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Entradas etiquetadas como ‘diccionario’

Premiar la incultura

Por Pablo Sánchez Medina

RAE

El secretario de la RAE, Darío Villanueva, durante una entrevista. (EFE)

Cada vez que la RAE acepta un nuevo “palabro” damos un paso gigante hacia atrás. Aunque éstas se cataloguen de palabras raras o mal dichas es inadmisible que decir o escribir “almóndiga” o “dotor” se considere correcto.

El mayor problema es que aquellos que las usan ahora pueden escudarse, incluso con razón, en que la palabra está aceptada. ¿Quiere decir esto que un profesor puede dar por válido en un examen que uno de sus alumnos escriba “asín”? Pongo en duda que la solución a no hablar bien sea ésta.

Parece que ya nos hemos cansado de fomentar y premiar la lectura, de construir bibliotecas y ampliar sus fondos bibliográficos. En vez de esto hemos tomado un atajo. Premiamos la incultura desde que amanece hasta que nos acostamos ya no solo en televisión, también en las aulas y en los libros, cuando lo que deberíamos hacer es recompensar a aquellos que cuidan nuestra lengua.

Tal vez sea momento de hacer una pausa, pensar y establecer ciertos límites.

¿Elegir por acuerdo o votación las palabras del diccionario?

Por Pedro Ródenas Ruiz

193595-240-180El pasado viernes 17 de octubre, relacionado con la reciente aparición de la vigésimatercera edición del DRAE, 20Minutos al preguntarle al presidente de la RAE, José Manuel Blecua, cómo se deciden las palabras nuevas que pasan a formar parte del Diccionario y cuáles desaparecen, lacónicamente responde: “No se vota, se llega a un acuerdo”. Y a uno le surge la duda.

Un acuerdo, sea en pleno o en comisión, o, lo que es más difícil, concertar criterios entre ésta y el resto de Academias allende los mares, no deja de ser utópico por la dificultad que supone conseguir un todo en los debates; a no ser que por intereses (vaya Vd. a saber qué) se ceda. Por el contrario, en mi opinión, la votación, es más democrática, determinante y práctica.

Sobre las nuevas entradas referidas a americanismos, extranjerismos, neologismos e incluso –atendiendo a la otra orilla–, españolismos, tiempo habrá para analizarlo, criticarlo o cabrearse, con ojos de diletante lingüista, y compararlo con la edición anterior de 2001, sin olvidar el «Diccionario de dudas» publicado en 2005, cuyo adjetivo panhispánico se debería haber mantenido en el que empieza a ocuparnos.

 

Innecesarios varones

Por Xabier Vila Fernández

En su famosa novela 1984, George Orwell introdujo el concepto de “neolengua”, entendida por él como aquel lenguaje tendenciosamente creado para “solucionar necesidades ideológicas”; es decir, cuya intención es estrictamente política: está orientado a imponer una determinada actitud mental a todo aquel que se vale de sus palabras para expresarse. Lo llamativo es que este autor imaginó semejante tipo de manipulación de la lengua en sociedades totalitarias, por eso debería preocuparnos que, por el contrario, esta esté tan presente en las democracias del siglo XXI.La creación de Adán

El ejemplo que con mayor frecuencia escucho (y leo) en los medios de comunicación y en las aulas universitarias (aunque hay otros muchos), es el empleo deliberado y en exclusividad de la voz varón para aludir a los hombres. Así, se utiliza tanto para referirse a un presunto asesino, como a los muertos en un accidente o a los asistentes a un evento. Y hasta explican los profesores de universidad que “En el siglo XIX los varones trabajaban en las minas, en tanto que las mujeres lo hacían en otras actividades”.

Cualquiera que se moleste en consultar un diccionario de español comprobará que en esta lengua la palabra varón designa a las personas de sexo ―no género― masculino, mientras que su correlativo para mentar al sexo ―no género― femenino es la voz hembra, no la voz mujer. Mujer y hombre son vocablos que denotan no el aspecto biológico de nuestra naturaleza, sino el racional y social. En consecuencia, lo correcto, justo y educado para con quienes nos sentimos hombres además de varones, es que se refieran a nosotros con esa hermosa palabra: hombre, la cual se ajusta más a nuestra identidad y construcción sociales que a nuestra herencia biológica. Lo demás es eso; neolengua.