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Entradas etiquetadas como ‘progreso’

Da tristeza que las tiendas de toda la vida desaparezcan, y que nos olvidemos enseguida de ellas

Por María José Viz Blanco

El Paseo del Prado (Jorge París).

El Paseo del Prado (Jorge París).

Todos somos testigos de los continuos cambios que se producen en cualquier ciudad de nuestro país. Me estoy refiriendo a que en las calles por las que siempre transitamos desaparece una tienda para montar otra, sustituyéndola y ofreciendo otro tipo de artículos. Y, al poco tiempo, ya hay varias tiendas nuevas, oficinas de banco o lo que se decida ubicar allí, que convierten a la calle que tanto conocíamos, en otra prácticamente desconocida.

No estoy diciendo que no esté a favor del progreso, al contrario. Que una ciudad cambie es síntoma de ello. Sin embargo, da tristeza que las tiendas de toda la vida desaparezcan y, lo peor, es que nos olvidemos enseguida de qué había antes en el lugar ocupado por la nueva. Hace poco, un hombre me preguntó sobre una antigua tienda que recordaba de pequeño y que ya no estaba, cuando volvió a su barrio de la niñez. Se empeñó -y creo que sigue recabando información- en averiguar qué había sido de los dueños de aquel ultramarinos, del que ningún vecino se acordaba ya, a pesar de que el hombre, de unos 70 años, afirmaba que había sido una tienda emblemática de la ciudad.

La memoria colectiva se pierde, al igual que la individual. Pero siempre nos quedará el arte fotográfico o pictórico, que nos mostrará, de forma indeleble, las ciudades tal y como las conocimos y en el que podemos revivir nuestro pasado más amable.

 

Ni machismo, ni feminismo, ni hembrismo: igualdad

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Manifestación por los derechos de las mujeres. (Archivo)

Por Ramón Belmonte

Ni machismo, ni feminismo, ni hembrismo, ni radicalismo, ni nada. Como todos somos iguales, igualdad. Porque lo dice la palabra: iguales, igualdad. Deducción lógica. En feminismo aparece la palabra femenino. Y eso es igual que machismo, porque aparece la palabra macho, y claro, eso quiere decir que un género es superior. Pero en igualdad solo aparece igual, así que igualdad. Porque la igualdad, como de todos es sabido, se reproduce por esporas.

Recientemente he comenzado a ver una serie magnífica donde las haya, tanto por su reflejo de la sociedad estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, consumista, capitalista y, curiosamente, represiva respecto a ciertas ideologías (vaya, vaya…), como por el tinte clásico del cine de los 60 o 70, con tanto humo y alcohol de por medio, que quién la haya visto entenderá por qué lo digo. Pero podemos exprimir esta serie algo más. Si observamos la serie desde una perspectiva de género y, como he comentado antes, una realidad social que de verdad ocurría, la mayoría de las personas nos quedamos atónitas y perplejas al ver el grado extremo de cosificación, paternalismo (en el sentido más negativo), menosprecio, marginación y desprecio al que se veían sometidas las mujeres. Y hasta no hace mucho.

Debemos entender, en primer lugar, que la tremenda desigualdad imperante que era visiblemente aceptada no ha desaparecido, únicamente se ha invisibilizado. Porque no nos engañemos, el machismo, al igual que el capitalismo, se transforma, varía y muta según la evolución cultural e histórica, adaptándose y perviviendo. Que tu atareado cerebro embotado por la parrilla televisiva de hoy en día no te permita verlo no significa que no esté. En segundo lugar, debemos entender que la espiral pauperizadora del machismo es histórica, en su primera raíz, más biológica que cultural; en su segunda, más cultural que biológica, consciente, construida, impuesta, basada en los roles reproductivos.

En tercero, comprender que el feminismo no es algo de “unas locas de ahora” que “no tienen nada que hacer” o que “solo saben quejarse” (por favor, eso es machismo…), sino un movimiento político. Sí, político, con una trayectoria histórica continua y de victorias sumativas considerable. En cuarto lugar, aprehender y aprender la diferencia entre el sexo que biológicamente desarrollamos al nacer (nuestro aparato reproductor, a grandes rasgos) y el género, el cual es una construcción cultural puesto que los roles que desempeñan y vienen asociados a cada uno de los dos, hombre y mujer o masculino y femenino (simplificándolos a dos), varían en función de la sociedad espacial en la que nos centremos, y también en el tiempo. Esto es, si existe la idea en el imaginario colectivo de que lo femenino es rosa, muñecas y pastel y lo masculino es rojo, coches y dureza, no es porque venga escrito en unas piedras mágicas entregadas a un barbudo o porque broten las ideas de las flores, sino por ser imposiciones sociales que percibimos y absorbemos desde el momento de la mínima consciencia.

En quinto lugar, y creo que uno de los aspectos más importantes que debe ser fuertemente reforzado, divulgado y comprendido por el grueso más amplio de la población, las conquistas sociales, económicas y políticas conseguidas en favor de la igualdad material, real y efectiva en el género, entre el hombre y la mujer, han sido, sin duda alguna, gracias al movimiento feminista, tanto el original, sufragista y natural, como al movimiento feminista radical. Ojo, radical, de su vertiente latina, radicalis – radix, raíz, que llega hasta la raíz- (no las que queman contenedores); gracias al cual se han conseguido los mayores avances socio-culturales modernos desde los años sesenta y setenta hasta nuestros días.

Por tanto, por tradición, por realidad, por conciencia, por inteligencia y, por favor, por respeto, ya basta. Dejemos de asumir la igualdad como si hablásemos de la polinización de una flor o del crecimiento de una seta. La igualdad no se desarrolla por ósmosis ni crece debajo de las piedras. La igualdad de género, es, ha sido, y será gracias al feminismo, a la fuerza incesante e inamovible de muchas mujeres que, como la marea, han conseguido desgastar un sistema fuerte como las rocas y alcanzar objetivos inimaginables hasta, como decíamos arriba, hace apenas unas décadas.

Gracias a mujeres y a hombres feministas podemos hablar hoy de igualdad y equidad de género. Gracias a personas, que deconstruyen y construyen las identidades sociales y las construcciones culturales para generar un cambio político y personal. Así que no, por si aun cabía duda, el machismo no es igual que feminismo, ni la igualdad es diferente al feminismo, ni el feminismo radical es una vaginodictadura ni cualquier historia que podáis escuchar en los vídeos de Álvaro Ojeda.

Si creéis en la igualdad, creéis en el feminismo; difundir la errónea idea de que el machismo es igual que el feminismo es minar el camino que tan difícil ha sido construir y que solo está a la mitad de alcanzar la verdadera igualdad real.

PD: El hembrismo no existe.

Renfe, hago cuentas y no veo el progreso

Por Xavier Pifarré

Renfe acaba de eliminar el último tren expreso nocturno que circulaba en España, el tren Estrella Costa Brava que unía Barcelona y Madrid. Sus precios base, mucho más baratos que los del AVE, lo hacían el preferido de estudiantes, militares, familias numerosas y de la amplia base social que no podemos pagar la Alta Velocidad. Para compensar la suspensión de este servicio, Renfe anuncia el aumento de plazas a bajo coste en el primer y último AVE de cada día.

Una imagen del AVE entre Madrid y Barcelona. (ARCHIVO).

Una imagen del AVE entre Madrid y Barcelona. (ARCHIVO).

Eliminan un tren de esencia barata y nos lanzan a un tren elitista muy caro al que, para lavar su imagen, le ponen un número de plazas baratas. Tengo cuatro hijos y, a día de hoy, un Madrid-BCN para el puente del 1 de mayo nos costaría exactamente 819,60 euros a los seis (¡y faltan 22 días para el puente!). El expreso Costa Brava, en litera, nos salía por 350 euros ida y vuelta. «Es el progreso, oiga», me dicen en ventanilla. A menudo me pregunto ¿para qué el progreso?, ¿a costa de qué?, ¿a quién beneficia? Desde estas líneas pido a Renfe la restitución del tren Estrella Madrid-Barcelona y animo a todos a firmar la petición abierta a tal fin en Change.org.

¡Qué tiempos aquellos… en los que había gasolineros!

"Un gasolinero atiende un servicio en una estación de Madrid. Foto tomada hace ahora 13 años, en agosto de 2001". (PEPE CABALLERO)

Un gasolinero atiende un servicio en una estación de Madrid. Foto tomada hace ahora 13 años, en agosto de 2001. (P. C.)

Por Ángel Villegas

Hubo un tiempo en el que si ibas a echar gasolina a tu coche había un empleado en el surtidor que te la echaba. Si decidías ir al cine, una taquillera te vendía la entrada, un portero la cortaba al entrar a la sala y un acomodador te llevaba a tu butaca.

En el metro, una taquillera te despachaba el billete y cada tren llevaba un conductor y otro empleado se encargaba de abrir y cerrar las puertas. Y en el autobús, un cobrador te entregaba el billete y un conductor se encargaba, exclusivamente, de conducir el vehículo.

En las tiendas y grandes almacenes había empleados que te atendían y asesoraban, tanto para comprar un traje, como un televisor; te despachaban el pan, o las galletas, o los artículos de limpieza, te lo empaquetaban y te cobraban en caja.

Nada de eso existe ya en muchos establecimientos, ya sean grandes o pequeños. Es más, en las grandes superficies se han instalado cintas con cajas donde tú mismo pasas los artículos y tu tarjeta del banco y haces el trabajo que antes hacía un empleado.

Más, todavía: en algunos bancos te invitan (eso sí, amablemente) a que, para sacar dinero, si no llega a 600 euros, acudas al cajero automático.

Y no quiero acordarme de cuando venía a casa el cobrador de la sociedad del club de fútbol o el señor que leía el contador del gas.

Todo eso ha pasado a la historia y se ha llevado miles y miles de puestos de trabajo; es el progreso, la tecnología, los adelantos, lógicos y normales, porque nadie querría volver a la edad de piedra. Eso sí, ninguna de esas tareas que ahora nos hacemos nosotros mismos nos ha ahorrado un céntimo.

Claro que también tenemos los teléfonos 902, de tarificación adicional, instalados masivamente, aunque sea, un suponer, en una ferretería, y que contribuyen a sacarnos los cuartos del bolsillo.

Son otros tiempos.

Poco tengo que celebrar en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Por Silvina Calvo

Día Internacional de la Mujer. (PARLAMENTO EUROPEO)

Día Internacional de la Mujer. (PARLAMENTO EUROPEO)

«Igualdad para las mujeres: progreso para tod@s«, es el lema propuesto por la ONU para 2014. Por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Sin embargo, como mujer poco tengo que celebrar en este día y eso que se supone que soy una privilegiada. He podido estudiar, doctorarme, formar una familia, trabajar en el primer mundo y luchar por los derechos humanos desde mi labor. Además, creo firmemente que otro mundo es posible, si cada uno aporta su granito de arena, con alegría y pensando en el bien común. Como profesional, reflexiono por el esfuerzo de tantas y tantas mujeres anónimas que, a lo largo de la historia, lucharon para que hoy tengamos derechos, pero no la igualdad (ni salarial, ni de poder conciliar la vida laboral con la familiar, ni en puestos de poder, ni en derechos). Se ha avanzado mucho, pero todavía falta.

En lo personal, me pregunto: ¿qué igualdad y qué empoderamiento puede tener una mujer que deja su vida laboral por dedicarse exclusivamente al cuidado y educación de sus hijos? ¿Y si además su boda se celebró con un contrato pre-nupcial de capitulación de bienes y luego se divorcia, qué derechos tiene? ¿Y si los hijos ya adolescentes «deciden» (abducidos por un padre manipulador, violento y muy poderoso económicamente) vivir con él (pese a la Justicia), qué derechos de madre tiene… además de sufrir alienación parental y morir lentamente de pena?

Como mamá y después de tanta lucha, dolor e injusticia, y desde mi «privilegiada» y paradójica situación (comparada con otras millones de mujeres del tercer mundo), poco tengo que celebrar. Sólo lloro y lloro de indignación. Mis hijos son víctimas y trofeos de guerra. Viven con su depredador que quiere eliminarme definitivamente de sus vidas y a ellos privarlos de mamá.

Para alcanzar la igualdad de género, que decantará en un «progreso para tod@s», aún queda un muy largo camino por recorrer…

Parches educativos

Por Beatriz Morales

Tan acostumbrados estamos a ver reforma tras reforma de nuestro sistema educativo que parece que sea necesario estar en constante reforma para tener una educación moderna y de calidad. Sin embargo, los datos no engañan, España está más que a la cola de Europa. Estas reformas deberían llamarse más bien parches educativos, que se quedan siempre en lo superficial y populista: religión ahora sí, ahora no; educación para la ciudadanía, ahora sí, ahora no; más dinero para las concertadas, menos dinero para las concertadas… y un largo etcétera de absurdas disputas que cualquiera con dos dedos de frente sabe que no son la raíz del problema de nuestra educación.

Archivo

(Archivo)

Se podría hacer un verdadero pacto de estado y crear una ley que fuese útil, que no sirviese como arma a ningún bando político, pero sí que sirviera para crear ciudadanos con todas las letras. Pero, ¿qué importa todo esto a aquellos cuyos hijos estudian en países que sí que invierten de verdad es un futuro para sus ciudadanos? La respuesta para mí, es muy clara.