Por Juana María Márquez Pérez
«Sanidad, sanidad. Sanidad, te quiero. Pública y de calidad, para el mundo entero” o “Sanidad pública, no se vende, se defiende”, eran algunos de los lemas que coreaban sanitarios y pacientes del Hospital Infanta Leonor de Vallecas (Madrid), después de que el Gobierno regional decidiera paralizar el proceso de privatizar su gestión y la de otros cinco hospitales y 27 centros de salud más. La tan ansiada y esperada noticia que ha movido masas llegó tras el auto del TSJM que mantenía la suspensión cautelar del proceso de privatización.
Para llegar a esto, queda atrás año y medio de movilizaciones, desde que se iniciara la conocida como ‘Marea Blanca’ que inundó las calles de Madrid de batas blancas reclamando lo que pensamos que por derecho nos correspondía a profesionales y pacientes. En momentos como este en los que al final se consigue lo propuesto, una vuelve a creer que el pueblo es el que decide y, tras un camino duro, cosa que ya sabíamos, la recompensa llegó.
Somos conscientes de que esto no ha hecho más que comenzar, pero lo que venga de ahora en adelante ya tiene sentado un precedente y es esta victoria de la igualdad sobre un sistema desigual que nos intentaban vender. Los profesionales de la salud son personas, médicos, enfermeros, auxiliares, etc., que dedican gran parte de sus vidas a los demás. Lo hacen por vocación y para ellos resulta inadmisible que le digan que no pueden atender al mendigo que llega a una puerta de urgencias con una apendicitis aguda. ¿Qué somos? ¿Animales que dejan morir al más débil? No, eso no es lo que nos enseñaron cuando estudiamos, esa no es nuestra ética. Nuestro cometido es anteponer la salud a cualquier otra cosa cuando alguien está en nuestras manos, sea de la condición que sea, rico o pobre, español o de otra nacionalidad. Es obvio que la sanidad es cara, mantener una plantilla de profesionales cualificados, al estar cada vez más tecnificada y desarrollada, no produce beneficios económicos y es cuando los gobiernos, sin ingresos, tienen que hacer frente a un gasto sanitario cada vez mayor, ya que a su vez, la población crece. Las condiciones de precariedad por la falta de dinero de los gobiernos se han hecho notar en reducciones de plantillas de profesionales, lo que conlleva a una peor atención de enfermos, aumento de listas de espera y desencanto acumulado. Su salida no fue otra que la de vender la sanidad a empresas que la gestionaran con la consiguiente merma de la atención al paciente.
Con esta decisión de la justicia, asistimos a un momento histórico, en el que el derecho a la atención sanitaria universal, gratuita y en igualdad de condiciones que conquistaron nuestros antepasados, por fin no nos ha sido arrebatado por un puñado de empresarios cuyo fin era engordar sus cuentas. Y si algo quedaba por rematar, se consiguió tras la dimisión de Javier Fernández Lasquetty, que tras las palabras sentenciosas de Ignacio González: «ha sido un consejero estupendo»; dando carpetazo al polémico ya exconsejero de Sanidad madrileño.
Señores, ha ganado la democracia, ha ganado la ciudadanía, lo ha hecho también la ética y no se puede por menos que felicitar a tantos miles de personas que durante casi dos años han estado en las calles protestando y haciendo valer sus derechos. No callar nunca, decir lo que se piensa de forma pacífica pero contundente, eso es democracia. Y en Sanidad, ha triunfado. ¡Enhorabuena!