Cuando tienes una enfermedad, pasas por muchos momentos de toma de decisiones. Algunos con un riesgo/beneficio más directo como puede ser elegir una u otra medicación, y otros indirectos, ¿dejo de fumar?, ¿empiezo a comer de forma saludable?, ¿me pongo a hacer deporte?,... Acabas decantándote por algo, decides algo que crees que va a ser bueno para ti, lo que crees en ese momento que más te conviene. En ese momento valoras unas características, y en otra época, es probable que valores otras distintas. ¿Estaré haciendo bien o mal?, ¿podré hacerlo o no?, ¿me sentiré mejor o peor?
Y no solo vas a decidir en tu estilo de vida. Cada vez es más habitual que el médico te muestre el abanico de tratamientos que serían mejor dada tu historia clínica, te explique los riesgos, los efectos secundarios, las revisiones y la forma de administración de cada uno, y que sea el paciente el que elija. Aunque a priori, pueda parecer una práctica abrumadora -sobre todo para un recién diagnosticado- me encanta esta forma de involucrar al paciente en una decisión que principalmente solo le va a afectar a esa persona, ya que somos nosotros los que convivimos con el tratamiento y todo lo que conlleva.
Como muchas otras decisiones que conciernen a la salud, solo quieres hacer lo que sea mejor para ti y acertar. Elegir un camino de todas las posibilidades que te ofrecen. Pero vas a ciegas, unos se fían de su intuición y otros siguen recomendaciones. La opción elegida siempre será la correcta para esa persona en ese momento, y tendrá sus razones de peso por haber elegido esa alternativa. Probablemente, otra hubiese elegido algo completamente distinto.
También cada uno tenemos un método para hacer esa elección. Han sido tantas a lo largo de estos años que ya tengo el mismo modus operandi. Me gusta preguntar al médico, conocer otras experiencias e investigar por mi cuenta. Me gusta escuchar, preguntar e ir perfilando una idea poco a poco, para luego convertirla en una decisión en firme. Al principio cambio treinta veces de opinión a la semana, pero según pasa el tiempo, siempre hay una que prevalece sobre el resto.
Las decisiones que tomamos nos acaban definiendo como persona. Por ello, es tan importante estar bien informados, conocer otros casos y, como muy bien señalas conocer otras experiencias.
Gracias por otro gran post Paula!
Saludos
28 junio 2016 | 13:38
Hola Paula, ya me hubiese gustado que fuese como tú dices. A mí las explicaciones que me dieron fueron pocas. Las alternativas fueron medicarme sí o sí, y luego elegir entre pincharme yo en mi casa o ir una vez por semana a que me pincharan. Ya llevo más de seis meses sin medicación y muy feas se tienen que poner las cosas para que yo vuelva a hacerlo. Los médicos te pueden informar de una serie de efectos secundarios de los que hablan los prospectos y otra cosa son tus efectos secundarios y el vivir la medicación día a día. Me quedo como estoy todo lo que pueda. De mi parte ya he puesto el volver a hacer deporte, descansar y dormir bien, buscar una alimentación mejor e intentar ser feliz y no darle vueltas al coco por cosas que no puedo cambiar o en las que no puedo interferir. Besitos
28 junio 2016 | 16:01
Mi decisón más importante fue la de llevar al pie de la letra las indicaciones de mi neuróloga, entiendo que de medicaciones sabe algo más que yo y ese es el mejor consejo que puedo dar a cualquiera, con respecto a otras cuestiones creo que más que una toma de decisines es una cuestión de cómo seamos cada uno
28 junio 2016 | 19:59