Por Elena Trius Béjar
Se inaugura una exposición: Dalí, Picasso, Sorolla… Acudimos en masa y recorremos los pasillos, extasiados con la colección. Nos hacemos ‘selfies’ y los colgamos en las redes. Sin embargo, se nos escapa un importante aspecto de este fenómeno: el reconocimiento de los artistas y sus obras responde a un mecanismo ideológico, casi siempre político.
El arte nunca es neutro. Los autores de renombre salen a discusión pública porque a alguien le interesa debatirlos. En las escuelas y universidades nosotros, profesores, podemos tender a reforzar las imágenes de siempre, a crear consumidores de cultura.
La superficialidad y el estereotipo facilitan que se nos manipule a través de las imágenes, a través del arte. El pensamiento profundo, adquirido a través de la lectura y la lentitud del estudio, no está de moda. ¿Será porque a algunos no les interesa?