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Entradas etiquetadas como ‘cómico’

«El hombre de tu vida» defiende el error de que el fin justifica los medios

Por Clemente Ferrer

El humorista y actor, José Mota (TVE).

El humorista y actor, José Mota (TVE).

La serie El hombre de tu vida, emitida por TVE1 los jueves a las 22.15 no consigue situarse en ninguno de los rankings de las revistas especializadas en televisión, a pesar de la aceptación del público.

La serie no es ni tan blanca ni tan familiar, ya que defiende que el fin puede justificar los medios. Tampoco es familiar, ya que la enfermiza relación que mantiene la hermana del protagonista con un hombre casado lleva al desencanto del espectador.

Lo que sucede con El hombre de tu vida es que es simple. Es fácil de entender por su escaso nivel en los guiones y por mostrar unas tramas en las que no entra en juego el pensamiento humano. Se intercalan escenas animadas que refuerzan la idea de una historia sin relevancia moral.

En este contexto no extrañan las reacciones y las resoluciones más engañosas que ocurrentes y, el espectador asiste desprevenido al hecho de que en esta serie las mujeres siempre salen malparadas. El hombre de tu vida no pasa de ser una comedia sin pretensiones; lo cual es una lástima, porque la idea original es buena.

Por otro lado, también sorprende que el papel protagonista haya recaído en el humorista superviviente de Cruz y Raya. Está claro que la cadena pretendía mantener a los fans de Mota en esta nueva versión de sí mismo, pero el problema es que ni Hugo Bermúdez ni su historia se alejan lo suficiente para desterrar de la memoria del espectador cualquiera de los mil personajes que ha encarnado el polifacético actor. Como consecuencia no nos implicamos en el drama.

El elenco de secundarios es de lo mejor y duele no verles en un papel donde se puedan lucir. Sin embargo, cumplen con su cometido. Si Paco Tous se mete a cura debería hacer trabajo de documentación y saberse las parábolas o, al menos, las que utiliza para los sermones.

Al final, El hombre de tu vida se deja ver y con el tiempo quizá mejore. No obstante, tras el escaso éxito en su estreno, en mi opinión, tendrá un futuro corto.

El humor y la libertad de expresión

Por Antón Fernández Rodríguez

Cuando mataron a los periodistas de Charlie Hebdo se abrió un debate sobre los límites del humor y de la libertad de expresión. Pero claro, con esos terribles asesinatos tan recientes, ¿cómo se puede pensar con claridad ante la barbarie? Sin embargo, todos los cómicos sabemos que el humor tiene unos límites. Existe una delgada línea entre lo correcto y lo que ofende, y por ella debe caminar el humorista, como un funanbulista, si es demasiado correcto no hará gracia pero si se pasa se volverá ofensivo y tampoco hará reír.

¿Se puede caminar por esa delgada línea y ser libre? Sí, se puede. Por poner un ejemplo: mi clown es un personaje, un militar que entre otros atributos es un racista. ¿Cómo se puede ser racista sin ofender a nadie? Se puede. El humor ha de ser absurdo, el racismo es absurdo; mi clown es racista con los gallegos (mi madre es gallega) con los andaluces y con los de Burgos pero jamás le permitiría (al clown le presta su voz y su cuerpo el actor) que lo fuera con alguien de quien se pudiera dudar que todo es una parodia y una broma.

(Eneko)

(Eneko)

Cuando una broma ofende deja de ser una broma o al menos es una broma que no tiene gracia. La libertad de expresión o de creación, para el caso me da lo mismo, no nos da derecho a ofender a nadie. Alguien podría decir: ¡Sí, pero a veces lo que a algunos ofende a otros les hace reír! A lo que yo le respondería: Es cierto, ése es el humor que hacen los niños cuando se burlan de otro, el humor de los niños puede ser muy cruel. Se les perdona porque son niños y no saben lo que hacen. De un adulto y más si es un profesional del humor espero otra cosa. He visto estos días una broma con la foto (que no voy a reproducir) de un niño muerto en la playa, y no solo me ha parecido de mal gusto sino que me ha herido profundamente. Suaves amigos, las palabras son afiladas espadas, vigilemos nuestras palabras.