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Entradas etiquetadas como ‘moralidad’

¿Para cuándo una televisión con la que disfrutar en familia?

Por Gracia González Pérez

Sobre el artículo del bloggero Israel Álvarez Esfuerzos que agradecer, del 28 de septiembre, pongo en duda que las dos series españolas que nombra sean nuevas en espíritu. Tal vez sean novedosas en el entorno en el que están ubicadas, como es el caso de Mar de plástico, realizada en los invernaderos de Almería, pero discrepo de su frescura e innovación, ya que reflejan una vez más la violencia que caracteriza últimamente a las series de TV, esa violencia con tintes semi-investigadores que oculta realmente de lo que se ha nutrido en muchas ocasiones el cine sin que se viera una gota de sangre.

El retrato de familia viendo la caja tonta no está obsoleto, de hecho es lo que buscamos los que tenemos hijos, buscamos una televisión adecuada a todos los miembros de la familia, una televisión que se pueda ver cenando sin que se te remuevan las entrañas ni tengas que mirar hacia otro lado. Abogo por esa televisión en todas sus dimensiones, la que me ha hecho reír y llorar, con la que he disfrutado y he estado deseando ver cuando he llegado a casa, la que junto con mis hijos cuento los días para que empiece el nuevo capítulo.

(ARCHIVO)

(ARCHIVO)

Creo que esta sociedad tiene una agresividad extrema, se está viendo en los colegios; en la calle, en bares, en las colas del super, en las colas de los bancos… Si no mermamos esa violencia como algo común en el ser humano, a través de la pequeña pantalla, estaremos contribuyendo a la pérdida de valores y a la falta de moralidad en todo aquello que nos rodea.

Mariano Rajoy, tus actos te condenan

Por Diego Mas Mas

Tus múltiples intentos de esconder las fechorías de quien ha sido el tesorero de tu partido durante décadas, “poniendo la mano en el fuego” por él, tus silencios, tu cobarde forma de rehuir una y otra vez incluso el pronunciar el nombre de Luis Bárcenas o tu no responder al instante ni cuando directamente él te denuncia demuestran una insoportable bajeza moral. Mariano Rajoy

Este patente comportamiento público, por sí sólo, te hace indigno de gobernarnos, además del no haber sido capaz de descubrir, o de frenar, o incluso haber sido probablemente un destacado cómplice de la corrupción en la cúpula del PP. Los hechos que ya conocemos sobre cuentas bancarias y los testigos de muy distinto tipo hubieran llevado a dimitir de inmediato a cualquier gobernante con un mínimo nivel ético para no dañar todavía más a su país, sin aferrarse al sillón para intentar escapar de sus responsabilidades. No nos queda otra, pues, a los ciudadanos, en legítima defensa propia, que utilizar los métodos adecuados para echarte lo antes posible.

La política con mayúsculas ha muerto

Por Pedro Serrano Martínez

Congreso de los diputadosLa indigencia moral que se ha instalado en la clase política y, como consecuencia, en la economía y las instituciones, nos ha dejado a la intemperie. Al observar el descorazonador panorama político que nos rodea, bien podríamos afirmar que la política con mayúsculas ha muerto y nos ha dejado huérfanos. De modo que, acompañémonos en el sentimiento.

¿En quién creer, en qué o quién confiar en este tiempo mendaz, cínico y chapucero? En este trance de impudicia e inmoralidad que nos ahoga y nos confunde, ¿qué o quién nos librará de la nueva esclavitud de los poderosos y nos  guiará hacia la tierra prometida, hacia un mundo más justo y humano? ¿Qué o quién devolverá la credibilidad a la clase política y la confianza en una gestión honesta de los recursos que esté orientada hacia el bien común? Tal vez necesitemos contemplar aún más de cerca el abismo para ser capaces de cambiar el rumbo.

¿A qué grado de egoísmo e indiferencia hemos llegado para que nos importe un rábano la suerte de nuestros semejantes? ¿Qué ha sido de la cohesión social? ¿Qué ha sido de la generosidad, de la honorabilidad y la decencia? ¿Es que ya no le importan a nadie? ¿Qué clase de valores se fomentan en la escuela y en la universidad? Antes, cuando alguien cometía un abuso o un delito, se le recriminaba públicamente y el reprobado o condenado, al menos, sentía vergüenza. Hoy, sin embargo, como la conciencia es laxa, la ética inexistente y la culpa la visten de inocencia, levantan la cabeza sin rubor.

Lo que más duele de la corrupción

Ángel Villegas Bravo

Es agobiante el clima de corrupción que se vive en este país. No nos da tiempo de espantarnos de un asunto feo, cuando ya tenemos otro peor encima. Se suceden, casi sin tregua, asuntos que afectan a casi todos los estamentos de la vida pública, desde las más altas instituciones hasta el alcalde o concejal de una pequeña población. La corrupción parece no tener fin y todo esto sucede mientras una gran parte de los ciudadanos se ven afectados gravemente por una crisis económica que no han causado, pero que se ceba en ellos, mientras unos pocos permanecen al margen de los grandes sacrificios y hasta de las privaciones que muchos están soportando. Se recorta todo: sanidad, educación, Dependencia, derechos laborales y sociales y, todo ello, mientras hay empresas que han aumentado sus beneficios, empresarios que no pagan a la Seguridad Social o a Hacienda, o están en la cárcel acusados de graves delitos; políticos que siguen (como si aquí no pasara nada) con sus buenos salarios, complementos, dietas, coches oficiales, viajes en clase especial, uso gratuito de autopistas de peaje y un sinfín de privilegios cuyo relato se haría interminable.dinero

Mientras este Gobierno no muestra la menor intención de aliviar a la ciudadanía pidiendo un esfuerzo a los que más tienen, se oprime cada vez más a los más desfavorecidos, exigiendo más y más sacrificios y amargándonos la existencia con la letanía de que lo hacen por nuestro bien, «para arreglar lo que otros han dejado tan mal». Y lo peor es que, cuando uno se fija en los que se han corrompido, presuntamente en algunos casos y en otros ya probado, se encuentra con que ¡ninguno de ellos lo necesitaba!; podían vivir bien, la mayoría de ellos muy bien, y sin embargo estaban (presunta o probadamente) llevándose el dinero público, ese dinero que ahora dicen que falta y que hacen pagar al común de los mortales porque, dicen, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ese cinismo, esa desvergüenza, es lo que más duele.