Por I. G. M.
Hay una costumbre en cualquier debate que se puede escuchar en plazas; bares, redes sociales y, a veces, en parlamentos, que hace que él mismo deje de ser limpio y se convierta en un debate tramposo: argumentar que una excepción justifica el hecho de cometer una injusticia.
Se pueden poner bastantes ejemplos:
No se puede ayudar más a los parados porque hay algunos que tienen mucha cara y aprovecharían para vivir a costa de todos nosotros. Hay que privatizar los servicios públicos porque hay algunos funcionarios que no dan palo al agua. La sanidad pública no debe atender a los inmigrantes porque hay algunos que vienen a hacer turismo sanitario. No se puede ayudar a los desahuciados porque hay algunos a los que les ha ocurrido porque no quieren trabajar y se aprovechan. Hay que hacer pagar las medicinas a los abuelos porque hay algunos que las piden sin control, y acumulan muchas en su casa.
El último de estos ejemplos se viene escuchando durante estos días: No hay que dejar entrar a los refugiados a Europa porque entre ellos hay algunos terroristas del ISIS. Esta forma de verlo, mezclada con el miedo, puede ser, sin duda, un generador de odio; no hacia algunos terroristas, sino hacia todos los refugiados. Cada persona construye su opinión como quiere, pero sólo hago una observación; es curioso ver que estos argumentos suelen perjudicar a los que menos tienen y suelen ser lanzados (directa o indirectamente) por los responsables de impedir que estas excepciones se produzcan.