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Entradas etiquetadas como ‘gracias’

Carta abierta a Juanfran Torres

Por Cristina Redondo Aránguez

Querido Juanfran,

La tristeza de Juanfran, jugador del Atlético de Madrid (EFE).

La tristeza de Juanfran, jugador del Atlético de Madrid, en la final de la Champions (EFE).

Lo primero que quiero hacer es darte las gracias. Gracias por el cariño demostrado a toda la afición, por tu entrega en cada partido y por la fe que compartes con nosotros. Todos estos seguros de que el futuro estará lleno de cosas buenas.

Lo segundo que quiero hacer es transmitirte una frase que seguro que has oído, pero que a mí me inspira en momentos de necesidad. Juanfran, «lo que no te mata te hace más fuerte«. Hemos perdido dos finales, pero que nadie te haga sentir culpable por el desenlace del penalti. Nadie tiene derecho. Para mí, cualquier jugador que se atreva a tirar un penalti en un momento así es un titán. Un valiente al que no le pesan los millones de ojos que tiene encima.

El pasado sábado todos remábamos desde muy distintos lugares para un mismo objetivo: la victoria. Pero, a veces, la corriente es más fuerte. Simplemente ocurre. La mala suerte existe. Y de eso sabemos mucho. Eso es el Atleti.

La vida es así. Igual te lleva a la gloria que te hunde y te hace derramar lágrimas como las de la final. Por eso hay que estar preparados para la próxima.

Como tú bien dijiste hace dos años, volveríamos a vernos en una final de Champions. Y volvimos. Y, además, dejando fuera a dos gigantes como el Barça y el Bayern.

Tus palabras, «rayo», no nos han hecho más que reafirmar lo que hacemos siempre: sentir orgullo por vosotros.

Espero que más pronto que tarde podamos volver a vernos en las mismas. En una final, persiguiendo un sueño que se nos negó durante mucho tiempo y que cada vez está más cerca. Volveremos, Juanfran, Volveremos. Estamos seguros.

¡Aúpa Atleti!

Montar en autobús y no morir en el intento

Por Begoña de Frutos García

Imagen de un autobús de la EMT (Jorge París).

Imagen de un autobús de la EMT (Jorge París).

Soy una heroína. Como lo son todos y cada uno de los usuarios que cada día, se atreven a desafiar la ley del equilibrio, descansando sus posaderas en los cuatro asientos enfrentados colocados en la parte de atrás de los autobuses urbanos de la EMT Madrid. Se añade un grado de valor a la proeza, si son los que se encuentran al lado de la ventana.

Primero porque se requiere una habilidad especial para sortear la muralla que forman en un espacio tan reducido las rodillas pegadas, chocándose, de los viajeros que ocupan los asientos que están al lado del pasillo. Mientras, tu mano se aferra con el brazo completamente estirado al asidero colgante que hay en el techo, con el objeto de que la velocidad del bus no te balancee y te estrelle contra los cristales o, en el mejor de los casos, caigas en los brazos o en las piernas de un desconocido. O puede ocurrir, lo que no deja de ser menos malo y doloroso, que des un pisotón involuntario, machacando cruelmente a un inocente juanete.

Una vez consigues sentarte, se apodera de tí una especie de baile San Vito: no dejas de moverte corrigiendo tu postura, intentando mantener la espalda erguida, el culo se te desliza sin poder retenerlo. El material con que están fabricados los asientos es altamente escurridizo.

Cuando estás llegando a tu destino, debes realizar la operación contraria: toca levanarse, mantener la estabilidad sujetándote con una mano en el cristal, a la vez que, con el cuerpo completamente estirado, tratas de alcanzar la argolla colgante del techo, la misma, que te había ayudado a entrar.

En esta pericia, la mayoría de las veces son los propios compañeros de viaje que están sentados a tu lado quienes te agarran de los brazos para que no te caigas, sacándote en volandas al pasillo. Es entonces cuando, nuevamente, lanzas tus ya cotidianos agradecimientos o condolencias: «perdón», «gracias», «lo siento». Palabras que invaden todo el autobús, y que por su frecuencia, los pasajeros ya no vuelven sus cabezas o miradas en busca de dónde provienen. La mayoría de ellos, casi seguro, han pasado en algún momento por este trance.

Día del Padre: Gracias, héroes cotidianos y anónimos

Por Jorge Ipiña Pando

Un padre y su hijo jugando (GTRES).

Un padre y su hijo jugando (GTRES).

Ha llegado el día en el que el orbe católico celebra el día de San José, padre putativo de Jesucristo, ejemplo de entrega y sacrificio. Es por ello que en este día se festeja el Día del Padre.

El término de padre o madre no es importante desde el punto vista biológico, ya que al fin y al cabo, todos podemos tener hijos, pero sí es importante la tarea, la responsabilidad, obligación y entrega que supone formar una familia y tener hijos.

Mis padres lo hicieron en su día, e incluso en aquellos años del tardofranquismo donde era anatema la posibilidad de legalizar el divorcio; pese a ello siguieron adelante y en breve harán 40 años juntos. Como tantas otras parejas, nos han educado, dotado de unos principios y, modestia aparte, tanto mi hermana como yo creo que no hemos salido mal, así pues, poniendo voz a todos los hijos, quiero dar las gracias, felicitar a estos héroes cotidianos y anónimos que no son otros que nuestros padres. Cierto que deberíamos agradecerlo más a menudo, pero ya se sabe la condición humana…

 

 

Gracias al Hospital del Mar de Barcelona

Por Fausto Ruiz

Entrada del Hospital del MarPor una serie de circunstancias que ahora no vienen al caso, el mes de mayo tuve que someterme a una operación quirúrgica. La verdad es que en un principio me daba un poco de miedo, no ya tan solo por la misma operación si no también el tema de los recortes en sanidad.

Ahora que prácticamente todo ha pasado, puedo decir y felicitar a todos los médicos, ayudantes, etc. que de alguna forma han contribuido a mejorar mi salud. Punto y aparte se merecen todas las enfermeras y practicantes en sus varios turnos han contribuido, a pesar de mis dolores, molestias, padecimientos y malestares, a hacerme la vida más llevadera dentro del hospital.

Es curioso que tanto en el primer agradecimiento como en el segundo no haya echado de menos la simpatía, amabilidad y el buen hacer y las horas dedicadas a que mi salud mejore. Como solía decir, “menos mal que los recortes no han influido en el comportamiento de todas esas personas en el tratamiento a los enfermos”.

Gracias a todos los empleados de la planta 4 del Hospital del Mar de Barcelona.