Tu blog Tu blog

Este es tu altavoz

Entradas etiquetadas como ‘cuidadores’

Septiembre, mes del Alzheimer

Recuerdo haberlo olvidado

Por Javier Urra

Malo es vivir sin recordar, pero peor vivir olvidado por todos. La vida tiene mucho de despedida, de alejamiento. Morimos cada vez que muere un ser querido. Somos memoria y olvido. Somos afectos, ternuras entrañables.

Más allá del lenguaje, de la comprensión, están los sentimientos compartidos. Personas que por serlo mantienen su dignidad humana. Familiares y profesionales, o el amor y el deber. La vocación y la ética. Las babas, las cacas, los gritos, no son iguales en un bebé que en un anciano.

Y sin embargo cómo agradecen los mayores, una cálida caricia, el con-tacto, el piel con piel. El cuidador precisa de una soledad acompañada para no ser atrapado por un agotamiento depresivo.

Una enferma de alzhéimer, en silla de ruedas. (ARCHIVO)

Una enferma de alzhéimer, en silla de ruedas. (ARCHIVO)

Alzhéimer, demencias seniles, deterioro, o cómo captar lo que nos aporta con una sonrisa, a veces interior. Literalmente pacientes que dependen también de la sociedad y el Estado que la representa. ¿Se entiende que para ser explorado por juez y médico forense sea el paciente el que se desplace?

Mi madre lleva más de dos años en una residencia, les he cogido cariño, son celosas de los besos y atenciones. A veces les leo el periódico, un día una señora me dijo: “¿lo de Urdangarin mal, eh?”

Hablo con los cuidadores, en general reina la ternura. Ternura, mucho más que una palabra. Acompañamiento, mucho más que un acto. Cuando voy a verla me pongo el reloj de mi padre, nos reúne y reconforta.

Dirijo un centro donde residen noventa y cinco jóvenes que de una u otra manera agreden a sus padres. El otro día los reuní y pregunté: “en la residencia de mi madre donde todos están afectados de demencia senil o de alzhéimer; ¿cuál es la palabra que más se oye?, se hizo un silencio.

Les contesté: ¡madre! y me fui.

En las residencias de ancianos sin memoria, allí donde el tiempo se desvanece, escuchar a un bebé llorar, te alegra. Y es que la experiencia profunda del ser humano es la soledad y el amor.