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Entradas etiquetadas como ‘diabetes’

La nutrición y dietética, ¿una carrera de segunda?

Por Luis Cabañas Alite

Quien me conoce lo sabe. Y quien no, miente o está poco atento. Soy Dietista – Nutricionista. He estudiado la carrera de Nutrición Humana y Dietética. Para quien no sepa quién es este profesional, el resumen rápido es “cuenta-calorías”. Sinceramente, eso es como decir que el cirujano “abre y cierra cuerpos”. Y tengo un problema: me gusta mucho lo que hago.Y es que todos los que hacemos esto (de la dietética, digo) sabemos que nuestra titulación es muy poco conocida, muy poco valorada y, ¿quién no me lo ha dicho alguna vez?, una carrera de segunda (‘Ah, ¿pero es una carrera?’, me dijeron más de una vez).

Una mujer obesa ante una mesa con varios alimentos. (ARCHIVO)

Una mujer obesa ante una mesa con varios alimentos. (ARCHIVO)

¿Tenemos que asumir esto?, ¿somos una carrera ‘de segunda’? Quizá sí. Quizá sí tenemos que asumirlo. Al menos, una parte de nuestros colegas ya lo asume y se vende, o se cambia o se transmuta en otra cosa rara e inconsistente que da hasta lástima.

Pero, ¿y si tienen razón? Al fin y al cabo, seguramente no estemos representados en los equipos que consigan curar el cáncer (oh, ¡el cáncer!). Quizá sí, pero de pasada, claro. Claro. Ya.

‘Asumamos la realidad, colegas (¿cuál es la realidad?)’. Invito a que imaginen una conferencia titulada así: la sala repleta hasta la bandera. Los asistentes, expectantes. El ponente se levanta y empieza su alegato: Los dietistas-nutricionistas sólo pueden participar en el tratamiento de algunas cosas. Y entonces la gente más valiente se alza y responde. ¿Cómo se atreve a decir ‘algunas cosas’?

‘Algunas cosas’ como obesidad y diabetes (estas se las sabe todo el mundo, ¿eh?). También celiaquía, o cualquier intolerancia alimentaria. ¿Alguien dijo fructosa? Vaya. ¿Y consejo en cualquier alergia de origen alimentario?, que no se nos olvide. ¿Y la alimentación en geriatría o en la infancia? O ahora va a resultar que los viejos y los jóvenes no comen o no tienen problemas que puedan tratarse o evitarse en el futuro gracias a la alimentación (haberlos, haylos).

Incluso en hospitales, la figura promueve una mejora en la calidad de vida en Oncología, Pediatría, Medicina Interna, Cirugía,… ¡Y en bastantes enfermedades o estados! ¿Cómo? Pues se disminuye la cantidad de fármaco a proporcionar, la estancia, aumenta el éxito… Y en embarazadas o durante la lactancia y primeros años la alimentación puede ser importante (¿sólo puede?) para prevenir males mayores. Y, bueno, no hablemos de la alimentación en los deportistas, que esta también se la sabe todo el mundo (y que a mí no me acaba).

Y he conocido dietistas-nutricionistas investigadores, divulgadores… (Algunos incluso lo son todo a la vez) e incluso algunos que ‘sólo’ se dedican a tratar con la población general para mejorar su alimentación, su estado anímico (¿o ahora mejorar el aspecto no ayuda?) y, en definitiva, a mejorar su estado de salud futuro. En definitiva, los dietistas- nutricionistas deberían conocerse en la salud o en la enfermedad.

Asumamos la realidad (pero, ¿cuál?). Los dietistas-nutricionistas sólo pueden participar en el tratamiento de algunas cosas. ‘Algunas cosas’. ‘Somos una carrera de segunda’. ¿Somos una carrera de segunda? ¿Somos una profesión de segunda?

 

Trasplantados: jugar con nuestra vida por ser de pueblo

Por Beatriz González Villegas

He presidido la Asociación de Trasplantados de Páncreas desde su creación hasta que dimití el año pasado por cansancio y harta de pelear contra la Administración. Hemos sido la primera y única asociación de pacientes con este tipo de intervención en este país, que de nuevo pasamos a estar sin representación. Los que en España somos trasplantados de páncreas lo hacemos bien por una diabetes (la inmensa mayoría), o bien desde una fibrosis quística. Los diabéticos precisamos un doble trasplante: de páncreas-riñón. Los pacientes con fibrosis quística, un páncreas-pulmón.

Me dirijo a ustedes para explicarles la situación incongruente y anticonstitucional que estamos sufriendo todos los trasplantados de cualquier órgano que vivamos en áreas geográficas donde el hospital que nos corresponda no tenga manera de medirnos los niveles de medicamentos inmunosupresores, ni especialistas que los interpreten.

A modo de ejemplo, les contaré lo que ocurre en la provincia de Sevilla: en Sevilla existen varios hospitales universitarios pertenecientes al SAS: el Hospital Universitario Virgen del Rocío, el Hospital Universitario Virgen Macarena (ambos con el mismo director gerente por eso de la convergencia hospitalaria). Por otro lado tenemos al Hospital Universitario de Valme. Hay otros hospitales como el Hospital La Merced de Osuna. Son un total de seis más, que se entiende que dependen de los tres grandes.

Los trasplantados sobrevivimos gracias a que el estado nos proporciona un órgano donado, una operación de trasplante, y una medicación para que ese órgano pueda sobrevivir dentro de nosotros sin ser rechazado por nuestro propio sistema inmune. Todo esto, gracias a dios, nos lo cubre el sistema nacional de salud (SNS). Una vez que se nos trasplanta volvemos a casa. Se nos insiste muchísimo en la adherencia al tratamiento inmunosupresor, porque nos va la vida en ello. Como no puede haber en cada ciudad un hospital trasplantador, en España se nos trasplanta solo en determinados hospitales, donde luego  pasaremos todas las revisiones. En el caso del trasplante de páncreas-riñón, en Andalucía sólo se realiza este tipo de intervención en los hospitales Carlos Haya (Málaga) y Reina Sofía (Córdoba).

Varios médicos realizando un trasplante. (ARCHIVO)

Varios médicos realizando un trasplante. (ARCHIVO)

Lo que denuncio es que los pacientes que vivimos en zonas rurales, donde no exista un hospital trasplantador (del nuestro o de otro órgano), sobrevivimos en situación desfavorecida porque:

  • Si ingresamos por una afección que afecte al órgano trasplantado nos permiten ingresar en un hospital trasplantador.
  • Si ingresamos por otro tipo de evento, nos lo prohíben.

Volviendo al caso de Sevilla, a los pacientes que vivimos en el Área de Gestión Sanitaria Sur, cuyo hospital universitario de referencia es Valme, no nos permiten ingresar ni en el Virgen del Rocío ni en el Virgen Macarena, salvo que lo hagamos por algo que afecte a nuestro páncreas y/o a nuestro riñón donado.

No denuncio que en Valme no haya Unidad de Gestión Clínica de Nefrología, como ocurre en otros Hospitales Nivel 2 de la Junta de Andalucía, que atienden zonas rurales. Lo que denuncio es que en este tipo de hospitales de pueblo no hay forma de medirnos los niveles de inmunosupresión ni quien los evalúe.

Ejemplificando: si ingreso en Valme por una metrorragia tal que me ocasione anemia, me atenderán con todos sus recursos y toda la humanidad que les caracteriza. Me transfundirán. Me pondrán un dispositivo intrauterino llamado Mirena, porque la otra opción rápida es eliminarme el útero, pero como soy trasplantada, y el riñón lo tengo pegado al útero, descartan esta opción por el riesgo que conlleva… Pues bien, si eso pasase, los niveles de inmunosupresores que me facilitan sobrevivir con mi páncreas y mi riñón injertados variarán, sobre todo teniendo en cuenta que la sangre transfundida viene libre de esos medicamentos y cargada de nuevos anticuerpos. El problema uterino, según gerencia del Virgen del Rocío-Macarena no me afecta lo trasplantado, y me prohíben ingresar en cualquiera de esos dos centros, donde sí existe forma de analizar los niveles, y especialistas (acostumbrados a trabajar con pacientes renales trasplantados) como para interpretarlos y variar la medicación.

¿No es cierto que nuestro SNS habla sobre considerar a los pacientes como el centro de la asistencia clínica? ¿No es cierto que los pacientes, en la literatura médica institucional, somos un todo y no un órgano afectado? ¿No es cierto que el artículo 14 de la Constitución habla de igualdad? Lo mismo estoy equivocada e interpreto estos textos mal porque hoy mismo estoy con una infección grave que me impide ingresar en un hospital como pueda ser el buque insignia de la sanidad andaluza porque no afecta más que a mis dos pies, los mismos pies que me llevarán hasta donde sea necesario para que todos sepan que se está jugando con nuestras vidas solo por ser de pueblo y no vivir a la vera de un gran centro hospitalario.