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Entradas etiquetadas como ‘tiempo’

Imposible conciliar trabajo y familia

Por Francisco Javier Lorenzo Presol

Familia

Una familia, con un bebé y un portátil. (GTRES)

Conciliación: avenencia, armonía, concordancia… son algunos de sus sinónimos. Para mí, desde luego, son términos que parecen de ciencia ficción. No los he conocido y creo que todo aquel a quien conozco se encuentra en la misma situación. En España, si alguien ha conseguido la conciliación laboral-familiar muy probablemente haya sido porque le ha tocado sufrir la crisis y engrosar las listas del paro. Sé que hay países que se toman muy en serio este aspecto, pero a nosotros nos queda mucho todavía. El otro día vi un video, “El experimento sobre horarios laborales que te va a sorprender”. Y tanto que me sorprendió (si lo pienso fríamente, debería de sorprenderme por haberme sorprendido). Me conmovió y me hizo pararme a pensar (para lo que no tenemos mucho tiempo) en qué nos estamos convirtiendo. Las familias coincidimos en pequeños espacios de tiempo, ya no compartimos. Me gustaría que mi hijo recordara una infancia con sus padres, no una continua e interminable contrarreloj.

Madre trabajadora y divorciada: “No tengo tiempo”

Por Nuria Rodrigo Alonso

Me levanto, me ducho, desayuno, corro al cuarto de mi hija, le despierto, le ayudo a vestirse, le preparo los cereales, le grito por su parsimonia, al fin salimos de casa, crispadas y nerviosas, siempre al filo de llegar tarde, ella al colegio, yo a la oficina…

Discurre la mañana, atiendo a gente que tramita que le concedan la ayuda del alquiler, hago lo que puedo, aun así todo el mundo se queja, no reúnen requisitos, les falta un papel, todo va lento, unos pagan sus frustraciones conmigo, otros se muestran comprensivos.

Una trabajadora durante su jornada laboral. (GTRES)

Una trabajadora durante su jornada laboral. (GTRES)

Al fin, una horita para comer lo que ayer por la noche me preparé en un ‘tupper’, está frio, insípido. Tomo un café en el bar del curro, este momento me reconcilia con la dureza de escuchar durante horas problemas ajenos, problemas reales que vive un montón de gente.

Vuelvo a mi mesa, solo quedan dos horas y saldré escopeteada hacia el colegio. Llevaré a la niña a la escuela de música, que me cuesta un gran sacrificio ya que ya no está subvencionada por el Ayuntamiento, pero me compensa ver cómo avanza en el viejo piano que he comprado a plazos.

Mientras ella permanece en el centro, voy corriendo al supermercado a comprar. Al fin llegamos a casa. Ella se ducha, yo pongo la lavadora, hago la cena y la comida que llevaré al trabajo… Y así, día tras día.

El fin de semana nos levantamos sin prisas, luego limpio un poco a fondo, el resto de días no tengo tiempo. Por la tarde intento hacer algo distinto, ir al cine, ir a ver una exposición… Tiene 8 años y empieza a interesarse por las cosas.

Y aquí termina todo. Soy divorciada, el padre de la niña ha tenido que marcharse al extranjero a buscarse la vida, no hay fines de semana alternos para tener un poco de vida propia.

Entonces, ¿por qué todo el mundo pone el grito en el cielo cuando confieso que estoy chateando con desconocidos por Internet? Que si es penoso, que si no tengo necesidad, que si hay que conocer gente en la calle, que si todos mienten en la Red, que si seguro que serán patéticos, que si esto o lo otro…

Respuesta: No tengo tiempo. Y al final, voy a tener una cita. Por escrito era genial, veremos en directo.

Inteligencia twittera

Por Agustín Arroyo Caro

Twitter, como red o plataforma social, parece que se ha elevado a la categoría de santuario nodular e imprescindible para comunicarse sobre todo entre los jóvenes. En 140 caracteres poco se puede decir. Es verdad que pensadores o intelectuales como La Rochefoucauld, La Bruyere u Oscar Wilde, por ejemplo, en una sola frase podían encerrar una sintética e incuestionable sabiduría. La floración incontenible de chorradas, banalidades, fruslerías y frases inanes, fruto de un pensamiento débil, pueblan Twitter y banalizan el pensamiento profundo. Si la gente leyese más libros y periódicos podría enriquecer el volátil e insustancial pensamiento twittero. TwitterLa reproducción cuasi ilimitada de mensajes y opiniones en píldoras en Twitter no puede cambiar la realidad y la facticidad mostrenca de la dureza de la vida diaria y de la Historia humana. Los políticos quieren controlar, incluso, el pensamiento débil y dicen cosas en Twitter para demostrar o aparentar que están al loro de la opinión pública más extensa o popular. Es solo una pose o máscara fútil que no desenmascara sus verdaderas intenciones muy arraigadas y planificadas con todas las consecuencias. Muchos, en vez de hacer pintadas en la tapias o en los retretes, escriben en Twitter; es más accesible y adictivo. Es una moda efímera como todas las modas pasajeras. Muchas veces una ostensible pérdida de tiempo.

El autobús a la carta

Por Ignacio Caballero Botica

Es común entre los ciudadanos en su papel de consumidores y/o usuarios el expresar nuestras quejas cuando algo no funciona bien. Es por eso por lo que hoy quiero romper una lanza a favor de un hábito que ha desaparecido de mi vida gracias a la tecnología: «esperar al autobús». Antiguamente la forma de saber si el autobús acababa de pasar o estaba a punto de llegar era hacer una especie de aritmética con el número de personas presentes en la parada y dividirlo por el número de lineas que transitaban por la misma. A eso le añadíamos una pizca de intuición y tomábamos APP EMTla decisión de probar suerte y esperar u optar por una alternativa de transporte como puede ser el Metro o el coche de Fernando.

Hace un par de años aproximadamente, la Empresa Municipal de Transportes de Madrid… la EMT de toda la vida, lanzó una App para los smartphone que es una maravilla que me permite saber desde antes de salir de casa o del trabajo, el tiempo estimado de los dos próximos autobuses que pasarán por la parada que me interesa; lo que sin duda redunda en que utilice este medio de transporte en detrimento de otro simplemente porque puedo planificar mi tiempo, la marquesina la tengo enfrente de casa y aunque no haya nadie esperando, sé que las luces anaranjadas se vislumbrarán por el horizonte al poco de poner un pie en la calle.

Gracias a esta magnífica aplicación se acabó el pasar frío o calor esperando al autobús que se convierte en un servicio «a la carta» que cumple con sobresaliente la regla de los nuevos tiempos; permitir al usuario/cliente elegir y aprovechar su tiempo al máximo.

 

No me atrevo a dar de baja el seguro médico

Por Javier Poza Astorga

Con cierta frecuencia aparecen en los medios de comunicación quejas y alarmas respecto a la sanidad pública y eso crea cierta confusión, al menos a mí me la produce; yo que por mi edad, mayor de 70 años, me realizo revisiones anuales puedo verificar que son alarmas infundadas, hasta el punto de que manteniendo una sociedad médica privada no la utilizo, salvo para temas no cubiertos por la sanidad pública como pueden ser implantes dentales y/o de lentes multifocales; dada esta situación me he llegado a plantear darme de baja en la sociedad privada, pero ante la alarma que, como digo y a mi juicio infundada, crean los medios no me atrevo a efectuar la baja por si fuera cierto u ocurriera en alguna ocasión, pero espero que no sea así, ya que mis experiencias me dicen todo lo contrario; no hace tiempo leía en un medio que era difícil obtener cita médica antes de las 48 horas, sin embargo el pasado jueves día 11 a las 11,50 horas solicité en mi centro de salud cita para mi médica de cabecera, me la dieron para las 12,06 del mismo día; últimamente, ante un dolor en un oído, fui a la médico de cabecera, me envió al especialista, este me pidió una R.M. y vuelta al especialista, pues todo ello transcurrió en 23 días exactamente; cuando por cualquier motivo he utilizado la sanidad privada la duración del proceso ha sido bastante más dilatada. Daría muchos más ejemplos, pero extendería en demasía este escrito y no lo veo prudente. Por lo expuesto, les agradecería, en especial a los medios alarmistas, fueran más concretos y exactos, sin generalizar indebidamente.