Por Antonio Porras Castro
Siento tristeza por el deleznable tratamiento que a la repatriación del sacerdote Pajares se le está aplicando. Son múltiples los comentarios sobre su vuelta a casa, desde que no se le debería dejar entrar por el riesgo al que someterá a la población española por el posible contagio del maléfico virus ébola, hasta poner en la picota y cuestionar sobre quién va a pagar su vuelta.
Imagen del religioso español Miguel Pajares. (EFE)
Espero que este sacerdote, que lleva cerca de cincuenta años dejando lo mejor de sí en misiones, dando calor, aliento, apoyo y sus conocimientos a los más desfavorecidos, no se dé cuenta del revuelo mediático que está levantando y los prejuicios a su aceptación en su tierra natal, pues de otra manera él elegiría quedar allí abandonado a la providencia divina y recibiendo la calidez y el amor que ha entregado, que con absoluta probabilidad es mejor de la que le transmite su tierra natal.
Esperar de su pueblo, de su tierra, de su país un trato de este tipo, no deja de ser gesto incomprensible de una sociedad avanzada como creemos ser.
Es esta la gratitud de sus paisanos hacia personas que altruistamente venden la marca España, no dando balonazos ni costándonos escandalosas cifras de primas por goles.
¿Se ha oído alguna vez lo que nos cuesta esa masa de políticos con sus coches oficiales a cuestas, plan de pensiones que le costeamos, Internet…? Les quiero además refrescar la subvención, un tanto increíble, que de los presupuestos generales sale, que si no recuerdo mal ronda el millón de euros -sí, digo bien, un millón- a la cafetería del Congreso de los Diputados para que sus señorías puedan disfrutar de gintonic, comilonas y grandes vinos…etc. sacados de nuestros impuestos.
Sólo decir que si hubiera más personas como el padre Pajares, con sus actitudes, silencios, entregas y más que honrosas dedicaciones y menos clase política con tantos privilegios acumulados, esta sociedad tendría hoy empleo para los jóvenes, no existirían recortes por doquier y, con total seguridad, nos iría a todos infinitamente mejor, sobre todo viviríamos con más coherencia y menos hipocresía.
