Por Ángel Villegas Bravo
Como ciudadano, nada más (y nada menos) tengo algo que decirles a todos los políticos; y ruego, de antemano, me perdonen aquellos que, quiero creer, piensan y sienten como yo.
Yo no pago mis impuestos para ver cómo se faltan ustedes al respeto, cómo se degradan y se desprestigian insultándose y perdiendo las formas de esa manera tan lamentable. No me aprieto el cinturón, repago medicinas y veo reducidos mis ingresos para que ustedes sigan con esta farsa, comedia, vodevil o sainete, negándose la mano y diciendo vulgaridades tabernarias. No me privo de algunas cosas necesarias, y procuro vivir dentro de mis posibilidades para que ustedes no tomen medidas drásticas contra los que malgastan, malversan, o directamente roban el dinero público. No me gusta nada ver a gentes de mi familia, o amigos, que están en el paro, o trabajando en precario y con unos sueldos míseros, o emigrando, para que ustedes sigan trazando líneas rojas y mirándose el ombligo o, incluso, pretendan gobernar sin el control del Parlamento.
¿Acaso no son conscientes de su desprestigio, del descrédito de las instituciones, del hartazgo ciudadano? ¿Quizá es que les importa un bledo la ciudadanía?
Pues vayan ustedes espabilando, porque el vaso hace mucho tiempo que rebosa.