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Mi odisea para conseguir el anticonceptivo de urgencia

Por I.

Sábado por la mañana. Mientras mantengo relaciones con mi pareja se nos rompe el preservativo. En principio la preocupación principal es la posibilidad de embarazo, ya que somos una pareja estable y hasta el momento no hemos tenido problemas con las ETS. Creemos que el riesgo de embarazo es bajo por diversas razones, entre ellas que nos dimos cuenta enseguida y pudimos interrumpir las relaciones, pero yo siempre he sido muy cauta en ese aspecto y no quise arriesgarme, aunque tardé un poco en decidirme.

Así comienza la búsqueda del Arca Perdida.

Domingo. Cuando regreso a la ciudad donde resido, acudo a un centro de salud público de urgencias. Creo necesario remarcar que, siendo familiar de personal sanitario, estoy muy concienciada acerca del servicio de urgencias público y, en general, soy bastante reticente a utilizarlo, si no es un caso de vida o muerte, por deferencia hacia las personas que lo necesiten de verdad. Presento mi tarjeta que me acredita como beneficiaria de la Seguridad Social y el personal de turno me comunica, sin consultar con nadie más, que tendré que acudir el lunes a Planificación Familiar en mi centro de salud. Le pregunto si no hay posibilidad de que me suministren la píldora en ese momento, recibiendo por respuesta que acuda al hospital a la mañana siguiente.

Lunes. Acudo al hospital más cercano, a 40 minutos en autobús, y pregunto en la ventanilla de admisión. Me dicen que vaya a una farmacia, que allí hay veces que no dispensan la píldora pero que me hacen el ingreso por si quiero quedarme a probar suerte. No es de extrañar que decida esperar, pues mi situación económica no me deja muchas opciones. Una hora después, una mujer de personal pasa a la sala de espera y me comunica, delante del resto de pacientes, que al hospital normalmente ya no le suministran el anticonceptivo de emergencia y que no pueden atenderme. Que me avisa ella en vez de hacerme pasar a consulta para que no pierda el tiempo. Me lo podías haber dicho hace una hora, pienso. Vuelven a mencionarme eso de planificación familiar, aunque a mí me suena a que es precisamente lo contrario a lo que busco.

Así que allí voy, de vuelta en el autobús para llegar a mi centro de salud después de media mañana perdida. Un amable recepcionista me pide el DNI, y cuando le digo que quiero acudir a Planificación Familiar, tal como me indicó un compañero del centro la noche anterior, me da cita para el martes a las cinco de la tarde. Unas cuentas mentales rápidas bastan para darse cuenta de que para entonces ya habrán pasado más de 72 horas, así que le explico que me corre cierta prisa. Me veo en la obligación de repetirle las razones por las que me urge que me atiendan y, ni corto ni perezoso, me suelta un sermón sobre la información que debo dar cuando llego a la ventanilla de administración, sin que de nada sirva el que le explique que no tengo experiencia en el asunto y que sólo he hecho lo que me indicaron sus compañeros. Pero da igual, porque esa mañana no ha desayunado All Brans. Finalmente, consigo una cita con mi médico de cabecera. Eso sí, a la cola de pacientes esperando detrás de mí no les cabe ninguna duda del motivo de mi visita.

Imagen de una píldora del día después (ARCHIVO)

Imagen de una píldora del día después (ARCHIVO)

No me quedaban muchas esperanzas para entonces, la verdad, pero esperé hasta la hora convenida sin tener ya nada que perder. Me atiende un médico de edad avanzada. Lo que me faltaba.

Cuál no será mi sorpresa cuando el médico, en lugar de despacharme como todos sus anteriores compañeros, me pregunta la fecha del incidente. Me advierte que el efecto de la píldora se verá disminuido por haber pasado demasiado tiempo, pero que me la puede facilitar si me la tomo de inmediato. Me deshago en agradecimientos y él, extrañado, me pregunta los motivos. Cuando le explico que llevo dando tumbos de un sitio a otro sin que nadie me ayude sólo me dice: pues eso es para que denuncies a unos pocos.

Y por eso he decidido escribir esto. Supongo que, como la mayoría, yo no tenía mucha información acerca del tema. Al decirme en un sitio y en otro que no dispensaban la píldora no pude hacer más que agradecerles la atención y seguir la ruta que me marcaban hasta que di con una persona que me atendió debidamente. Por supuesto, seré otra de las tantas personas que decidan no denunciar. En primer lugar, por las molestias que me tomaría; en segundo, por considerarlo un esfuerzo inútil.

Pero al menos voy a dejar constancia de esto: la píldora del día después, según me comunicaron, es de obligada administración en servicios de urgencias públicos (hospitales o centros de salud) y de obligada disposición en farmacias. Que no os tomen el pelo.

Espero que si alguien se ve en esta situación pueda hacer uso de esta información y reclamar sus derechos cuando se los nieguen.

Y si el trato que he recibido se debiera a los movimientos ProVida, tal como me ha indicado mi médico de cabecera, sólo pido un poco de respeto hacia mis decisiones igual que yo lo tengo hacia las suyas.