puede interesar a millones de espectadores.

PD. El señor Carot Rovira cae mal fuera de Cataluña, pero eso no justifica que no haya que llamarle como a él le guste ser llamado. El derecho al propio nombre no es discutible. Un debate atascado en ese punto es como para llorar.

La legalización de algunas drogas

Es conocida la posición de una revista tan reputada como The Economist a favor de la legalización del mercado de drogas; también pensaba parecido un economista como Milton Friedman. En ningún caso ignoran o minusvaloran los riesgos que supone el uso de drogas, pero entre ordenar el mercado o prohibirlo prefieren lo primero. Aunque solo sea como mal menor, como procedimiento más eficaz para evitar lo menos deseable.

Sin embargo quienes están más cerca del conocimiento de los efectos de las drogas siguen pensando que están mejor prohibidas y muy controladas que autorizadas y reguladas. Las drogas están rodeadas de misterio, oscuridad y delito y no se puede dejar ningún resquicio.

El debate es viejo, lo cual no quiere decir que sea frecuente, intenso y compartido. En Inglaterra se reabre ahora porque algunas personas de fuste reclaman una despenalización parcial de las drogas. Entienden que así se combatirá mejor el binomio delito/droga.

En España el debate no se ha producido o se ha hecho en círculos muy reducidos y con poca profundidad. Este es un país consumidor de todo tipo de drogas, las estadísticas son muy desalentadoras, especialmente entre jóvenes y adolescentes. Además es territorio de tránsito hacia otros mercados de consumo.

Probablemente la policía que se ocupa de la materia son capaces y competentes, tanto como la de otros países; de hecho las capturas son importantes, pero la conciencia pública y social es insuficiente, a pesar del buen trabajo de algunas Fundaciones dedicadas al caso.

Para tomar partido, para mostrar un preferencia a favor o en contra de la legalización se necesitan argumentos, escuchar y pensar. Y ese debate aquí está por llegar.