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Entradas etiquetadas como ‘villancicos’

Navidad: cuando conocíamos el significado de esa palabra

Por Miguel Ángel Loma Pérez

En tiempos pasados pero recientes, cuando aún conocíamos el significado cristiano de estas fiestas y no nos habían convertido a los renos en insólitos animales de compañía, el belén doméstico se alzaba como centro de las celebraciones familiares.

Un pozo, en el belén de Mensajeros de la Paz.

Un pozo, en el belén de Mensajeros de la Paz.

Un belén que contaba con activo protagonismo infantil ya desde su confección porque, junto a María, José y el Niño, era capaz de reunir a una variopinta población formada por personajes de cualquier época, tamaño y condición; y especialmente si se trataba de población animal, donde podíamos encontrar desde la inocente familia de patitos bañándose en un río de plata con restos de chocolate, hasta a las peores fieras salvajes que merodeaban entre los riscos de corcho cercanos al castillo de Herodes.

Un belén que aglutinaba a los niños de la casa (por entonces había muchos niños en las casas) para cantar villancicos ante el deslumbrante momento en la historia de la humanidad que, aún siendo muy pequeños, bien sabíamos qué estábamos celebrando.

Villancicos de letras festivas e ingenuas la mayoría de las veces, que aún seguimos cantando y que incluso pueden llegar a herirnos si nos cogen estos días con la guardia baja: «La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más».

Una verdad demasiado rotunda que encierra otras verdades demasiado grandes, como para despacharlas entre sonidos de pandereta.

Navidad para recordar a los que ya se han ido. Navidad para recordar que también nos iremos nosotros, y otros vendrán después.

Navidad para recordar que aquí estamos de paso, y que sólo quedará de nosotros en esta tierra lo bueno o malo que hayamos hecho. Aunque sólo fuera por la oportunidad de recordarnos tan determinante verdad, bienvenida sea la Navidad.

La realidad para Rajoy, Wert y Lasquetty

Por José Antonio Saldaña Pérez

Esta mañana en el metro ha entrado una niña de no más de cuatro años con su madre. Llevaba un disfraz de angelito de confección casera, con sus alas y su túnica hechos de sábanas viejas pero aun blancas.

Con mucha gracia y sin vergüenza, ha empezado a cantar los villancicos que llevaba ensayados para la función de navidad. Ha hecho suya la barra donde normalmente los pasajeros se agarran somnolientos y estos le han dejado hueco sujetándose en otro sitio. En un momento el vagón se ha convertido en su escenario y los viajeros en un público entregado que cuando ha terminado la actuación han aplaudido entusiasmados.

No estaba soñando ni viendo en el móvil una escena de alguna película de Hollywood o la final de La Voz. Ni siquiera era un cuento de Navidad. Era real. El metro nunca deja de sorprenderte. Supongo que si un día Rajoy, Wert o Lasquetty [consejero de Sanidad en Madrid] en lugar de ir al despacho en coche oficial cogieran el metro, como si por un momento se apellidaran López, Petrescu o Kintawi, se darían cuenta de lo que es la realidad.

Madrid, Avenida de América, línea 7 dirección Pitis, 8:35 am, 21 de diciembre de 2012, día del fin del mundo.

Unas navidades tristes

Por Francisco Pineda Zamorano (Asesor en Relaciones Internacionales y Cooperación)

Se acerca inexorable la navidad y en muchas empresas se aprestan a celebrar la típica comida de empresa. Lejos del disfrute de años anteriores, estas comidas se han vuelto bastante trágicas debido, fundamentalmente, a las personas que ya no forman parte de la empresa por haber sido despedidos y porque los que aún trabajan penden del hilo de estar en la calle el año próximo.

Con la paga extra de navidad anulada, muchísimas familias verán recortadas sus opciones de consumo, regalos y fiestas, pesando como una losa la necesidad de ahorrar, o dejar de gastar, en previsión de peores tiempos.

Varios millones de personas están en una situación bien distinta a las anteriores. Su situación económica ya es gravísima y es bastante difícil que lleguen, no a final de mes, sino simplemente al día 10. Para este enorme colectivo las navidades van a ser un grave suplicio viendo como se despilfarra en la costumbre festiva sin poder acceder a lo más básico para alimentar debidamente a la familia.

Los bancos de alimentos multiplicarán su actividad procurando que todas las familias tengan algo que llevarse a la boca en tan señaladas fiestas, pero la demanda es tan fuerte que posiblemente no den abasto. Encomiable labor la de los voluntarios que demuestran su compromiso social tapando las miserias de un Gobierno insolidario y privatizador.

Aunque cantaremos los mismos villancicos de todos los años y nos divertiremos casi por imperativo legal, la procesión irá por dentro y muchos estarán pensando qué será de ellos el próximo 2013, si continuarán trabajando o se irán al paro, si sus hijos podrán estudiar en la universidad, si podrán seguir pagando la hipoteca o, el mejor de los casos, si podrán comprarse algo en las rebajas.

Construir un Estado de miseria es tan fácil que las políticas restrictivas del gobierno del PP lo han llevado a cabo en un año. No le han importado los daños colaterales: millones de personas bajando peldaños de clase social, adornar con la infelicidad la vida de todo un país en la ruina. Pero por suerte no hay mal que dure cien años.

No vamos a dejar que nadie ni nada nos amargue la navidad y, sobre todo, no vamos a dejar que estos políticos ineptos, los de antes y los de ahora, vuelvan a gobernar este país. De momento, a los Reyes Magos les he pedido carbón para el PP y el PSOE, por inútiles.