Por Alejandro Prieto
Que las chicas hagan labores de limpieza mejor que los chicos por una cuestión de genética, tal como le espetó un niño a una niña en un programa televisivo, es algo llamativo y decepcionante.
Un claro ejemplo de que, en materia de igualdad de género, las leyes en España sacan ventaja a la realidad social.
Aunque pase desapercibido y actualmente sea más un producto de la inercia costumbrista que una señal identificativa de subordinación, dominio o maltrato, un detalle significativo al respecto —que se encuentra presente de manera predominante en nuestros pueblos y ciudades— es el orden de los nombres en los buzones de las viviendas, situando en la parte superior de la placa el del hombre y en la inferior el de la mujer.
Lo que sí parece tener relación con la genética cultural es el machismo, una semilla que germina y se reproduce con más o menos vigor en los diferentes ecosistemas humanos repartidos por el planeta. ¡Y cuánto tiempo, esfuerzo y herbicida educativo va a ser necesario para reducir semejante lacra mundial! Soy consciente de que es un tema tratado y abordado con insistencia en los medios de comunicación, pero bastante menos que el relativo a la información meteorológica.