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Entradas etiquetadas como ‘smartphone’

Somos unos yonquis del móvil

Por J. David Collazo

Notificación de chat en el móvil, llega un nuevo email, un aviso en la red social y otro del grupo que hemos formado los colegas para quedar en los bares, pero que ahora nos sirve de excusa para no hacerlo. Luces, pitidos, alarmas, más luces, y nueva información que ocupa la pantalla manteniéndome informado de todo lo que sucede al momento. Guardo el móvil, doy unos cuantos pasos y vuelvo a sacarlo para mirarlo de nuevo, no hay lucecitas, ni pantallas flotantes, ni vibra, ni suena… Eso me decepciona, vaya bajón de moral. Vuelvo a introducirlo en el bolsillo y antes de llegar al final de la calle el cacharro vibra, lo miro y compruebo que alguien ha subido nueva información al chat de grupo. Menos mal, ya comenzaba a preocuparme. Por un momento creí que me estaba quedando sólo.

Varias personas se distraen con sus teléfonos móviles mientras esperan sentados en un centro comercial en Tailandia (EFE).

Inmediatamente respondo, y de paso, entro en la red a buscar alguna noticia de última hora. Información, más información y mucha más información desde todos los puntos de vista, algunos más interesados que otros. Entro en los artículos y comento con entusiasmo, porque quiero estar presente, quiero que me tengan en cuenta esos desconocidos, necesito más popularidad, quiero que me quieran o me odien. Necesito más luces, alarmas y pitidos con cada notificación de respuestas.

Ávido de estímulos me decido a comentar un artículo más. Es demasiado largo, mejor me leo el titular, y lo demás que se lo lea otro gilipollas porque yo no tengo tiempo, ya han salido cuatro novedades más y tengo otras tantas notificaciones.

Necesito encontrar un lugar wifi inmediatamente, así que entro en una cafetería, y sin mirar al camarero le pido un café y la contraseña de la red. ¡Qué gusto tener una buena conexión! Ya puedo ver todo lo que quiera sin preocupación. Alguien habla en el chat del grupo de un partido de fútbol en Nueva Zelanda, la verdad es que no sé ni cómo se pronuncia el nombre de los equipos, pero es una apuesta rápida para ganarme un dinero en esa máquina con luces y botones que me mira al fondo del local.

Cuando ya he acabo mis apuestas, a las que he sumado tenis y baloncesto, deportes de los que no tengo ni idea, y también he actualizado todos los estados que tenía atrasados, me acuerdo del café sobre la mesa.

En el reloj del móvil veo la hora, y al momento recibo un nuevo mensaje en el que se me advierte de que estoy tardando en regresar. Maldito café, me hace perder el tiempo, y además está frío. Lo bebo apurado y observo a un grupo de niños sentados en la mesa de al lado concentrados y en silencio, cada uno con su propia tablet entre manos mientras los padres toman sus cañas tranquilamente en la mesa de al lado. Pero ¿qué clase de padres perturbados tienen para educarlos así? Yo a su edad jugaba en las calles. Míralos, si parecen zombies con los ojos pegados a la pantalla sin decir ni una sola palabra.

Contesto a una nueva notificación del chat mientras pago al camarero o camarera, no tengo ni idea de quién es, estoy demasiado ocupado en mi vida social, estoy introduciendo un nuevo tema en el grupo de chat: “las nuevas generaciones perdidas de la tecnología”.

De vuelta a casa en el coche, me he tenido que detener en el arcén dos veces para contestar. Pero ahora ya estoy sentado en mi sofá, preparado con mi red, mi móvil, mi pc y mi tablet para estar a todo inmediatamente, sin molestias y sin un segundo de retraso.

Maldita comida, qué molesto es teclear y comer al mismo tiempo. No sé de qué están hablando ahora en casa, pero la que se está liando en USA. Seguro que nadie se ha enterado.

Necesito mi chute de luces, avisos y más información actual. Creo que alguien en el salón me ha preguntado qué es lo que voy a hacer mañana. Perdón, estoy muy ocupado con lo que hago ahora.

La privacidad para WhatsApp ya no existe

Por Marta Miñarro Rey

WhatsApp actualiza la aplicación con el doble «check» azul, lo que indica que el mensaje que se ha enviado ha sido leído. Sin duda una noticia que se ha viralizado muy rápidamente y que ya está dando mucho que hablar.

Logotipo de la aplicación Whatsapp.

Logotipo de la aplicación Whatsapp.

Aunque parece que se está ganando más detractores que partidarios.

Cuando parecía que con la posibilidad de sacar la “última conexión” se acabaron los dolores de cabeza, por si el mensaje había sido leído o no, resulta que ahora ya nadie se puede escapar.

¿Hasta qué punto ha sido WhatsApp el causante de la ruptura de relaciones?

Parece que se está imponiendo y se le da más importancia a una conversación escrita, la cual se puede malinterpretar según el estado de ánimo, que a una conversación cara a cara.

Aunque el hecho de ver dos “checks” azules es una cosa que no debería afectarnos, ocurre todo lo contrario, ya está causando una preocupación que es inevitable para muchas personas.

¿Está sustituyendo la tecnología a la comunicación interpersonal?

Por Sara Pérez Dolz

Dos personas abrazándose (REUTERS)

Dos personas abrazándose (REUTERS)

Gran parte de mis amigos viven en otros países ya que se han visto obligados a ir a estudiar y/o a trabajar al extranjero.

No ha sido sólo por la sed de nuevas experiencias, ni por una voluntad de cambio de aires, ni siquiera por la excitación de empezar de cero en un nuevo escenario, sino que se han visto obligados a tomar este tipo de decisiones de forma reactiva.

La precariedad tanto laboral como educativa en España ha hecho que la fuga de cerebros se multiplicara exponencialmente en los últimos años. Y esto, además de crear problemas económicos y un enorme vacío de talento, ha generado un nuevo tipo de relación: la virtual o digital.

No siendo posible el encuentro físico o el diálogo presencial, vivo y real, se aceptan sucedáneos tecnológicos que nos crean una ilusión de proximidad.

Pero ¿puede esto a largo plazo sustituir a una relación real? Aún perteneciendo a la “generación digital” debo confesar que esta ilusión de proximidad no es suficiente: necesitamos el calor humano, intransferible a ningún medio digital habido o por haber.  Con este modelo virtual acabamos sintiéndonos íntimamente huérfanos de amistades profundas, aunque la digital la mantengamos.

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Por Elisabet Serena Valls

Las redes sociales, las apps y en general las nuevas tecnologías han cambiado la forma en que nos relacionamos y comunicamos en nuestro día a día. Y es que cada vez es más habitual ver a la gente con un smartphone o una tablet entre las manos.

Hemos desarrollado la capacidad de estar presentes en todas partes sin estar realmente en ninguna de ellas, de sentirnos acompañados en nuestra soledad.

Algunos hablan de la comunicación sin barreras. Yo, del fenómeno socialización de-socializada. Sin darnos cuenta nos hemos vuelto adictos a una tecnología que, en vez de hacernos más sociales, nos aleja cada vez más de la realidad.

Creemos estar acercándonos a las personas, ¿pero no estamos acaso separándonos de ellas? El contacto físico, presencial y más cercano está desapareciendo ante nuestros ojos y parece ser que nadie se está dando cuenta.

Navidad, cenas, ‘smartphones’ y ‘vapeo’

Por Desirée Rodrigo

Una persona usando un smartphone. (ACN)

Persona usando ‘smartphone’. (ACN)

¿Alguien es capaz de recordar aquellas interesantes conversaciones presenciales y el olor a tabaco en los bares? Recuerdo aquellas tardes de crepúsculo acelerado cuando mi padre entraba por la puerta de la cocina oliendo a sepia rebozada y a Ducados.

Me siento octogenaria. Ahora entro a un bar y observo a la gente inmersa en su virtualidad real. Unos ligando con mujeres cuyas fotos de perfil han sido editadas por filtros y filtros en Photoshop, Instagram y tropecientos programas más, y los otros contestando mensajes. Lo peor de todo, ese «clinc, clinc, clinc» que se te clava en el cerebro y no te deja vivir. Señores, lo tradicional no está de moda. Si no tienes iPhone y además te has unido a la moda del vapeo, no eres nadie. Cómo te vean con un cigarro en la boca, sí, eres un guarro, un retrógrado, una alimaña social que no es capaz de seguir el flujo de la modernidad. Entonces me pregunto: ¿cómo serán las cenas navideñas? Entre reproducir videos, contestar whatsapps, actualizaciones de estado en Facebook, Twitter, Linkedin y a saber qué páginas más, que ni conozco ni quiero conocer…

Dios mío, señores restauradores, hagan el favor de prohibir esta locura. Que no se pierda la tradición de disfrutar de una grata compañía sin sentirte como “segundo plato”, ni tener que observar que entre mordisco y mordisco el comensal de al lado te vapea en la cara.

Adictos al móvil

Por Alexandra Martínez

77624-240-180Ayer por la tarde estaba esperando en un paso de peatones a que el semáforo se pusiera en verde. Al otro lado había una mujer esperando junto a su hijo, que tendría unos 3 años. El niño iba montado en un patinete y no paraba de corretear, mientras su madre estaba distraída chateando por el móvil. Fue tal el descuido de la señora que, de repente, la criatura empezó a cruzar la calle en rojo, mientras los coches prácticamente se abalanzaban sobre él a gran velocidad. Aunque sólo fueron unos instantes, el niño corrió un grave peligro y yo me quedé atónita al comprobar que la mujer ni siquiera se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo. Fue una chica que pasaba por allí la que tuvo que resolver la situación, apartándolo de la calzada y alertando a la madre, que seguía hablando a través de un programa de mensajería tan tranquilamente. Desgraciadamente, este es sólo un ejemplo de los peligros que conlleva distraerse usando esta aplicación mientras se circula, ya sea como conductor o como peatón. Creo que usar el smartphone en según qué situaciones se está convirtiendo en una adicción que podría pasarnos factura y que deberíamos tomar consciencia sobre ello.

Y al final acabamos picando, compramos un móvil casi igual que el que ya tenemos

Por Irene de Mas Castanyer

Desde hace años, cada vez que un nuevo iPhone ve la luz espero que sea algo un tanto revolucionario (tal como Apple se empeña en anunciar) o, por lo menos, diferente. Pero, más allá de lo guay que queda enseñar el último modelo, ¿realmente hay mejoras sustanciales sobre el anterior? En vez de hacer modificaciones superfluas agradecería que se mejoraran aspectos realmente útiles, como la duración de la batería, que, por cierto, cada vez es menor. ¿De qué sirve tener miles de aplicaciones si el dispositivo está apagado porque estas consumen demasiado? Pero lo que se ve, lo que luce y lo que vende, son pantallas cada vez más grandes, aplicaciones más vistosas y dispositivos más sofisticados. Y lo peor es que acabamos picando, comprándonos un móvil casi igual que el que ya tenemos, pero más caro.