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Entradas etiquetadas como ‘llanto’

Los molestos espectadores de los conciertos gratuitos

Por María José Viz Blanco

Patio de butacas.

Espectadores en un teatro. (MARC CALLEJA)

Aunque lo que voy a contarles tiene que ver con la Banda Municipal de Música de A Coruña, bien se podría aplicar a otras del resto de España. El público que suele seguir a la banda, sea en recinto cerrado o al aire libre, está formado por jubilados y por niños principalmente. Es posible que la gratuidad de los conciertos influya en esta preponderancia. La ausencia de jóvenes y de personas entre 40 y 50 años es muy notoria.

Hay dos clases de espectadores –simples “asistentes”- que destacan por lo molesto de su comportamiento. Por un lado tenemos a los niños pequeños que se dedican a corretear en el patio de butacas, a hablar y gritar… a los que hay que añadir los bebés, que suelen llorar ruidosamente cansados de estar en un lugar al que no han pedido ser llevados. Ningún adulto se responsabiliza de estos pequeños traviesos, ni se les ocurre sacarlos de la sala. Las excepciones son, por ende, llamativas: he visto a niños emulando al director en sus asientos, entusiasmados y con el incipiente amor por la música reflejado en sus rostros.

La otra tipología de incordiantes la forman los enganchados al móvil, que no quieren ponerlo en silencio –desoyendo la megafonía- y que, incluso, chatean durante todo el concierto. Estar cerca de una persona viendo su móvil es molesto por la fuerte luz que emite el aparato. Nunca entenderé qué lleva a una persona a un concierto si lo que va a hacer lo puede realizar cómodamente desde su sofá.

A pesar de lo dicho, el público es mayoritariamente respetuoso, asiduo y entendido, lo cual se demuestra en la adecuación de los aplausos a los finales de las piezas. A quien corresponda, una petición doble: ¡más conciertos y mayor publicidad de los mismos, por favor!

Lampedusa, el llanto no es suficiente

Por Pedro García

Tendremos que hacer un análisis de lo ocurrido en Lampedusa pero también tendremos que enfrentarnos y afrontar el hecho de los miles de personas que arriesgan todo, incluso su vida, buscando un futuro mejor. No dejan sus países porque les gusta o les apetece.Lampedusa Dejan sus familias, sus raíces, porque no pueden sobrevivir, porque no pueden garantizar la comida de sus hijos ni un futuro para ellos. E hipotecan sus vidas, las ponen en manos de mafias que les “ayudan” a cruzar esos pocos kilómetros y que les abandonan a su desgracia. El llanto es necesario, pero no es suficiente. Debemos entender el reto que se nos presenta y trabajar para que todas las personas que habitamos en el mundo tengamos derecho a una vida digna.