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Lo confieso, soy un casero desalmado

Por David Ayala

Hace tiempo que soy consciente de la injusticia presente en la justicia, de lo desamparados que están quienes debieran estar protegidos y de lo poco que puede uno fiarse de la gente.

Dibujo que retrata la situación entre propietario e inquilino. (ESTEBAN)

Dibujo que retrata un enfrentamiento entre propietario e inquilino. (ESTEBAN)

Mi mujer y yo poseemos una vivienda en Collado Villalba (Madrid) que hemos tenido alquilada durante más de cinco años a una familia. Aunque el contrato de alquiler estipulaba un precio de 750 euros mensuales, la situación económica llevó a los inquilinos a pedirnos que bajáramos dicha cifra y así lo hicimos. El precio se quedó en 450 euros al mes.

Los meses pasaban con bastante incertidumbre en los cobros, que se hacían después del día 10 y, en bastantes ocasiones, pasado el día 20. Hubo un par de meses en los que nos pidieron que «echáramos mano de la fianza» porque no tenían dinero. A finales del 2013, se acumularon tres meses sin pagar el alquiler, pidiéndonos por favor que nos hiciéramos cargo porque llegaban las navidades y estaban vendiendo cosas para poder hacer regalos de reyes a sus hijos. Nos aseguraron que el día 15 de enero comenzarían de nuevo a pagar las mensualidades.

Pasado el día 15, recibimos una llamada de una persona que nos dijo que era vecina de los inquilinos y que éstos le habían dado las llaves para que nos las devolviera. Llamamos a la policía pero nos dijeron que no podían hacer nada y que, en el caso de recibir las llaves, que no se nos ocurriera entrar en nuestra casa.

Acudimos por tanto al juzgado a informarnos y, de nuevo, nos dijeron que no entráramos en la casa, que debíamos poner una denuncia y que, con suerte, tardaríamos entre cuatro y siete meses en poder entrar. Somos unos sinvergüenzas porque, a pesar de la gran ilegalidad, decidimos entrar en una casa que, además, tenía una luz encendida.

Vacía, sin calefacción, con todas las puertas rotas a base de patadas y puñetazos -ignoramos el motivo-, sucia, con un impago de luz de un mes y, afortunadamente, con todos los papeles del alquiler puestos en un sobre. Así nos encontramos la que una vez fue el hogar de soltera de mi mujer.

Al haber permitido que pagaran con la fianza y con los retrasos, y añadiendo a ello los problemas generados en el piso, nuestro quebranto económico fue de unos 6.000 euros, pues para poder poner de nuevo en orden el piso nos gastamos 3.000 euros.

Recién reformado, pusimos de nuevo el piso en alquiler. Vino una pareja joven que quiso alquilarlo. Como no estaban convencidos de pagar el seguro (es un acuerdo entre partes, no estaban obligados) les ofrecí que pagáramos a medias y accedieron. Nos entregaron una señal de 250 euros y enviaron los papeles al seguro pero éste dijo que no cumplían con las condiciones y no podían hacerlo. Hablamos con ellos, les ofrecimos entonces que pagaran dos meses de fianza y accedieron. Nos pidieron que les dejáramos entrar antes para dejar unos muebles y accedimos aunque no les daríamos las llaves hasta que no comenzara el alquiler y, por supuesto, previo pago del mismo.

Dos días después de haber concretado la situación y las nuevas condiciones, nos llamaron para decir que no, que no estaban de acuerdo y que no querían el piso. Nos pidieron entonces que les devolviéramos la señal. Aunque en un principio mi intención fue devolverla, caí en la cuenta de que no, que precisamente la señal se da para evitar estas situaciones y, dado el caso, compensar los quebrantos producidos. Así es que me negué a devolver el importe de la señal.

Ilustración del alquiler de un piso. (LUIS FRUTOS)

Ilustración del alquiler de un piso. (LUIS FRUTOS)

Desde entonces he recibido varios mail en los que se me ha dicho que «sin ningún escrúpulo les ha sustraído 250 euros» a «unos jóvenes sin malicia que pretendieron alquilar su vivienda«. Intenté razonar con la persona remitente de dicho mensaje, de la que desconozco el vínculo que tiene con la pareja, pero sólo obtuve nuevas acusaciones.

Estos «jóvenes sin malicia» enviaron un mensaje al portal inmobiliario en el que teníamos puesto el piso en alquiler diciendo que se trataba de una «supuesta estafa«.

Por fortuna, hemos alquilado el piso, hemos actuado más que correctamente, hemos perdido mucho dinero por actuaciones que han quedado impunes y ahora, además, hemos tenido que soportar que nos llamen ladrones y estafadores. La fortuna ha querido que hayamos podido alquilar el piso antes de que apareciera la difamación en el anuncio pero ¿Y si no hubiera sido así? ¿Y si hubiéramos perdido la oportunidad de alquilar el piso porque unos «jóvenes sin malicia» no quieran hacerse responsables de sus decisiones y nos difamen alegremente?

Pero nosotros somos los propietarios, los malos, los que tenemos la sartén por el mango… los que pagamos la hipoteca, los que pagamos los daños, los que no podemos entrar en nuestra casa aunque dejen de pagarnos, los que sufrirán las consecuencias de impago con los bancos o buscarán en familiares y amigos un apoyo que les permita mantener a flote la economía familiar.

Soy un sinvergüenza y un desalmado pero podré dormir muy tranquilo, aunque con mucha pena, porque sé que la gente «sin malicia» puede hacer todo el daño del mundo con total impunidad y el apoyo de quienes creen que saben aunque no sepan.