Por Pedro Pablo Pellón
Los cuarentones y cincuentones se acordarán de esta ley, a la que de niños solíamos apelar cada vez que queríamos sacar ventaja de cualquier situación frente al resto de grupo. Muchos de aquellos niños hoy en día son empresarios y/o altos directivos de grandes empresas españolas, ahora son hombres y mujeres que llevan inoculada la «ley del embudo«, es decir, «lo estrecho para otros y lo ancho para mí», y la aplican en sus empresas que, incluso en plena crisis económica, les permiten subirse el sueldo casi un 7%, mientras que para el resto de sus trabajadores se traduce en bajadas del 3,18% para mandos intermedios y de sólo el 0,47%, ¡qué detallazo!, para el resto de empleados.
Eso sí, estos empresarios triunfadores y ejemplares que no se cortan a la hora de echar el cierre o iniciar un ERE a la mínima ocasión, son los mismos que luego acuden al Gobierno de turno para «llorarle» y decirle que «la cosa está fatal, hace falta abaratar, más si cabe, el despido y reducir los costes laborales«. ¿Y no se les cae la cara de vergüenza? Son casi tan golfos, insolidarios y ruines, como los directivos de las cajas que, sabiendo los pufos de sus preferentes y que sus cajas se hundían, se subieron sus sueldos, repartieron beneficios y prepararon suculentas indemnizaciones antes de que el Estado, con el dinero de nuestros impuestos, les rescatara.
Creo que somos el único país del mundo que indemniza a los directivos y/o ejecutivos que hunden empresas y/o saquean bancos o cajas de ahorros. Realmente «Spain is different«. A mí me han dicho que en otros países los meten en la cárcel, pero no termino de creérmelo.
Luego los sesudos tertulianos y los asesores de los políticos, se sorprenden de que la ciudadanía salga a la calle por una nimiedad como la construcción de un aparcamiento. Lo raro es que la tensión social se esté canalizando tan «suavemente», porque sí desde arriba no escuchan, cambian y dejan de subir el fuego, esta «olla exprés» en la que estamos los ciudadanos (los garbanzos) puede estallar en cualquier momento. Ojalá que nunca pase.