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Entradas etiquetadas como ‘sociedad’

Culpar del déficit al gasto de las autonomías que cubren gastos sociales produce vergüenza ajena

Por César Moya Villasante

Cristóbal Montoro.

El actual ministro de Hacienda Cristóbal Montoro. (EFE)

Todo el mundo sabe que el sistema económico en que vivimos está basado, entre otras cosas, en el consumo, y que si este se paraliza el sistema se quiebra. Todo viene de un empleo precario, entre otras cosas, porque los salarios son indignos y la cotización es mínima o nula, y eso sin considerar a aquellas personas que trabajan ya gratis (que las hay) con la corrupción de las becas.

Todo ello consentido por un gobierno plegado a Merkel y contento de aplicar el sistema por su ideología para eliminar a una gran parte de la sociedad y convertirla en sierva de los amigos banqueros y altos empresarios. Además, si contamos con una corrupción altísima, más de lo que sabemos, nos encontramos con un déficit mucho mayor del marcado. Todo esto se le puede consultar a cualquier comerciante de cualquier ciudad española. Pero lo peor es la mentira preelectoral diciendo que todo iba bien bajando el IRPF.

Por ello, echar la culpa al gasto de las autonomías que cubren gastos sociales y a los pobres enfermos de hepatitis produce vergüenza ajena. Pero a ellos no les produce ninguna porque cumplen su hoja de ruta: la que pensó Rajoy a la semana de conseguir la presidencia del gobierno.

¿Quién protege a los mayores de 30?

Por Cristina Ballester Martínez
Oficina del INEM.

Dos personas en una oficina del INEM de Madrid. (EFE)

Soy una mujer de 33 años licenciada en Periodismo. Desde pequeña se me ha inculcado el valor que la formación académica tiene en el mercado laboral, por eso acabado el colegio la universidad era la parada obligatoria. Con mi título bajo el brazo trabajé algunos años en departamentos de comunicación y medios. Sin embargo, fui la primera en irme a la calle cuando los datos económicos comenzaron a empeorar.

Siguiendo la pauta que se me había dado en mi más tierna infancia continué formándome para conseguir un empleo. Sin embargo, he descubierto que la educación que se me dio choca frontalmente con lo que hoy se valora en esta sociedad.
La ley no me considera lo suficientemente mayor ni ya tan joven como para recibir cualquier tipo de ayuda. Carezco de discapacidades y, por aquello del sentido común, no tengo hijos que no pueda mantener. Engordar las filas del INEM ha hecho que viva con mis queridos progenitores, ya que nunca me ha alcanzado el sueldo para un piso propio. Y a estas alturas del camino, agotando los últimos meses de paro, y sin que mi teléfono suene a pesar de las miles de acciones que llevo a cabo para conseguir un empleo, me veo desprotegida.
Me siento ciudadana de segunda, o incluso de tercera, al saber que no cumplo ninguno de los requisitos para ser beneficiaria de una de las ayudas económicas que nuestro gobierno otorga. Aún peor me hace sentir el que los trabajadores de las administraciones públicas me insinúen, cada vez que pido información al respecto, que al tener padres no tengo derecho porque se supone que ellos se hacen cargo de mí.
¿Dónde está escrito, en la Constitución o cualquier otra norma legal, que el Estado puede darme de lado? Es más, ¿cómo puede sentirse una mujer de 33 años que ha cotizado, ha trabajado y desea volver a hacerlo, pidiéndole a sus padres jubilados dinero?
Entiendo que hay situaciones complicadas, que hay que proteger a los niños y a los mayores. Sin embargo aquellos que hemos nacido y crecido en este país, los que no nos hemos endeudado por encima de nuestras posibilidades, que nos hemos formado, que hemos tenido el sentido común de no ser madres solteras, los que hemos luchado por un trabajo digno, que nos esforzamos a diario, todas esas personas como yo no tenemos derecho a subsidios, ni a ayudas de emergencia, ni a planes de empleo. Entonces a nosotros, ¿quién nos protege?

No me gustan los profesores que enseñan que las mujeres somos cosas a las que se puede pisar o violar

Por Elisabet Ruano

Imagen de la polémica presentación (Twitter: @Niuria123)

Imagen de la polémica presentación (Twitter: @Niuria123)

Hay días en los que te encuentras en la prensa algo que no debería permitirse: una clase de futuros médicos ve una serie de diapositivas donde las mujeres nos convertimos para los alumnos, – gracias a la iluminación del profesor- en un cacho de carne, en un objeto. No se entiende muy bien cómo para explicar cualquier teoría o cualquier concepto es necesario exponer una imagen con una serie de palabras que nos convierten a las mujeres en indignas, totalmente denigradas. Una metodología no tiene por qué despojar de la dignidad a ningún ser humano.

A lo largo de mi vida nunca he tenido una experiencia de ese tipo: ver cómo se humilla a otras personas en un contexto académico. Y sigo en el camino del aprendizaje y no han acudido a métodos tan poco éticos y morales para explicarme a teóricos como Hobbes o Hannah Arendt; valga de por sí el modelo androcéntrico de cultura e historia que tenemos como para que además se tenga que acudir a unas formas totalmente fuera de lugar. Estamos en el siglo XXI y la dignidad de la persona se debe transversalizar a cualquier contexto. ¿Cómo es posible permitir eso?

No me gustaría que mi hija, que este año se incorpora a la educación, se encontrara a lo largo de estos años profesores/as que le enseñan que las mujeres somos cosas a las que se puede pisar, abusar o violar. No me gustaría que mi hija se sintiera inferior a otros/as niños/as. No me gustaría que a mi hija por el hecho de ser mujer se le limitara en la escuela o se le denigrara con imágenes como las que se han podido ver. Si no se quiere asumir que eso es un problema, entonces me parece que estamos ante una sociedad enferma.

 

Ayuda a los refugiados sirios: a favor y en contra

Nosotros no estamos pasando las penurias de la guerra, pero tampoco lo estamos pasando precisamente bien

Por María Teresa Pérez

Emigrantes tratando de cruzar la frontera entre Grecia y Macedonia (EFE).

Emigrantes tratando de cruzar la frontera entre Grecia y Macedonia (EFE).

¿Generosidad?, ¿humanidad?… ¿Es posible en una Europa en crisis?

Hace varios años vivimos una época de vacas gordas, pero desde que nos empezó a azotar la crisis hemos visto cómo mucha gente se ha quedado sin trabajo, familias que malviven con lo que pueden y para colmo ha salido a la luz una corrupción desbocada. Todo ello hace que nuestras arcas públicas están más vacías que llenas.

Ahora, por la terrible guerra en Siria están huyendo miles y miles de familias camino de Europa y en muchos lugares se les cierran las fronteras.

Nosotros de mil amores podríamos acogerlos, el problema es que si ni siquiera tenemos para atender bien a nuestra gente, ¿cómo lo haríamos? La situación de Europa, y mucho más la de España, no es la boyante de años atrás.

La cosa sería muy distinta si al menos los corruptos devolvieran el dinero saqueado pero «una cosa piensa el burro y otra el que lo monta»: nadie devolverá un céntimo.

¡Qué más quisiéramos que ayudar y ayudar! Y ese significa dar comida, techo y trabajo. Pero hay situaciones en las que no se trata de no querer, sino de no poder.

Suponemos que son buenas personas y muchas de ellas bien preparadas. Y que deben repartirse entre los países de la Unión Europa, sobre todo entre los que estén en mejor situación. Nosotros podríamos acoger a algunos, pero que tengan en cuenta que lo haríamos con mucho sacrificio y que entre nosotros también hay mucha gente que no está pasando las penurias de una guerra, pero que tampoco lo está pasando precisamente bien.

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Es deleznable el cierre de fronteras a personas que huyen de la masacre

Por Karima Muhammad

«¿Unión Europea? Pues sí. Y parece ser que llevan muy en serio dicha unión ya que, por lo que podemos ver, todo lo que acontezca en Europa merece ser objeto de digno eco y nos transformamos en seres ultra humanitarios, véase Charlie Hebdo o los atentados de París.

Pero… ¿qué pasa cuando pasa fuera de nuestras fronteras? Pues que esa humanidad y empatía se nos va por los poros. Es del todo deleznable que se cierren las fronteras a personas que huyen de la masacre y la barbarie; a niños muriendo de frío y hambre; a madres dando a luz en barrizales y un largo etcétera.

¿Esta es la Unión Europea de la que tanto presumimos en los noticieros internacionales? Es intolerable que en pleno siglo XXI se utilicen varas de doble medir en tragedias humanas. Sí, porque la vida da muchas vueltas y puede que mañana seas tú el pobre exiliado en busca de una vida que ni si quiera podríamos decir mejor, pero sí muchísimo más tranquila.

 

Incivismo: Nunca le ceden el asiento a mi esposa, embarazada, en el transporte público

Por Carlos J. Romera

Interior del vagón de un metro de Madrid (Jorge París).

Interior del vagón de un metro de Madrid (Jorge París).

Todos los días mi esposa, embarazada de seis meses, realiza el trayecto al trabajo en transporte público (autobús y cercanías, linea C2, en la Comunidad de Madrid). Personas de cualquier edad y condición la miran, se dan cuenta de su estado y nadie tiene la decencia y educación de cederle su asiento.

Así es la sociedad en la que vivimos: individualista, egoísta y por desgracia para todos, cada vez más incívica. A esos ciudadanos que se quejan por todo y no predican con su ejemplo les diría que en algún momento de sus vidas conocerán a alguien dependiente, o a esas chicas jóvenes, que se quedarán embarazadas; ese día, cuando sufran el incivismo y la indiferencia del resto, probarán su propia medicina.
¿Todavía no nos hemos dado cuenta de que el respeto a los demás es lo más beneficioso para cada persona y el único camino para vivir en sociedad?

Ni machismo, ni feminismo, ni hembrismo: igualdad

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Manifestación por los derechos de las mujeres. (Archivo)

Por Ramón Belmonte

Ni machismo, ni feminismo, ni hembrismo, ni radicalismo, ni nada. Como todos somos iguales, igualdad. Porque lo dice la palabra: iguales, igualdad. Deducción lógica. En feminismo aparece la palabra femenino. Y eso es igual que machismo, porque aparece la palabra macho, y claro, eso quiere decir que un género es superior. Pero en igualdad solo aparece igual, así que igualdad. Porque la igualdad, como de todos es sabido, se reproduce por esporas.

Recientemente he comenzado a ver una serie magnífica donde las haya, tanto por su reflejo de la sociedad estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, consumista, capitalista y, curiosamente, represiva respecto a ciertas ideologías (vaya, vaya…), como por el tinte clásico del cine de los 60 o 70, con tanto humo y alcohol de por medio, que quién la haya visto entenderá por qué lo digo. Pero podemos exprimir esta serie algo más. Si observamos la serie desde una perspectiva de género y, como he comentado antes, una realidad social que de verdad ocurría, la mayoría de las personas nos quedamos atónitas y perplejas al ver el grado extremo de cosificación, paternalismo (en el sentido más negativo), menosprecio, marginación y desprecio al que se veían sometidas las mujeres. Y hasta no hace mucho.

Debemos entender, en primer lugar, que la tremenda desigualdad imperante que era visiblemente aceptada no ha desaparecido, únicamente se ha invisibilizado. Porque no nos engañemos, el machismo, al igual que el capitalismo, se transforma, varía y muta según la evolución cultural e histórica, adaptándose y perviviendo. Que tu atareado cerebro embotado por la parrilla televisiva de hoy en día no te permita verlo no significa que no esté. En segundo lugar, debemos entender que la espiral pauperizadora del machismo es histórica, en su primera raíz, más biológica que cultural; en su segunda, más cultural que biológica, consciente, construida, impuesta, basada en los roles reproductivos.

En tercero, comprender que el feminismo no es algo de “unas locas de ahora” que “no tienen nada que hacer” o que “solo saben quejarse” (por favor, eso es machismo…), sino un movimiento político. Sí, político, con una trayectoria histórica continua y de victorias sumativas considerable. En cuarto lugar, aprehender y aprender la diferencia entre el sexo que biológicamente desarrollamos al nacer (nuestro aparato reproductor, a grandes rasgos) y el género, el cual es una construcción cultural puesto que los roles que desempeñan y vienen asociados a cada uno de los dos, hombre y mujer o masculino y femenino (simplificándolos a dos), varían en función de la sociedad espacial en la que nos centremos, y también en el tiempo. Esto es, si existe la idea en el imaginario colectivo de que lo femenino es rosa, muñecas y pastel y lo masculino es rojo, coches y dureza, no es porque venga escrito en unas piedras mágicas entregadas a un barbudo o porque broten las ideas de las flores, sino por ser imposiciones sociales que percibimos y absorbemos desde el momento de la mínima consciencia.

En quinto lugar, y creo que uno de los aspectos más importantes que debe ser fuertemente reforzado, divulgado y comprendido por el grueso más amplio de la población, las conquistas sociales, económicas y políticas conseguidas en favor de la igualdad material, real y efectiva en el género, entre el hombre y la mujer, han sido, sin duda alguna, gracias al movimiento feminista, tanto el original, sufragista y natural, como al movimiento feminista radical. Ojo, radical, de su vertiente latina, radicalis – radix, raíz, que llega hasta la raíz- (no las que queman contenedores); gracias al cual se han conseguido los mayores avances socio-culturales modernos desde los años sesenta y setenta hasta nuestros días.

Por tanto, por tradición, por realidad, por conciencia, por inteligencia y, por favor, por respeto, ya basta. Dejemos de asumir la igualdad como si hablásemos de la polinización de una flor o del crecimiento de una seta. La igualdad no se desarrolla por ósmosis ni crece debajo de las piedras. La igualdad de género, es, ha sido, y será gracias al feminismo, a la fuerza incesante e inamovible de muchas mujeres que, como la marea, han conseguido desgastar un sistema fuerte como las rocas y alcanzar objetivos inimaginables hasta, como decíamos arriba, hace apenas unas décadas.

Gracias a mujeres y a hombres feministas podemos hablar hoy de igualdad y equidad de género. Gracias a personas, que deconstruyen y construyen las identidades sociales y las construcciones culturales para generar un cambio político y personal. Así que no, por si aun cabía duda, el machismo no es igual que feminismo, ni la igualdad es diferente al feminismo, ni el feminismo radical es una vaginodictadura ni cualquier historia que podáis escuchar en los vídeos de Álvaro Ojeda.

Si creéis en la igualdad, creéis en el feminismo; difundir la errónea idea de que el machismo es igual que el feminismo es minar el camino que tan difícil ha sido construir y que solo está a la mitad de alcanzar la verdadera igualdad real.

PD: El hembrismo no existe.

Confiemos en los jóvenes para acabar con la violencia machista

Por Luis Fernando Crespo

Imagen de la primera marcha estatal contra la violencia machista (J. J. Guillén/EFE).

Marcha contra la violencia machista (EFE).

En enero de 2016 cinco mujeres han perdido la vida como víctimas de violencia de género. La urgencia de la noticia no puede hacer que nos olvidemos de las que cayeron antes.

El Ministerio de Justicia a través del Registro Central para la protección de víctimas de violencia doméstica y violencia de género, en el que se inscriben las víctimas con orden de protección o medidas cautelares, señala que en lo referente a este tema, en el año 2014, las víctimas (mujeres) fueron 27.087, los denunciados (hombres) 26.987, las 13 infracciones penales previstas sancionaron 29.374 delitos (87 homicidios) y 2.113 faltas, las 14 medidas cautelares penales y las 11 cautelares civiles se aplicaron en 62.555 y 20.601 ocasiones respectivamente.

Estas cifras nos aproximan a la complejidad del problema, pero no deben desanimarnos, pues también nos señalan que existe un esfuerzo continuado de la sociedad española para combatir esta lacra; entre 2011 y 2014 las mujeres víctimas han disminuido un 15,99%, los denunciados son un 16,04% menos, las infracciones penales han caído un 17,6% y las medidas cautelares penales lo han hecho en un 15,95%.

No voy a negar la trascendencia y el significado de cada víctima mortal, sin embargo, deberíamos darnos una oportunidad como sociedad, de analizar qué estamos haciendo bien y potenciarlo, sabiendo que las consecuencias de la alienación y el conflicto, entre personas individuales, no siempre pueden preverse por el grupo, sigo confiando en la educación de los jóvenes como la mejor política preventiva posible.

 

Al hablar de desempleo, ¿qué hay de los que tenemos más de 40 años?

Por Xisco Marín Nadal

Cola en una oficina del INEM.

Cola en una oficina del INEM. (EFE)

Lejos de ser un tópico es una de las realidades que estamos sufriendo hoy en día muchos de nosotros. A mis cuarenta y seis primaveras me encuentro en una situación que nunca imaginé: estar sin empleo desde los cuarenta y uno. He llevado personalmente el CV, lo he modificado varias veces, estoy en varias páginas de empleo por internet, inscrito en agencias públicas y privadas de colocación. Una serie de herramientas que imagino también habréis utilizado.

En esta situación nos hacemos muchas preguntas sin obtener respuesta alguna, lo que hace aumentar nuestra desesperación y nuestra ansiedad. ¿Por qué no tengo un hueco en esta sociedad? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Sirve de algo lo que estoy haciendo? ¿Por qué no me llaman? Eres lo más cuestionado, pero por ti mismo. Estas preguntas son el reflejo de cómo uno se siente después de utilizar todo lo que el sistema nos da para, en teoría, hacernos más accesibles a ese empleo que nunca llega. La impotencia es tal que te pasan auténticas locuras por la cabeza. No ves salida ninguna, pero la mayoría de nosotros nos sobreponemos y no las llevamos a cabo.

Me considero joven, con ganas de trabajar, con una dilatada experiencia laboral, con más o menos estudios pero con conocimientos que sólo con el tiempo se adquieren, con las ideas muy claras y con las ganas más grandes del mundo de aprovechar una oportunidad. No pierdo la esperanza, pero soy consciente de que a partir de los cuarenta no somos lo suficientemente atractivos para las empresas. Laboralmente hay varios grupos en los cuales por la edad hay una serie de descuentos y/o ventajas para las empresas y los que nos corresponden a nosotros son insuficientes para que seamos “apetecibles” laboralmente hablando. Cuando hablan del desempleo en los medios siempre oímos hablar del paro juvenil, el primer empleo, la prejubilación, etc. Pero, ¿qué hay de los que tenemos de cuarenta para arriba? Apenas nos mencionan.

Somos muchos y valemos mucho, solo pedimos una oportunidad, que nos permitan reciclarnos. Todos tenemos ese derecho. Si no, ¿cómo vamos a hacerlo? ¿Pagándonos el reciclaje con un dinero que no tenemos? Creo que el presupuesto dedicado a política social, en concreto el de formación y empleo, podría ser más equitativo y justo con nosotros. De esta manera las posibilidades de tener esa oportunidad que tanto deseamos serían mucho mayores. Mis palabras no son más que los sentimientos de una persona que día a día lo pasa muy mal para salir adelante. Espero que algún día esta carta pueda ser leída por todos vosotros y podamos compartir todo esto que tanto nos afecta pero que tanto nos une.

No es democracia, es plutocracia

Por Gerardo Hernández Zorroza

Estelada gigante avanzando por las calles de Barcelona durante la manifestación de la Diada (EFE).

Estelada gigante avanzando por las calles de Barcelona. (EFE)

Me llama la atención que, con la que está cayendo, la gente siga manifestándose detrás de banderas, credos y demás historias. No se si conocen, pero Jordi Pujol, en el Parlament catalán el 25 de septiembre de 2014, advertía muy seriamente al Estado que si ingresaba en la cárcel «se iba a montar una gorda». Y yo añadirá: no caerá esa breva…

En esta democracia actual, perdón plutocracia, donde los altos cargos de la judicatura son elegidos por los partidos, todo empieza a oler raro, muy raro, a podrido. Desde los ámbitos políticos se ha esgrimido siempre la «defensa del Estado de Derecho», defensa que queda claramente en entredicho, que suena a hueco cuando, como todos sabemos, la presidencia de la judicatura es elegida por los partidos.

Por ello, el empoderamiento ciudadano en el futuro ha de huir de los viejos esquemas sociales al uso, para abrir paso a una era distinta, consciente y verdaderamente participativa. Y el primer escollo a vencer no es organizativo como se piensa, ni tampoco reformista como se nos propone desde el viejo modelo, sino que se trata de algo mucho más sutil y distinto a esos cambios superficiales y a menudo complejos que se proponen; se trata, digo, de educar y crear una nueva conciencia ciudadana, que surgirá del autoconocimiento, la autenticidad y, entonces sí, libre elección.

 

Imposible conciliar trabajo y familia

Por Francisco Javier Lorenzo Presol

Familia

Una familia, con un bebé y un portátil. (GTRES)

Conciliación: avenencia, armonía, concordancia… son algunos de sus sinónimos. Para mí, desde luego, son términos que parecen de ciencia ficción. No los he conocido y creo que todo aquel a quien conozco se encuentra en la misma situación. En España, si alguien ha conseguido la conciliación laboral-familiar muy probablemente haya sido porque le ha tocado sufrir la crisis y engrosar las listas del paro. Sé que hay países que se toman muy en serio este aspecto, pero a nosotros nos queda mucho todavía. El otro día vi un video, “El experimento sobre horarios laborales que te va a sorprender”. Y tanto que me sorprendió (si lo pienso fríamente, debería de sorprenderme por haberme sorprendido). Me conmovió y me hizo pararme a pensar (para lo que no tenemos mucho tiempo) en qué nos estamos convirtiendo. Las familias coincidimos en pequeños espacios de tiempo, ya no compartimos. Me gustaría que mi hijo recordara una infancia con sus padres, no una continua e interminable contrarreloj.