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Entradas etiquetadas como ‘generacion’

La generación de la Enciclopedia Álvarez

Por Pedro Serrano

Un grupo de estudiantes leyendo (Forbes).

Un grupo de estudiantes leyendo (Forbes).

Pertenezco a la generación de la Enciclopedia Álvarez. Enciclopedia que, de 1954 a 1966, el régimen franquista utilizó en las escuelas para enseñar y hacer proselitismo ideológico, resaltando los valores políticos, religiosos y patrióticos y mostrando de forma negativa la Segunda República española y las ideologías de izquierdas. Una enciclopedia que, en la materia de Historia, mostraba la Guerra Civil como una cruzada contra los rojos y justificaba el golpe de Estado contra el gobierno de la República denominándolo «Glorioso Alzamiento Nacional”.

La historia contrajo una deuda con aquella generación que sufrió la precariedad económica e intelectual de un régimen totalitario, pues, con suerte, íbamos a la escuela desde los seis hasta los catorce años y no disponíamos de otra verdad u otra ventana al mundo que no vinieran de dicha enciclopedia, del catecismo o de los maestros y clérigos proporcionados por el régimen. Aquellos años, de deficiente y escasa preparación, nos dejaron incapacitados para afrontar nuestro futuro con solvencia. No obstante, gracias al coraje, la llegada de la democracia y a algunas clases de adultos, algunos pudimos afrontar la vida personal y profesional con un éxito nada desdeñable.

Ahora, recién jubilado, y como si la historia quisiera saldar definitivamente aquella deuda, se me ha concedido el honor de poder matricularme en el Programa Interuniversitario de la Experiencia, en el Campus Miguel Delibes de Valladolid, que tiene como finalidad dar a las personas mayores de 55 años la posibilidad de acceder a la cultura y la ciencia como una fórmula de crecimiento personal. Ahora tengo el orgullo y el privilegio de tener un hijo a punto de terminar la carrera de Historia y profesores que me cuentan la versión no manipulada de aquel negro y triste pasaje de nuestra historia.

 

 

El cuento de la generación perdida

Por Nura A. M.

Naces, creces, vas al parvulario, al colegio, al instituto, te cuentan el cuento titulado “La universidad”, “El mundo a tus pies con una titulación universitaria”,  y “Nunca te faltará de nada con una formación universitaria”. Con dieciocho primaveras, cómo no maravillarse ante aquellas frases escupidas por bocas de quienes, entonces para ti, eran tus figuras a seguir.

No escoger el camino marcado hacia el ámbito universitario era ser públicamente un kamikaze. Dos titulaciones universitarias, una primera experiencia profesional en calidad de – como el ahora hipstermente llamado – freelance y dos idiomas de dominio aceptable más tarde, os escribe desde el paro una veinticincoañera con el ánimo de expresar el sentir de miles y miles de personas que, como la que suscribe, se encuentran en esta misma triste y desagradable situación.

Pues bien, cuando tu empleo actual es el de aspirar a encontrar un empleo y cada día transcurre delante de una pantalla de ordenador que arroja esperanzas contradictorias —el mercado de trabajo se divide entre ofertas de empleo cuyo requisitos son los de experiencia en el puesto ofertado de 3-5 años, o en el otro extremo que uno curse el último año de su carrera universitaria, sin experiencia alguna, con el fin de poder firmar un contrato en prácticas—, uno ha de hacer un gran esfuerzo por no decaer en el intento.

Foto de una joven buscando empleo. (ARCHIVO)

Foto de una joven buscando empleo. (ARCHIVO)

Ni falta hace que digamos cuantísimos jóvenes podemos encontrarnos en ese gran espacio que abarcan ambos requisitos. ¿Qué nos queda a la acertadamente llamada generación perdida? ¿Seguir intentándolo? ¿Esperar a dar el ‘braguetazo laboral’ con el llamado enchufismo? ¿Estudiar un máster cuyo precio de inscripción en su mayoría se dispara hasta el punto de tener que acudir a la financiación privada para muchos de nosotros?

Quijotes para guiar a los Sanchos

Por Pedro Argüello Mur

Siempre llamaron mi atención los versos finales de la primera copla de Jorge Manrique, aquellos que dicen: «cómo, a nuestro parecer / cualquier tiempo pasado / fue mejor». Pero Manrique no es el único. Existen muchas otras referencias a este tópico en la literatura, como por ejemplo en el mito grecolatino de las edades del hombre relatado por Hesíodo, en el relato del Génesis, y hasta en el lenguaje coloquial, pues ¿quién no ha escuchado a un anciano decir aquello de «esto en mis tiempos no pasaba»?

(MICHAEL HUGUES)

(MICHAEL HUGUES)

Y sin embargo, aunque se trate de un pensamiento común a todas las generaciones, a mi parecer en la mía es una gran verdad: una generación perdida, carente de ética, sin más dioses que la lujuria y el dinero, una generación de hombres despojados de su alma, máquinas, una masa uniforme de la que nadie se separa no sea que le tachen de loco. Y hacen falta locos, Quijotes que defiendan los más puros ideales del hombre; Quijotes que busquen la verdad, Quijotes honrados, Quijotes humanistas; Quijotes que, ante una sociedad que les tacha de arcaicos o de locos, no renuncien al camino de la virtud, por el cual el hombre alcanza la felicidad y perfección. Quijotes, locos al fin y al cabo, que iluminen, enseñen y lideren a los Sanchos que les siguen.

 

 

 

Debe ser que ya nos dan por perdidos

Por Marta Gutiérrez Andrés

Pertenezco a esa generación que acabó la carrera/master/doctorado hace un tiempo (entre 4 y 5 años) y lleva desde entonces luchando con uñas y dientes por sobrevivir.

Si, suena muy trágico, pero a ver quién es el guapo que se atreve a decirme que no es trágico que después de estudiar “para tener un futuro mejor” no consigas más que becas de dos duros que no dan para pagar ni una habitación en un piso compartido (no hablemos de gastos tan superfluos como luz, agua, calefacción, comida…) o contratos temporales donde especifica que contratan a alguien sin estudios cuando te están pidiendo que salves el mundo. Por lo menos estos están mejor pagados, incluso para renovar algo de ropa para que no te miren mal en la oficina cuando llevas las blusas recosidas porque no hay para comprar una nueva.oficina

Y lo más trágico de todo es que esta es la mejor situación que llegamos a experimentar y tristemente nunca dura mucho más de un año. De ahí vuelta a empezar, vuelta a reinventarse. Y vuelta a mirar para atrás: “¿Qué hice mal? ¿Cómo puedo hacer que la próxima vez vaya mejor?” Pero estas preguntas no tienen respuesta, porque en cada sitio te has dejado la piel, has superado con creces las expectativas y has dado mucho más de lo que te pedían. ¿Se puede pedir más?

Y te replanteas el futuro y lo ves muy negro, porque ya no te consideran joven, hace años ya que no lo eres, pero todavía no te han dado la oportunidad de tener esa experiencia que se supone que ya debería tener la gente de tu edad. Y piensas que nunca vas a conseguir salir del bucle, pero te sigues esforzando, pero cada esfuerzo cuesta más. Y se sacan fondos para ayudas a los menos de 25, porque “ellos son el futuro”. Pero para esa generación para la que nadie saco ni ayudas ni trabajo ni una oportunidad de demostrar lo que valen nadie saca nada. Ni la cara para decir que a nosotros no nos están dejando ser el futuro.

Debe ser que de verdad nos dan por perdidos.

El amor al arte es otra cosa

Por Rebeca López

El otro día escuché a Eva Hache explicar en un monólogo lo que era la vocación. “Es una excusa de la patronal para pagarte una mierda por tu trabajo (…), no sé en qué momento de la negociación entre empresarios y sindicatos se confundió la vocación con vacación… ¡y así estamos!”, decía. Pues bien, en clave cómica se refería a una situación que preocupa enormemente a los jóvenes, que aunque algunos se empeñen en decir que estamos dormidos, estamos aquí bien despiertos, luchando por lo que es nuestro y por nuestro futuro, que a día de hoy se presenta más que negro.

La gran mayoría de esta generación, que no olvidemos es la más preparada de la historia, no estudiamos por amor al arte, no hemos dedicado los últimos diez años de nuestra vida a licenciarnos, postgraduarnos, hablar idiomas, volver a estudiar para equiparar nuestro título al nuevo espacio de educación europea, con el gasto económico que eso supone, para trabajar ahora por amor al arte, por vocación.  Porque después de este esfuerzo nos parece que nos escupen en la cara cuando nos proponen un sueldo irrisorio por un trabajo para el que necesitamos un máster e idiomas.

No se equivoquen los señores empresarios: el amor al arte es otra cosa. No es que esta generación no tenga capacidad de esfuerzo, no.  Es que la paciencia se nos está acabando. Nos hemos pasado estudiando cerca de 20 años porque nuestros padres, que querían un futuro mejor para nosotros, nos decían que si queríamos trabajar teníamos que estudiar y esforzarnos mucho. Y no nos decían, “si quieres vivir como un rey, por encima de tus posibilidades, estudia”; no. Nos  decían: “si quieres trabajar”.

Y eso es precisamente lo que queremos. Trabajar. Trabajar en lo que hemos estudiado, en lo que es nuestra vocación; que no es otra cosa, según la RAE, que la inclinación a cualquier estado, profesión o carrera. Y para eso hemos estudiado, para poder elegir en qué trabajar. Trabajar para vivir, para vivir bien y en la medida de nuestras posibilidades. Porque no se nos caen los anillos por doblar camisetas, cocinar hamburguesas, cuidar niños en vacaciones o servir copas…. pero para eso no nos hacían falta tantos años de estudio, tanto máster, tanto inglés, ni tanto dinero invertido que va a parar a unas Universidades incapaces de hacer valer todo el talento que sale de sus aulas.

¿Y qué pasa con la siguiente generación? Esa que llamamos “ninis”. Es evidente que tienen el futuro igual o más negro que nosotros. Pero, ¿quién les propone una alternativa mejor? Ni estudian ni trabajan. Dada la situación actual, quizás haya muchos de ellos que aunque quieran estudiar no puedan. Uno de los progenitores en paro, una hipoteca, la subida de las tasas en la Universidad, la dificultad de conseguir una beca… todo eso influye para que no estudien aunque quieran estudiar. ¿Y lo de trabajar? Pues sin haber estudiado, porque no hayan podido o porque no hayan querido, pueden dedicarse a algún trabajo de los arriba propuestos, pero están todos ocupados por la generación anterior a la suya.  Seguro que todos tienen alguna vocación, pero el amor al arte no da de comer.