Por Antonio Francisco Martínez

La ola de calor que estamos sufriendo estos últimos días en nuestra tierra, nos tiene agobiados día y noche, sin tregua para poder descansar. Situación preocupante sin duda, aunque nada comparable con los casi 55 grados de media durante toda la época estival que tiene que soportar el pueblo saharaui, confinado en los campamentos de refugiados de Tindouf, en la parte más dura e inhóspita del desierto del Sahara (la hamada).

Apenas podemos hacernos idea de unas condiciones meteorológicas terribles para niños y niñas saharauis, para las personas mayores etc….Aunque lo peor de todo no son estas condiciones extremas, sino una situación de desesperación arrastrada durante cuarenta años, desde que fueron expulsados de sus casas en el Sahara Occidental, en la costa atlántica, y olvidados por la sociedad internacional en este recóndito rincón del desierto. Cuarenta años de promesas incumplidas y engaños con demasiados. Como cantaba Ismael Serrano, la arena de los relojes sigue haciendo crecer el desierto, asfixiando al pueblo saharaui.