El acto (positivo) de un día les ha librado de una condena después de múltiples años de malas prácticas. El pasado jueves conocíamos la sentencia de la Audiencia Nacional contra la antigua cúpula de Caixa Penedés. El exdirector general de la entidad, Ricard Pagès, fue condenado a dos años de prisión y otros tres exdirectivos (Joan Caellas, Santiago Abella y Manuel Troyano —curioso apellido) a uno después de que el juez encontrara probado que los cuatro actuaron de forma «maliciosa e insidiosa» con el fin de autoadjudicarse pensiones muy por encima de lo aconsejable para una entidad de su tamaño. Tan probados fueron los hechos que los condenados incluso reconocieron los hechos.
Y es precisamente aquí donde empieza lo fuerte. Ya que tan solo un día antes de que se emitiera el veredicto de culpabilidad, los acusados devolvieron los 28 millones de euros que (entonces todavía presuntamente) habían sustraído a la caja por medio de remuneraciones muy por encima de mercado y fuera de toda prudencia. Y con ese simple gesto, el magistrado redujo su condena y les ha librado de entrar en prisión. Les han aplicado sendos atenuantes de reconocimiento de los hechos (más que probados para entonces) y de reparación del daño (repito, un día antes de la sentencia) y ZAS, todo se queda finalmente en un «pelillos a la mar».
Obviamente, tras conocerse la sentencia se han disparado los comentarios de personas indignadas ante lo que es, dicen, una demostración de que la Justicia no es igual para todos. Que es más benévola con los ladrones de guante blanco. No seré yo el que afirme eso porque no tengo pruebas ni de una cosa ni de la contraria, y los que me conocen saben que prefiero pecar de ingenuo y confiar en el sistema antes que pensar que todo está corrompido.
Lo que sí que tengo claro, no obstante, es que después de seis años de crisis económica en la que se han llevado a cabo recortes presupuestarios mientras se ha empleado dinero público para sanear a los bancos, la sociedad española traga con dificultad con el hecho de que hasta el momento ningún banquero haya sido condenado. No me cabe duda, porque he podido comprobarlo, que muchos no han sido culpables de nada, pero ¿realmente todos son inocentes? Políticos, empresarios, folclóricas… todos han tenido su momento de gloria penitenciaria. En otros países como Islandia o Estados Unidos hemos visto aplicarse la ley de forma implacable sobre los señores de las finanzas. ¿Veremos esto en España?
EDITO: Un compañero del diario Cinco Días al que aprecio (Miguel M. Mendieta), y que sabe mucho más del caso Caixa Penedés que yo, me ha puntualizado algunas cosas y creo que es interesante añadirlas. En su opinión la sentencia es «buena, rápida y efectiva» y además se ha conseguido que devuelvan el dinero, algo que no ocurre frecuentemente. Ha sido rápida teniendo en cuenta la lentitud de la Justicia española, y eso a pesar de que uno de los acusados falleció antes de que finalizara el proceso. Cree que es además «efectiva» en el sentido de que la sentencia es firme y ninguna de las partes recurrirá (ni la Fiscalía, a pesar de que pedía más años para los condenados). Por último, ha aclarado que lo que se juzgaba no era una mala gestión «(que la hubo), sino pensiones excesivas (que las hubo)». Es decir, y en esto estoy completamente de acuerdo: No se trataba de un juicio sumario, sino un juicio por unos actos muy concretos, y que se ha resuelto con una culpabilidad inapelable. Otra cosa es lo que piense cada uno de las penas por delitos económicos…