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Entradas etiquetadas como ‘insultos’

Cuando el machismo es femenino

Por María José Fernández

Pacientes en una sala de espera de un centro médico (Archivo).

Pacientes en una sala de espera de un centro médico (Archivo).

Al hilo de la noticia que publicasteis sobre el usuario que se negó a subir en un taxi porque la conductora era una mujer…  ¿qué me decís del machismo femenino? Este jueves por la mañana, en el Centro de Salud de Paseo Artilleros de Vicálvaro (Madrid), lo he padecido. He sido insultada y amenazada por un individuo en la cola de análisis clínicos, debido a que quería colarse y le he recriminado su actitud. Entonces ha empezado a proferir insultos de todo tipo y a decirme repetidamente que me iba a romper la cabeza.

He llamado a la policía, que ha llegado inmediatamente, y ni la gente que había por allí ni las enfermeras han salido para testificar nada; es más, una de las enfermeras –que pretendía esconderme como si fuera una delincuente hasta que el sujeto se fuera-, me ha dicho que me callara y que si le preguntaban a ella iba a decir que yo también le había chillado… increíble.

Finalmente no he denunciado debido a que no he tenido ningún testigo. ¿Qué os parece? Yo lo que siento es una impotencia terrible y una decepción bastante grande por parte de algunas mujeres que, en vez de ayudar, han optado por bajar la cabeza y no denunciar a este maltratador psicológico… Penoso todo.

 

 

 

La agredida por su pareja se convirtió en mi agresora

Por Andrea Vela

Imagen de una campaña contra la violencia de género (Archivo).

Imagen de una campaña contra la violencia de género (Archivo).

Me ha llamado la atención la noticia del chico agredido ayer en un tren de Mallorca por mediar en una agresión machista. Al hilo de esto, quiero contar el suceso que he vivido este mismo jueves por la noche y por el que todavía sigo estando en estado de shock.

Pues bien, justo anoche, en Barcelona centro, fui testigo de una agresión de un hombre a su pareja dándole varias bofetadas e insultos. Rápidamente me acerqué a increpar su comportamiento, él me amenazó y además ocurrió lo último que me esperaba, de repente fui víctima de un intento de ataque de agresión por parte de ella defendiendo a su maltratador.

La agredida por su novio se convirtió en mi agresora. Era una mujer corpulenta y actuó con mucha agresividad. Me empezó a insultar y a amenazar mientras corría detrás de mí, con la intención de pegarme. Gracias a las personas y a una patrulla de mossos que pasaba justo en ese momento no me dieron una paliza. Las personas allí presentes alabaron mi actuación, pero la consecuencia fue un cuadro de ansiedad, teniéndome que acompañar a casa una testigo a la que agradezco enormemente su generosidad.

Me gustaría denunciar públicamente este caso, principalmente para dar las gracias a las personas y a la policía que me socorrieron y retuvieron a esta pareja.

No se hace nada contra el acoso escolar

Por José Ramón Serrano Jiménez

Tal vez seas uno de los que jugaban al desprecio cuando eras menor, y ahora te horroriza ver algo así. Podría que fueses un jugador neutral. No importa. Porque realmente los niños no tienen la culpa. Al menos, no toda.

Ellos son la última cadena de un eslabón, la mano ejecutora. Un reflejo de lo que se les enseña en casa. El acoso escolar no es algo aislado, no es una excepción; ocurre, y más de lo que pensamos. El problema es que no se hace nada. Y amarga pensar que esto que ha sucedido no incite a actuar, que no se mueva nadie.

Pelea entre varios chicos en el colegio (GTRES).

Pelea entre varios chicos en el colegio (GTRES).

Si desde el hogar no hay una buena educación, el niño se divertirá haciendo sufrir. Muchas veces es debido a la idea de querer ser el mejor, el más fuerte, y eso es porque se populariza el quedar por encima de alguien más débil. No importa si para ello hay que marginar, pegar o insultar al blanco elegido.

No es necesario esforzarse mucho para recibir maltrato. Una discapacidad, ser diferente, o simplemente no querer entrar en el juego de la fuerza. Y ojo, no hablo de peleas esporádicas o insultos «amigables», que son normales. Aquí hablo de arrinconar, intimidar y apalear a alguien de forma física o psicológica (que es más frecuente) día tras día. Hasta que ocurre que alguien no es lo bastante fuerte para soportarlo y se suicida.

Tampoco el sistema educativo tiene actualmente los mecanismos necesarios para paliar la situación. El profesor apenas interviene en el mundo de los muchachos, y cuando lo hace, suele ser para una regañina o un castigo al «cabecilla», que en realidad sólo empeora la situación. Lo mismo ocurre si lo cuentas a los familiares cercanos. No hay consecuencias. No se pone freno. Y por eso la víctima elige callarse e intentar afrontar sola la situación. Porque no queda otra.

Y esto sólo se arregla con educación en casa y con mecanismos de control eficaces, mejorando el ambiente escolar. Concienciar a los niños de que hacer esas cosas no te hace ser mejor, sino todo lo contrario. Que el gordo, el sordo o el «empollón» valen tanto como él, o más. Y que son como él.

 

 

 

Padres-entrenadores en las gradas

Por Núria Castellanos Crespo

Frases como “que no te enteras”, “vete a arbitrar a tu casa”, “estás cegato o que”, “niño, que estás dormido, espabila”  u otros insultos que prefiero no citar  las podemos escuchar desde las gradas los fines de semana en los partidos infantiles/juveniles de futbol, básquet, balonmano u otros deportes procedentes de los padres.  Pero, ¿esta es la actitud, comportamiento  y el vocabulario que queremos transmitir a nuestros hijos?

La mayoría de los padres apuntamos a nuestros hijos a hacer deporte para que se diviertan, se relacionen y porque es sano que hagan ejercicio.  Pero todos esos motivos distan mucho de la realidad que se puede palpar desde las gradas. Podemos ver discusiones entre padres que se faltan el respeto o gritos  a entrenadores y árbitros. Por no hablar de las humillaciones a sus propios hijos gritándoles lo que tienen que hacer o incitándoles a ser agresivos con el contrario.

Niños jugando al fútbol (GTRES, ARCHIVO)

Niños jugando al fútbol (GTRES, ARCHIVO)

Sin embargo, cuando nuestros hijos contestan al entrenador o al árbitro les decimos que se tienen que comportar. ¿Nos comportamos nosotros? Nuestros hijos muchas veces harán lo que nosotros hagamos, no lo que digamos. Con actitudes como esas los valores que estamos transmitiendo son: la falta de respeto, el egocentrismo, el anticompañerismo, la agresividad y la frustración.  Cuando lo que deberíamos potenciar es precisamente todo lo contrario.

Los padres debemos recordar que no somos los entrenadores de nuestros hijos, que para eso ya pagamos a un profesional que lo hace. Nuestra función es motivarlos y apoyarlos ganen o pierdan.  Si estas actitudes de desacreditación de  autoridad las extrapolamos a otros ámbitos como el educativo criaremos hijos sin respeto hacia nadie: ni a entrenadores, ni a árbitros, ni a profesores… y como consecuencia: ni a nosotros: los padres.  “Si quieres un ganador en casa entrénate, pero deja que tu hijo se divierta”.