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Los profesores (y también padres), ante la vuelta al cole

Pensemos, preparemos y actuemos

Por Carmen Navarro. Profesora de ciencias en Secundaria en el Colegio Nazaret Oporto de Madrid y madre de 3 (de 4, 8 y 11 años).

En 1973 el zoólogo austríaco Karlvon Frisch recibió el Premio Nobel de Fisiología por su investigación sobre el lenguaje visual de las abejas, en el que describía cómo se comunican entre sí para indicar dónde se encuentra la fuente de alimento.

Durante este verano atípico del 2020 que todos estamos viviendo, entre nuevos rebrotes de Covid-19 y la incertidumbre del nuevo curso escolar que está por venir, he tenido la suerte de visitar el Aula Museo Abejas del Valle en Poyales del Hoyo, Ávila; y comprobar de primera mano que no se necesita un cerebro muy grande para comunicarse de una manera efectiva, vivir en comunidad y mantener un equilibrio entre todas las partes de una “sociedad” que utiliza la inteligencia colectiva en beneficio de todos por encima del interés individual.

Mi hijo de 4 años, el de 8 y todos los alumnos de infantil y primaria de mi centro trabajan a diario las matemáticas con el método EMAT de Tekman Books en el que el/la profe les cuenta la situación o problema a resolver y a continuación todos repiten: PIENSO-PREPARO y MUESTRO. Esto ayuda a nuestros hijos/alumnos a saber la forma más lógica de resolver las distintas situaciones con las que se irán enfrentando durante su etapa escolar y posteriormente en sus vidas profesionales y personales:

  1. PIENSO sobre la situación que se me presenta y que quiero/tengo que resolver.
  2. PREPARO la/s solución/es analizando los pros y contras de cada una y la más adecuada para cada caso.
  3. MUESTRO a los demás mi propuesta, de forma que la comparto para que todos los miembros de mi comunidad (local y/o global) puedan aprovechar y ser partícipes del análisis/investigación y de la/s conclusión/es.

Les aseguro que ensayándolo muchas veces se llega a interiorizar y sale solo. ¡Lo hacen los niños de 3 años! Sin embargo, desde que comenzó la crisis del Covid-19 vemos cómo la gestión que se hace de la misma altera el orden de los factores, lo que en este caso sí implica un cambio drástico y lamentable en el resultado. Hemos asistido a numerosas decisiones en las que nuestros dirigentes MUESTRAN o ACTÚAN, PREPARAN y después, y no siempre, PIENSAN si lo que han hecho es lo correcto, para modificarlo a los pocos minutos, horas o días. Es imposible no sentir inseguridad e incluso miedo cuando lo que hoy es una verdad irrefutable mañana deja de tener vigencia…

Y así, a tan solo unos días del comienzo del curso escolar, los docentes nos vemos de nuevo desprotegidos por la administración y vilipendiados por la sociedad cada vez que se nos ocurre alzar la voz para avisar de lo que todos sabemos que sí o sí terminará ocurriendo.

Es de sobra conocido que a los docentes se nos pide desde siempre que actuemos más como magos que como educadores:

  • para educar de manera competencial con un currículo totalmente basado y enfocado en los contenidos,
  • para acabar temarios trabajando por proyectos, desarrollando múltiples teorías pedagógicas innovadoras y con el mayor uso posible de tecnologías
  • para educar en valores, desde la emoción y la pasión, sin que decaiga nunca el entusiasmo, como correponde a las profesiones vocacionales, y a pesar de las circunstancias de cada momento,
  • para enseñar pensamiento crítico y reflexivo a nuestros jóvenes en un mundo en el que la misma clase política altera su mantra diario: MUESTRO-PREPARO-PIENSO.

Pero los acontecimientos recientes nos han empujado a todos los mago-profesores a situaciones de verdaderos equilibristas, acróbatas, malabaristas, improvisando aulas de clase en nuestras propias casas, con nuestros propios recursos, rodeados de nuestros familiares y sin recibir ni un solo aplauso por ello.

Ya en junio se vaticinaba lo que ahora está ocurriendo: a punto de incorporarnos al nuevo curso escolar los “posibles escenarios” no dejan de ser planteamientos teóricos que distan mucho de la realidad que se vivirá en las aulas y que nos pondrá a todos, alumnos y docentes, en una situación de vulnerabilidad muy peligrosa para toda la comunidad.

Como dice el famoso proverbio africano, “para educar a un niño hace falta la tribu entera”.

Durante el confinamiento los padres hemos tenido la suerte de convertirnos en profesores de nuestros hijos a tiempo completo. Durante ese tiempo se leían en redes sociales muchos comentarios de agradecimiento y reconocimiento por la dura labor de los profesores, no siempre valorada.

Sin embargo, como está ocurriendo con otras situaciones recientemente vividas, olvidamos pronto, y ahora esos mismos padres critican a los profesores que alzamos la voz para decir que la vuelta al colegio no está garantizada en unas condiciones mínimamente seguras.

Muchos de estos padres son los mismos que:

  • No se ponen mascarilla porque, aunque las autoridades dicen que es obligatoria incluso en espacios abiertos, ellos deciden que ¡vaya rollazo!
  • Quedaban a escondidas con amigos/compañeros de trabajo para tomar unas cerves en los momentos más duros del confinamiento.
  • Se reunían a hurtadillas con otros amigos/familias cuando solo estaban permitidos paseos de 1 adulto con sus hijos.

En esta “tribu”, ahora más que nunca, todos educamos, todos sumamos, todos debemos remar en la dirección correcta y al unísono. Por suerte o por desgracia, los docentes hemos dejado de tener el mayor peso de la educación de nuestros jóvenes, para compartirla con las familias y el resto de la sociedad. Y recordemos que “nada educa más que nuestro ejemplo”.

Cuando nuestros propios representantes políticos (ACTUANDO, sin PREPARAR, y por supuesto sin PENSAR) nos señalan y nos ponen en el foco mediático para desviar la atención de su inacción, debemos aceptar que estamos en manos de una clase política mediocre y de gran bajeza moral, que se traduce en una sociedad que no respeta a sus docentes. Tenemos y tendremos lo que nos merecemos.

Comencemos pues por revisar nuestro comportamiento individual y nuestra contribución a la sociedad, con responsabilidad e inteligencia colectiva.

Solo cuando todos y cada uno de nosotros nos sintamos parte responsable de esta colmena global en la que vivimos podremos con el Covid-19. Repitamos al unísono, a modo de danza de las abejas, lo que nuestros niños cantan en las escuelas y por suerte tienen ya tan interiorizado: PIENSO-PREPARO y MUESTRO/ACTÚO.

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Miedo legítimo ante la vuelta

Por Francisca Esteller Nadal

En primer lugar, me gustaría señalar que escribo esta carta como madre y como docente, en representación de un grupo de compañeros de profesión y de familias cuyos hijos van a asistir a algún centro educativo en los próximos días.

A menos de tres semanas para el inicio del curso escolar, los padres y docentes sentimos y mostramos no solo una enorme preocupación y desconcierto, sino también mucho miedo. Este miedo no es irracional, sino que es totalmente legítimo, teniendo en cuenta que todo lo relacionado con la Covid está rodeado de incertidumbre, conocimiento científico parcial y de contradicciones entre los propios estudiosos de la materia.

Al final del curso escolar 2019-2020 se estableció un protocolo de actuación para el inicio del próximo curso. Este protocolo se elaboró teniendo en cuenta un contexto epidemiológico que nada tiene que ver con el de estos momentos, puesto que comenzábamos una nueva fase en la que tanto hospitalizados como nuevos contagios eran mínimos, y el riesgo a contraer esta enfermedad había disminuido.

En este protocolo, en la etapa de Educación infantil y Primaria se establece una ratio de máximo veinte alumnos por aula con un tutor de referencia, en lo que ha venido a llamarse ‘grupo burbuja’, con la intención de reducir los contactos del alumnado en el centro y poder establecer, en caso de contagio, un seguimiento de los casos más eficaz.

Estos grupos burbuja parecen no contemplar la relación del alumnado de cada grupo con familiares, amigos y otras personas ajenas al centro fuera del horario escolar, porque si así fuera no se hablaría de estanqueidad o seguridad dentro de estos grupos. Evidentemente, no voy a entrar en valorar en lo acertado o no de las afirmaciones con respecto a la facilidad de contagio que tienen los menores y la capacidad de estos para contagiar a otros, porque eso queda para los científicos.

Ahora bien, lo que sí me niego a aceptar es la contradicción sobre las medidas de seguridad a nivel individual obligatorias establecidas para la ciudadanía en general, y a la desaparición de mascarillas en los centros educativos a partir de septiembre.

Mi hijo de siete años de edad, así como yo misma y mis familiares, y muchos otros ciudadanos responsables, hemos cumplido escrupulosamente con cada una de las medidas que desde el mes de marzo se han venido imponiendo desde las instituciones sanitarias.

En la actualidad, estas medidas incluyen el uso obligatorio de mascarilla para toda la población por encima de los seis años de edad. Si las actuales medidas de seguridad individuales y colectivas se contradicen con las medidas que dictan los protocolos educativos, a mí, personalmente me transmiten una inseguridad y un miedo que me llevan a cuestionarme las razones de dichas directrices.

Yo misma, en estos momentos, no soy capaz de comprender y mucho menos compartir las explicaciones por las que frente a un patógeno grave y desconocido se actúa de forma diferente en función del contexto. Frente a este desconcierto me veo incapaz de explicarle a mi hijo -repito, siete años de edad-, esta situación. ¿Por qué en el parque hay que llevar mascarilla y en clase no? ¿Por qué no podemos reunirnos más de diez familiares mientras que en el al aula habrá veinte alumnos, más monitores y docentes?

Como madre y profesora no tengo respuesta para estas preguntas. Hasta ahora le he podido decir que la mascarilla le protege a él y él, a su vez, protege a otras personas. De alguna manera ese papel importante de protección a los demás le ha servido para que aceptara de buen grado el uso de este elemento. Me cuesta trabajo elaborar un discurso coherente puesto que el no usar mascarilla en los centros escolares entraña un riesgo añadido a esta locura, no solo para los niños y personal del centro, sino también para los familiares de todos ellos y, por ende, para los contactos de todas estas personas en su vida habitual.

No hay que olvidar que muchas de estas personas son grupo de riesgo. Así como tampoco hay que olvidar la falta patente de control en el cumplimiento de las medidas obligatorias por una parte importante de la sociedad. De este modo, los llamados grupos burbuja son una absoluta utopía, no sé si planteados con una visión excesivamente ingenua o directamente con una visión despreciativa hacia la seguridad individual. Y es que meter a veinte niños en lugar cerrado, sin mascarilla, con uno o dos adultos, no pronostica nada, absolutamente nada bueno.

Sobre este punto ya avisa la OMS señalando que los casos de Covid-19 en niños se ha multiplicado por siete y a la sanidad española le parece que, en palabras de Fernando Simón, “esas oscilaciones preocupan y hay que valorarlas con cuidado”.

El día 27 se reúnen las diversas comunidades autonómicas con el Ministerio de Educación. Como madre y como docente; solicito, exijo, ya que el riesgo cero no existe, que se dicten medidas coherentes con el devenir de la pandemia y por tanto, se adopte la mascarilla como elemento obligatorio en todos los centros educativos, así como una ratio más acorde a la nueva situación.

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  • Si eres profesor, envía tus sensaciones ante el comienzo de curso al correo zona20@20minutos.es

Se te va a pasar el arroz

Por Estefanía O.

Una mujer ríe satisfecha y feliz (Gtres).

Una mujer ríe satisfecha y feliz (Gtres).

Las mujeres solteras seguimos así por muy diversos motivos. Algunas porque así lo han querido siempre, otras porque la vida así se lo ha deparado y muchas más las que vivimos pensando en lo maravilloso que resulta sentirse libre. Y es que la falta de ataduras muestra, aunque muchos no lo vean así, la madurez intelectual más preciosa que puede existir.

Me he dado cuenta de que existe un cierto consenso entre las familias tradicionales de nuestro país de enjuiciar rápidamente a la mujer soltera y ver en ella a una paria. Por suerte, la sociedad ha avanzado mucho y son cada vez más las mujeres que deciden ser solteras, y son muchos los padres que aceptan y se resignan al contemplar cómo la niña de la casa decide seguir siendo un pájaro solitario que hace lo que le viene en gana.

Ya desde muy niña he amado la soledad y la libertad. Los libros han acompañado mis horas y me han llenado de felicidad. Y creo que, si en algún momento me enamoro de alguien, ese momento y ese alguien debe estar impregnado de aquello que más admiro en este mundo: la sabiduría. Si llega ese alguien cargado de sabiduría y libros acumulados a su espalda, me enamoraré. Porque sólo un libro humano puede vencer mis resistencias. Y creo que el arroz no se pasa nunca. Siendo el amor un sentimiento atemporal e infinito, a buen seguro que puede llegar en cualquier momento de la vida. O puede no llegar nunca.

Hay muchas razones para seguir soltera y también son muchas las razones para querer no seguir soltera. Lo que jamás va a determinar los sentimientos hacia mí misma y los juicios de valor que yo pueda formularme es una frase tan vacía y anodina como «se te va a pasar el arroz«.

La mujer siempre ha puesto límites a su propia libertad, se ha cortado las alas y ha querido amputar las posibilidades que el género masculino siempre ha contemplado. Estoy y quiero ser soltera y, hasta que me muera, voy a hacer lo que más, mejor y mucho pueda y quiera.

 

¿Videojuegos demasiado violentos o padres irresponsables?

Por Jaime García Murillo
Watch Dogs.

Un hombre portando un arma de fuego en un videojuego. (VANDAL)

Estamos acostumbrados a adquirir violencia de muchas maneras: series, películas, videojuegos, etc. Pero cuando hablamos de violencia infantil, es decir, la violencia generada por personas menores de 18 años, se les echa la culpa a los videojuegos que se dice que «causan esa violencia».

 Pero, ¿la culpa es de verdad de los videojuegos? En la carátula de los mismos podemos observar las restricciones y los elementos que tienen estos videojuegos (violencia, sexo, drogas, etc.). Mi pregunta es: ¿Debemos culpar a los videojuegos de esta violencia o a los padres irresponsables que no se fijan en qué le compran a sus hijos?

Apostar por una sociedad de máximos

Por María Ángeles Altozano

Microcrédito, microbio, micromachine, microtia… De los términos micro que imperan en esta sociedad tan de mínimos, el último es con el que me familiaricé hace un año. Mi hijo nació con microtia. Es decir, sin una oreja. Una malformación que solo afecta a 1 de cada 5.000 bebés.

Una persona con microtia. (ARCHIVO)

Una persona con microtia. (ARCHIVO)

Rara vez se acerca uno a las enfermedades raras si no le toca de cerca. Así ha sido como he tenido la oportunidad de conocer a otros niños y niñas como mi hijo; preciosos, risueños y encantadores pero sin una oreja. Ha sido gracias a la Asociación de Microtia de España por el II Encuentro de Familias que ha celebrado con el Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona, donde acudieron familias como la mía, esperanzadas y capaces de ver que el amor a nuestros hijos, lo que logren en sus vidas, sus errores, sus aciertos…van más allá de que les falte una parte del cuerpo. Allí descubrí también un equipo de profesionales más humano que médico.

La vida me ha acercado a personas que dan la vuelta a la realidad y avanzan, que apuestan por una sociedad de máximos, de macrosolidaridad, macrocorazón y macrosonrisas.

La incoherencia de no vacunar

Por Óscar Doñate Palos*

El Estado, con sus razones, nos obliga actualmente a llevar casco o cinturón de seguridad, aunque sólo nos afecte a nosotros el no usarlo. Tampoco nos permite conducir demasiado rápido, ni hacerlo después de haber bebido, ni fumar en según qué sitios o retirar la mayoría de medicamentos de las farmacias sin presentar la receta.

Un doctor pone una vacuna a un niño. (GTRES)

Un doctor pone una vacuna a un niño. (GTRES)

Sin embargo, el mismo Estado considera perfectamente lícito que padres (que por lo general no son profesionales sanitarios cualificados) desoigan las recomendaciones de los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de las principales agencias de salud pública, así como de sus pediatras, médicos y farmacéuticos, y decidan no vacunar a sus hijos, poniendo así en peligro tanto la vida de estos niños como la de los que les rodean, sobre todo los más débiles.

Y me pregunto: ¿Se hace todo lo posible para evitar las muertes por accidente de tráfico pero se puede permitir que muramos de una enfermedad que, además, se puede evitar? No encuentro una explicación coherente a este hecho.

(*) Padre, farmacéutico y miembro de la Junta de la Asociación de Farmacias de Barcelona.

Ahora manda el niño y el adulto obedece

Por Marta

En una sociedad como la nuestra hace 25 o 30 años si te regañaban en el colegio en casa te decían: ‘Algo habrás hecho’. Ahora en muchos casos si al niño/a le regañan en la escuela al que se le cae el pelo es al profesor, porque el papá o la mamá de turno van al colegio indignados a reclamar los ‘derechos’ de sus hijos.

Una niña de Primaria en una clase. (ARCHIVO)

Una niña de Primaria en una clase. (ARCHIVO)

¿A qué estamos jugando? En mi opinión estamos creando verdaderos tiranos para el futuro, por supuesto que un profesor nunca debe pegar a un niño ni gritarle, pero si enmendarle y corregir sus aptitudes negativas, a la vez que debe fomentar y aplaudir las positivas.

En cuanto a otro ámbito, el jurídico, tenemos una ley del menor ‘estupenda’ que exime a los menores de cualquier responsabilidad penal hasta los 18 años.

Hay un cambio de papeles que se sienta delante de un juez a un padre por darle una colleja a un hijo pero que exime a un chico de 13 años por matar a un profesor. Un cambio de papeles completamente absurdo en el que en muchos casos manda el niño y el adulto obedece.

Falta de educación financiera

Por Yacine Roumane

Un alumno toma notas en un instituto. (JORGE PARÍS/ARCHIVO)

Un alumno toma notas en clase. (JORGE PARÍS)

Lamentablemente, en los centros educativos no nos enseñan sobre educación financiera y la ignorancia nos lleva a cometer errores.

Cada vez más son los padres víctimas de un consumismo incesante, débiles para resistir los embates del consumo excesivo. ¿Por qué en las escuelas no se enseña educación financiera?

La necesidad de preparar a nuestros jóvenes para que puedan manejar el dinero con éxito en su vida adulta está a la vista. Espero que las autoridades pertinentes tomen conciencia y hagan algo para solucionar esta situación.

Padres-entrenadores en las gradas

Por Núria Castellanos Crespo

Frases como “que no te enteras”, “vete a arbitrar a tu casa”, “estás cegato o que”, “niño, que estás dormido, espabila”  u otros insultos que prefiero no citar  las podemos escuchar desde las gradas los fines de semana en los partidos infantiles/juveniles de futbol, básquet, balonmano u otros deportes procedentes de los padres.  Pero, ¿esta es la actitud, comportamiento  y el vocabulario que queremos transmitir a nuestros hijos?

La mayoría de los padres apuntamos a nuestros hijos a hacer deporte para que se diviertan, se relacionen y porque es sano que hagan ejercicio.  Pero todos esos motivos distan mucho de la realidad que se puede palpar desde las gradas. Podemos ver discusiones entre padres que se faltan el respeto o gritos  a entrenadores y árbitros. Por no hablar de las humillaciones a sus propios hijos gritándoles lo que tienen que hacer o incitándoles a ser agresivos con el contrario.

Niños jugando al fútbol (GTRES, ARCHIVO)

Niños jugando al fútbol (GTRES, ARCHIVO)

Sin embargo, cuando nuestros hijos contestan al entrenador o al árbitro les decimos que se tienen que comportar. ¿Nos comportamos nosotros? Nuestros hijos muchas veces harán lo que nosotros hagamos, no lo que digamos. Con actitudes como esas los valores que estamos transmitiendo son: la falta de respeto, el egocentrismo, el anticompañerismo, la agresividad y la frustración.  Cuando lo que deberíamos potenciar es precisamente todo lo contrario.

Los padres debemos recordar que no somos los entrenadores de nuestros hijos, que para eso ya pagamos a un profesional que lo hace. Nuestra función es motivarlos y apoyarlos ganen o pierdan.  Si estas actitudes de desacreditación de  autoridad las extrapolamos a otros ámbitos como el educativo criaremos hijos sin respeto hacia nadie: ni a entrenadores, ni a árbitros, ni a profesores… y como consecuencia: ni a nosotros: los padres.  “Si quieres un ganador en casa entrénate, pero deja que tu hijo se divierta”.

Una oportunidad de oro

Por Mª Candelaria Tejera González

Padres que se quedan en paro y abuelos que se prejubilan por la crisis. Algo bueno se puede sacar de esta situación, y es que recuperemos el control de nuestras familias y nos unamos ante la adversidad. ¿No hay dinero para llevar a los niños a las guarderías? Pues si papá, mamá o el abuelito/a están ahora en casa, esta es una gran oportunidad para que cuiden personalmente de sus pequeños. Ellos sin duda lo agradecerán. guarde

La mayoría necesitamos trabajar para vivir, y el uso de las guarderías se vuelve una necesidad. Pero también abusamos de ellas, delegando en terceros la crianza de nuestros hijos, dejándolos allí desde demasiado pequeños. Parece que es obligatorio escolarizarlos cuanto antes posible, aunque a ellos no les guste, aunque lo pasen mal alejados de sus figuras de apego. Las guarderías están viendo reducirse su clientela por la crisis y tratan de atraerla con descuentos. Me escama que vendamos a nuestros hijos tan barato. Ya que por muy poco dinero que nos cueste ese servicio, si no lo necesitamos porque estamos presentes nosotros, ¿para qué lo vamos a usar? Me gustaría pensar que estas estrategias comerciales no van a dar el resultado esperado y que, sintiéndolo mucho, estos negocios terminarán por reconvertirse en otra cosa para salir adelante. Espero que en el futuro, gracias a esto, exista una generación de críos que quizá no tuvieron tantas cosas materiales de pequeños, pero disfrutaron del cuidado de sus seres queridos.

Padres, ¿sabéis en qué consiste el ‘botellón’?

Por José Luis Hernández

Hay un fenómeno que me resulta muy chocante, los padres y madres que afirman con total naturalidad, incluso con cierto orgullo, “mis hijos hacen ‘botellón’”. Cada vez que oigo algo así me pregunto: ¿sabrá esta persona en qué consiste el ‘botellón’? Bueno, pues para los padres y madres que estén tan contentos, yo les explico: el ‘botellón’ consiste en emborracharse y/o drogarse. Así de sencillo. No consiste en hablar con los amigos, pasear. No. Consiste en consumir la mayor cantidad de alcohol y drogas posible al menor coste posible.Botellón

Sí, ya sé que los padres y madres que lean esto pensarán “mi hijo no bebe, ni se droga”. Bueno, pues no es así: si su hijo o hija hace ‘botellón’, se emborracha y/o se droga. Y es que España lidera el consumo de alcohol y drogas a nivel mundial. Y eso no se logra sólo con los hijos “de otros”… también los suyos contribuyen. Así que si a un padre o a una madre le parece bien que sus hijos o hijas se droguen, pues vale. Pero que no se engañe, ni trate de engañar a sus vecinos o familiares: si sus hijos hacen ‘botellón’, se emborrachan y/o drogan.