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Hijos de Caín: rockeros y metaleros, anatemizados en este país en pleno siglo XXI

Por Carlos Naranjo

Soy de estética rockera, aunque un tanto más discreto que el tópico; camisetas de grupos o moteras, pelo medio-largo, etc. La cuestión es que el otro día fui a mi super habitual, en el cual llevo medio año dejándome mis dineros a dos compras mensuales, que no es poco. Pues bien, dicho día y aun siendo cliente habitual, de los que tienen la tarjeta del super y esas cosas, la cajera de turno, una señora de mediana edad, me mira de arriba a abajo nada más entrar; lo cual a estas alturas y a mis 36 años ya ni me sorprende pero bueno, sigue siendo igual de desagradable. Al llegar a la caja para pagar mi compra vuelve a su mirada inquisitiva y me pide que me vacíe los bolsillos… Muy educadamente, eso sí, pero hay cosas que aun pidiéndolo con educación suena a ‘disculpa por favor, ¿tendría usted la amabilidad de que me permita pegarle un tiro? Vamos, que escuece. Así que dado el anterior recibimiento y viéndolo venir no puedo evitar una absoluta cara de sorpresa y un ‘bueno, si quieres me bajo los pantalones también, por si acaso…’.

Estupefacto como estaba, y sin mucho tiempo para reaccionar, espero unos días y vuelvo para hablar con la encargada, más calmado. Le cuento toda esta historieta añadiendo que nunca he dado ni problema ni razones para esa actitud, que me gano la vida tan honradamente como cualquiera, que llevo medio año dejándome mis pelas puntualmente y que me conocen de sobra, y que si hubiera sido uC:UsersibarberoPictureshe20001.JPGn ‘señorito’ de chaqueta y corbata o niño bien no me habría tratado de esa manera ni de lejos. De igual manera le comento que si no tienen dispositivo de alarma o agente de seguridad que verifique esas cosas lo que no puede hacerse nunca, nunca, es humillar a una persona y cliente en público, tratándolo como un delincuente simplemente porque no le gustó ni mi cara ni mis pintas. A esto que, en fin, se me atiende más burocráticamente que diligentemente con un ‘disculpe si se le ha ofendido’. Y asunto cerrado. Eso es todo, después de comprar fiel y exclusivamente en dicho establecimiento al que, obviamente, no voy a volver ni yo ni los míos; así se congele el infierno si alguna vez vuelvo a pasar siquiera por delante.

Y ahora, la reflexión. ¿Tan poco han cambiado las cosas? ¿Sigue habiendo aún tanto paleto de botijo y tanta escasa cultura en este país como para ser aun condenado y maldito como a un canalla simplemente por no llevar corbata ni escuchar al Bisbal o lo que se supone que hace la gente ‘normal’? ¿O es que no tienen ni idea de que precisamente en nuestra comunidad hay médicos, abogados, empresarios, licenciados en música histórica -yo, por ejemplo-, en historia o filología, en imagen y sonido y gente, por lo general de un perfil cultural y educación medio-alto? No, creo que aún no lo saben, pero ante esta triste ignorancia y discriminación siempre nos quedará ser lo que siempre hemos sido y con mucho orgullo: Hijos de Caín.

PD: Afortunadamente, la otra mitad de este país sigue siendo razonable. Mis saludos al resto del personal, con quien no he tenido problema alguno.