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Entradas etiquetadas como ‘sueldo’

Universitarios, lo difícil está por llegar

Por Lorena Corona

Universitarios en una clase (Atlas).

Universitarios en una facultad (Atlas).

La parte más difícil para los universitarios no son los exámenes finales o el Trabajo Fin de Grado. En realidad, la parte más difícil viene después de terminar la universidad.

Con el título en mano, lo único que nos queda es sumergirnos al mercado laboral. Para muchos, la búsqueda se nos torna muy complicada.
En los últimos años se ha incrementado el número de graduados que no logramos incorporarnos al mercado laboral. Ante esta situación, muchos acabamos trabajando en grandes multinacionales  a cambio de un sueldo tan pequeño que ni siquiera nos ayuda a cubrir nuestras necesidades básicas. Otros pocos, los que se lo pueden permitir, optan por continuar los estudios de postgrado para así adquirir más conocimientos y ser más competitivos dentro del campo laboral. Porque una carrera ya no es suficiente.

¿Qué hacer cuando nos encontramos en ese limbo que supone no tener la experiencia exigida por las empresas pero tampoco podemos acceder a contratos de prácticas? Conseguir un trabajo en esta época está difícil. Yo creía que con un título universitario sería más fácil trabajar, pero no es así.

El boomerang español

Por Rocío Muñoz

Jóvenes en un parque (Europa Press).

Jóvenes en un parque (Europa Press).

¡Mamá, papá me voy de casa! Esta es una frase que no se escucha en los hogares españoles. Los jóvenes, no sólo tenemos complicado pagar las tasas universitarias, encontrar un empleo en el que no seamos becarios durante dos años y que, por tanto, nuestro sueldo no sea irrisorio, sino que, ahora hasta los treinta casi no nos podremos independizar y empezar a «vivir nuestra vida», porque el único sitio al que nos podemos ir a sobrevivir, económicamente hablando, es la casa de muñecas que nos regalaron cuando teníamos seis años.

A diario, nos dicen que somos el futuro del país, y que debemos devolver a España aquella magnifica frase que decía «España va bien». Sin embargo, no nos lo ponen fácil. No hay muchas ayudas para el acceso a la primera vivienda, hay una alta tasa de paro juvenil y cuando se tiene empleo los sueldos son precarios. Creo que la frase que más van a escuchar en los próximos años será ¡Mamá, papá, vuelvo a casa, porque España no va bien!

Supervivientes son los padres que luchan por llegar a fin de mes

Por Sergio de Fuente Garrido

Una imagen de la palapa de Supervivientes (P. H.)

Una imagen de la palapa de Supervivientes (P. H.)

Parece mentira que en la actualidad el término ‘superviviente‘ esté ligado únicamente a los famosos que quieren entretenernos en shows televisivos mientras pescan e intentan sobrevivir en una isla desierta ganando grandes fortunas.

Muchas personas podrán considerarlos grandes sobrevivientes, pero nunca se podrán comparar con los verdaderos supervivientes que son aquellos padres de familia que tienen que luchar cada día para llegar a fin de mes y dar de comer a su familia con el mísero salario que ganan. Ellos sí que tienen mérito y no aparecen en los medios de comunicación.

Ante esto, mi pregunta es: ¿por qué algunas personas nos empeñamos en atribuir el mérito a quien no se lo merece?

Sube el empleo y la pobreza

Por José Antonio Pozo Maqueda

Oficina de empleo (Infojobs).

Oficina de empleo (Infojobs).

Sube el empleo y con él, la pobreza. Los puestos de trabajo que se crean están cada vez peor remunerados y son más precarios. Algunos apenas duran unas horas.

El mercado de trabajo se está convirtiendo en un estercolero repleto de trabajo basura. Urge una solución al problema. No basta con crear empleo, sino que hay que crearlo con un mínimo de calidad y lo suficientemente remunerado y estable como para poder llevar una vida digna y para que el trabajo sea una fuente de riqueza y no de pobreza.

Gobierno en funciones

Por Manuel Nogueras Tamargo

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (EFE).

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy (EFE).

Cada día conozco más a mi Gobierno en funciones. Como está en funciones, pueden cobrar su sueldo en funciones a costa de los contribuyentes y permitirse el lujo de no asistir al Congreso para dar cuentas de lo que a todos los ciudadanos nos interesa.  Visto lo visto, ya sabemos quiénes están en funciones cuando hay vacas flacas, de qué pie cojean y que no estarán en funciones cuando próximamente nos pidan su voto. Eso sí, como no podía ser menos, siguen en funciones, para lo que les interesa.

Exijo una ley para que los políticos corruptos devuelvan todo lo que han robado

Por Manuel Nogueras Tamargo

El ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, renuncia tras su vinculación con los Papeles de Panamá (EFE).

El ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, ha renunciado tras su vinculación con los Papeles de Panamá (EFE).

Cualquier trabajador en una empresa sería despedido fulminantemente o sancionando de empleo y sueldo si se descubriera una fechoría que afectara a los intereses de la empresa. Si nos damos cuenta, esto no ocurre con la clase política en la empresa del Estado. Se descubre la fechoría y se pegan a su sillón hasta agotar su situación, dimitiendo o siguiendo en su puesto una vez descubierto el pastel.

A mí me da repugnancia y me sienta como una bofetada este hecho, con la sensación de que se ríe en mi cara. El político sabe de sobra que su sueldo está pagado con dinero de los contribuyentes y sabe también que mientras no dimite pasa el tiempo y su nómina se paga con el dinero de todos.

Se me ocurre hacer una ley para que cuando un político esté bajo sospecha y no dimita, empiece a correr el tiempo para devolver todo lo que ha cobrado de su nómina si sale acusado finalmente en un juicio. Con intereses, claro. Así, si se asegura que no ha cometido delito y sigue en sus funciones se evitará devolver lo cobrado.

 

El drama de algunos becarios: ojalá en un futuro se prohíban las palabras ‘sin remunerar’

Por Inma Bibiloni Capó

Las lágrimas se deslizan sobre mis mejillas ante la impotencia que siento sobre mi situación. Soy becaria y una voz anónima que está pidiendo a gritos que se me escuche utilizando la mejor arma periodística que se conoce: la palabra. La vida del becario nunca ha sido fácil pero ahora, más que nunca, está de moda trabajar gratis o de manera no remunerada que suena mejor, por amor al periodismo. Esta situación se repite año tras año y que me causa profunda indignación. Sin embargo, no tiene tanta cabida en la opinión pública como merece, aunque algunos ya lo han tildado como la nueva nueva generación de ‘Ninis 2.0’ (ni cobran ni lo van a hacer) como ya dijo el Gran Wyoming en su programa ‘El Intermedio’.

Una becaria en una empresa (Atlas).

Una becaria en una empresa (Atlas).

Mis próximas prácticas voluntarias serán las sextas y en este punto me planteo si la vocación es una virtud o un defecto. Me pregunto dónde quedan los límites en el mundo de las becas profesionales de los estudiantes y sinceramente veo mi presente negro y mi futuro aún más incierto. Ahora dudo entre invertir un verano más en esas anheladas prácticas que con mucha ilusión y empeño realizo cada año, o por el contrario, desestimarlas y elegir un trabajo cualquiera que me dé un sueldo para subsistir. Lo triste es que algunos becarios acaban tirando la toalla por necesidad. Tampoco concibo la idea de por qué debemos perder dinero en gasolina o transporte público a la hora de ir a trabajar. También puedo llegar a entender que en las primeras prácticas como estudiante no se cobre, porque se parte de cero, pero cuando ya se tiene un bagaje, lo mínimo que se puede pedir es que se cubran los gastos con una pequeña retribución. Los becarios necesitamos sentirnos valorados y motivados para seguir sumando experiencia con nuestros conocimientos, aptitudes y así poder dar el máximo de nosotros mismos.

No estoy de acuerdo con la política de empresa de muchas productoras que no pagan nunca a sus becarios. El trabajo no se regala, por lo que se debería dar una pequeña compensación. Según un estudio de la Comisión Europea se estima que en España existen 180.000 becarios sin retribución. Además el 72% hace las mismas funciones que un empleado, es decir, está supliendo puestos de trabajo y solo el 30% tiene la suerte de ser contratado por la empresa. Normalmente cuando finaliza el contrato de becario se va a la calle y al día siguiente ya hay otro.

Hoy en día es casi imposible que contraten a un becario porque no tiene la suficiente experiencia y porque en el paro hay periodistas curtidos que se desviven por cubrir una baja. Seamos realistas, la cosa está muy mal, la crisis perdura y casi nadie hace nada para ayudar a los jóvenes, a los que solo les falta anunciarse como: “Joven becario todoterreno desea ser explotado sin rechistar y anhela una oportunidad. Estoy aquí para lo que necesite, a su entera disposición. Exprímame, no me quejaré y además le estaré sumamente agradecido”.

Siento que en una redacción donde apenas hay despachos y el espacio es diáfano para que la comunicación fluya existe una gran jerarquía donde te tratan peor por ser ‘el becario’, e incluso en algunos casos, ni se preocupan por saber tu nombre porque eres invisible. Muchos de ellos olvidan que también han sido becarios en sus inicios.

Ahora cuando me seco las lágrimas siento que aún tengo las fuerzas, el carácter y la valentía para no tirar la toalla y perseguir, aún teniendo que pasar por el aro, lo que realmente quiero. Me gustaría ver qué pasaría si nadie aceptara una beca sin retribución, quizá cambiaría el sistema de funcionamiento en los medios de comunicación, aunque la verdad es que siempre habrá alguien como yo a la que no le quede más remedio que aceptar esta situación. Espero que cuando tengamos nuevo gobierno en este país se regule el tratamiento sobre esta esclavitud del sigo XXI y se prohíban las palabras ‘sin remunerar’.

Wert, embajador de la OCDE

Por Enrique Chicote Serna

Según leo, José Ignacio Wert, uno de los peores ministros de Educación de la democracia, según la opinión mayoritaria de la comunidad educativa, ha sido nombrado por el gobierno embajador de España en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), con sede en París.

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José Ignacio Wert, embajador de España en la OCDE. (EFE)

La vivienda donde reside se encuentra en una de las calles más caras de la capital francesa. Se trata de un piso de unos 500 metros cuadrados, cuyo alquiler de 11.000 euros mensuales pagamos todos nosotros. Además, tiene a su servicio dos personas también pagadas por el Estado español, y dispone de coche oficial con chófer y un sueldo de 10.000 euros al mes más gastos de representación. No sé cómo no se dan cuenta de que son estas cosas las que irritan sobremanera a la opinión pública y alejan a la ciudadanía más concienciada de sus representantes.

La abrumadora simplicidad de la realidad

Querido desconocido:

En pleno auge del pesar y la rabia brutalmente contenida en mi persona escribo estas líneas sin más motivo que la empatía de quien las lea. En ellas no voy a andarme por las ramas y voy a mostrarle sin más la abrumadora simplicidad de la realidad que me ha tocado vivir que, precisamente por simple, se ha vuelto insoportable.

Soy un chico muy normal de casi veintisiete años, nacido y criado en la provincia de Málaga en el seno de una familia media española. Tengo trabajo a diferencia de 5 millones de compatriotas. Soy animador turístico en la sobreexplotadísima Costa del Sol, mi sueldo no me permite pagar un alquiler con lo que me veo obligado a vivir en una añeja habitación de personal de un hotel, cosa que, aunque me mantiene veinticuatro horas en el lugar de trabajo y sin apenas posibilidad de desconectar, me permite ahorrar un par de cientos de euros al mes.

A todo esto hay que sumarle que, dada la naturaleza de mi trabajo, los niveles de estrés y agotamiento que alcanzo son desorbitados y además, a causa del afán ahorrador facilitado por la libertad a la hora de determinar el volumen de trabajo de cada empleado que el gobierno del Rajoy ha dado a las empresas, me he quedado solo en el departamento.

Una pareja. (ARCHIVO)

Una pareja. (ARCHIVO)

Tengo pareja, de hecho hace dos meses que pusimos papeles de por medio y formalizamos nuestra relación. Desde entonces solo hemos pasado juntos dos semanas, ya que a causa del panorama laboral español nos hemos visto obligados a poner mil kilómetros de por medio. Esa persona es la causa de cada uno de mis despertares, es lo que me mantiene en pie y me anima a seguir intentándolo un día más. Después de una vida de autoestima por los suelos, malos momentos y pesimismo, llegó y me hizo sentir que tengo mucho que ofrecer, que se me puede querer de verdad, que merezco que alguien me regale su vida entera.

Pero cuando pasa la euforia de sentir que también puedo ser feliz me topo con la barrera de la distancia. Saber que la realidad que la ineptitud de todos los que nos han gobernado hasta ahora nos ha pintado me hace imposible sentir que alguien me respira en la nuca por la mañana es lo más frustrante que pueda imaginarse. El no saber qué hace, con quién está, si se encuentra bien o si me necesita, esa impotencia de no poder cumplir lo que le prometí, de no poder estar ni en la salud ni en la enfermedad, esa sensación de haber fallado es amarga y casi me vence a veces.

Encontrar trabajo en España no es fácil y si estás justo al otro lado del país pues imagínese. Las necias palabras que intentan convencernos de que todo va bien, han convertido las de la persona más especial de mi vida en impersonales impulsos de ondas que se envían de móvil a móvil. ¿Impotencia, rabia? No, esto vas más allá, es odio por esa gente que se erige como salvador de este país pero acaba salvando solo a quienes le conviene, es repulsión por los que deciden qué es lo «mejor» o qué necesitamos para vivir, es el más absoluto asco por todos los que se dedican a decir que eso está mal y que ellos lo harían mejor mientras siguen sin aportar soluciones a una crisis que va sumir a la gran mayoría del pueblo español en la más absoluta miseria y preocupándose de las reservas del BCE sin pensar siquiera en las de la despensa de una familia media.

Es muy triste que se hable de «estado de bienestar» si ni con un trabajo fijo, una pareja estable y la única aspiración de una vida tranquila se puede ser feliz. Simplemente, seguiré secándome las lágrimas cada día para que mis clientes no vean que estoy jodido, animándome al mirar la playa por la ventana mientras me acabo de despertar con mi café matutino y dando las buenas noches a la foto de aquel beso que nos dimos en un chiringuito de la playa de Los Álamos pocos días después de conocernos. No voy a dejar de dar pasitos con la esperanza de que algún dia el billete sea de un solo trayecto, aunque tarde toda una vida en llegar. La esperanza con su verde luz iluminará cada intento y prometo lograrlo le pese a quien le pese y, cuando lo haga voy a dedicar mis esfuerzos a reírme de quienes cavaron zanjas en mi camino, cuando los vea en las riñas de patio de colegio en las que se ensalzan como quinceañeras por ver quien se lleva el pedazo más grande sin saber que su castigo es no tener nunca suficiente.

Sin más y esperando haber causado alguna sensación que le haya puesto en mi lugar por un momento, se despide siempre agradecido,

 Por J. Del Valle

La vida en Bruselas no es fácil para un licenciado

Por María T. P.

Soy ingeniera química, llevo cinco años fuera de España, de los cuales el último viviendo en Bruselas. Quería hacer una pequeña consideración, ahora que se acerca el día de ir a las urnas.

Los trabajadores de la UE no pagan impuestos, el sueldo de un licenciado que trabaje para una de las instituciones es prácticamente el doble que el de otro licenciado en Bélgica con similar edad y experiencia.

Como consecuencia, los precios de los apartamentos son bastante caros en relación calidad/precio. Me han llegado a pedir 700 euros al mes por un estudio con una ducha portátil al lado del fregadero de la cocina. Y como anécdota cuando buscas piso, los caseros se piensan que si no trabajas en la Comisión no eres capaz de pagar el alquiler… 

La sede de la UE, en Bruselas (ARCHIVO)

La sede de la UE, en Bruselas (ARCHIVO)

-¿Trabajas para la Comisión?

-No, trabajo en una empresa química en Bruselas. Perdone señor, ¿y la cocina no incluye el horno?

-¿Para qué? La gente de la Comisión no cocina, sólo llegan a casa a dormir.

Después de aquella conversación entendí por qué los restaurantes cercanos a las instituciones sólo abren entre semana, ya ganan bastante como para tener que abrir el fin de semana.

Espero que aquellos que lean este artículo se piensen dos veces a quien dan el voto el próximo domingo.

Es difícil vivir en un país con un clima frío y lluvioso, con cultura diferente a España. Pero no es tan difícil, a pesar del clima, si te puedes permitir un apartamento caro, en una barrio céntrico de Bruselas, comidas y cenas en los mejores restaurantes, viajes por toda Europa…; todo subvencionado por el resto de ciudadanos europeos. Es al revés, la vida en Bruselas no es fácil para un licenciado con contrato normal, que paga impuestos como el resto de europeos.