Por Agustín Arroyo

Los partidos políticos evolucionan y se suelen renovar en sus cúpulas dirigentes con cierta lentitud. Existe, como es obvio también, un relevo generacional que somete a estos artefactos o instrumentos políticos a un necesario y lógico rejuvenecimiento. En la última conferencia política interna del PSOE, el pasado fin de semana, hemos podido observar, grata y esperanzadoramente, la relevancia de varias mujeres fuertes en la cúspide federal del partido y en la comisión ejecutiva federal. Carme Chacón, Elena Valenciano, Soraya Rodriguez, Susana Díaz y la más veterana, Trinidad Jiménez, forman un importante elenco de personalidades políticas nada desdeñable.

Si hasta ahora, las cúpulas dirigentes de los partidos políticos estaban integradas fundamentalmente por hombres, ahora esto, afortunadamente, está cambiando. Es cierto que hubo varias mujeres en el último gobierno de Zapatero. Pero algunas de sus carreras políticas han sido de corto recorrido e incluso frágiles y efímeras. Esta nueva hornada de mujeres como dirigentes socialistas en los engranajes internos del PSOE, apunta a un necesario aggiornamento que puede recuperar un discurso y una praxis ilusionante en su electorado, entre sus simpatizantes y entre los votantes perdidos en las últimas elecciones.

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