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Entradas etiquetadas como ‘brotes verdes’

El futuro del paro: los políticos deberían trabajar en vez de contarnos milongas

Por César Moya Villasante

Un grupo de parados haciendo cola en una oficina del INEM (EFE).

Un grupo de parados haciendo cola en una oficina del INEM (EFE).

Vemos que en Francia se toman medidas de emergencia ante el aumento del paro. Aquí nada se dice con el mismo problema todavía más grave, porque dicen que se está creando empleo. Bueno, ellos le llaman empleo.

Yo no llamo empleo a un trabajo que no te da ni para vivir con independencia. Pero hay un problema aún peor: la revolución tecnológica que reducirá el número de puestos de trabajo de las personas en proporciones elevadísimas.

Si ese es el futuro, alguien debería estar pensando que el sistema económico liberal ya no vale. Porque alguien deberá contarnos cómo se podrá vivir sin ingresos nacidos exclusivamente de nuestro trabajo. Los políticos, en este sentido, deberían alguna vez practicar su oficio en vez de estar contándonos milongas, que no es más un género musical argentino.

 

SOS: Quiero seguir luchando

Por A. M.

Si mañana me quitara la vida por desesperación, todos mis vecinos y allegados se echarían las manos a la cabeza, llorarían por mí, por mis hijas, dirían que no sabían lo mal que estaba, que no sabían que mi situación “era para tanto”. Que aunque soy una mujer divorciada, tenía la ayuda de mi familia.

—Pobrecilla—, dirían. —Cuánto ha debido sufrir—.

Varios desempleados esperando la apertura de la oficina de empleo (Jorge París).

Varios desempleados esperando la apertura de la oficina de empleo (Jorge París).

Pues el caso es que sí lo saben, porque yo no me callo. Cuando me preguntan cómo estoy, digo que mal, que no tengo trabajo y no hay vistas de tenerlo. Y todos dicen lo mismo: es que la cosa está muy mal, pero va a empezar a mejorar, mi hermano también está así, o mi primo, o mi amiga. Por eso ya nadie me habla apenas, y a eso se une la poca o nula vida social que tengo porque no puedo pagar ni una cerveza.

—Vente el domingo a echar un rato a la plaza del Salvador, unas cervecitas—.
—Claro, digo, igual me paso—. Mentira, ni siquiera puedo coger el autobús que me lleva al centro.
Otros me dicen que me reinvente, que haga otras cosas. Si no puedo a veces ni comprar huevos para hacer tortillas para cenar, ¿cómo voy a pagar una matrícula o curso o taller?

No, la gente no sabe, no quiere saber. Algunos familiares hasta creen que la culpa es mía, —algo tendrás que hacer, tienes que empezar a moverte—.
—Mi hijo ha encontrado trabajo en tal comercio—. Su hijo ha encontrado trabajo porque a alguien le dio pena. Pero ni siquiera he tenido esa suerte. Y no sé qué hacer. Quiero seguir luchando, me inscribo en miles de ofertas diarias, me descartan diariamente, he intentado cambiar de ciudad, he intentado vender lo que sea. Pero no. No salgo. ¿Qué le debo a la sociedad para que me hagan caso? Tengo 36 años, estoy desperdiciando mis mejores años laborales. ¿De verdad que no hay un trabajo para mí? ¿No lo hay?

He trabajado durante más de diez años, tengo estudios, he hecho todo lo que el país espera de un ciudadano, ¿qué es lo que les pasa a las empresas y empresarios? ¿Por qué mis vecinos y contactos no me ayudan? Luego dirán: si lo hubiese sabido podría haber hablado con este u otro amigo. Mentira. Lo digo en vida: por favor, ayúdenme, quiero trabajar, volver a sonreír, tener la nevera llena y pagar al banco a tiempo sin que me llamen diez veces al día. Quiero poder pagar las excursiones de mis hijas y llevarlas al cine de vez en cuando. Comprar ropa cuando se les queda pequeña. Quiero vivir.
S.O.S.

Los brotes verdes según quien los mire

Por María Martínez

Imagen de un empleado en su puesto de trabajo. (GTRESONLINE)

Imagen de un empleado en su puesto de trabajo. (GTRES)

Llevo 2 años en paro, en el mes de marzo y a través de un conocido encontré un trabajo en el aeropuerto de Málaga, en una empresa de alquiler de coches con las siguientes condiciones:

Jornadas de 12 horas en adelante.
Cotizas sólo por 20 horas semanales.
– El resto hasta las 40 horas semanales, obviamente en negro.
Las horas que haces de más, es decir a partir de las nueve horas, 8 de trabajo y una para comer, no las cobras.
– Si hay algún problema con los coches, se pierde algún mando, etc…, nos lo descuentan a los empleados…
– Y por supuesto, el quedarte todas esas horas, es obligatorio, de lo contrario el dueño de la empresa te dice que no vales para esta empresa y que no vengas mañana.

Obviamente, si denunciamos, corremos el riesgo de que 23 personas se vayan a la calle y vuelvan al paro, con el agravante de que este tipo de empresarios vuelvan a abrir otra empresa a los pocos meses y mantengan a toda su plantilla en las mismas condiciones o peores.

Y estos son los brotes verdes con los que nos engañan nuestros gobernantes, derechos perdidos por su reforma laboral bestial, dinero en negro que no va a parar a las arcas de la Seguridad Social ni a Hacienda y trabajadores ‘casi’ esclavos que si denuncian se van a la calle…

La obligación de «acordarse» de los ciudadanos

Por Ángel Villegas

Mensaje de Navidad de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. (AYUNTAMIENTO DE MADRID)

Mensaje de Navidad de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. (AYUNTAMIENTO DE MADRID)

¡Feliz año nuevo!, nos desean las eléctricas que nos hacen pagar la luz más cara que en Alemania, aunque el salario mínimo establecido recientemente para los alemanes triplique el salario mínimo español. ¡Feliz año nuevo!, nos dicen los que ponen el precio de la gasolina como les place, a su antojo y en virtud de que haya un «puente» o vayamos a entrar en las vacaciones de verano.

Y así sucesivamente, desde la más alta institución a presidentes de Comunidades Autónomas o alcaldes, que se creen en la obligación de «acordarse» de los ciudadanos en días tan señalados. Y los ciudadanos, hartos de tanta palabra vana, de tanto charlatán de feria, de tanto zumbido de moscas en sus oídos, los ignoran o se mofan de sus huecas palabras, de su letanía repetida año tras año, tan falsa como inútil. Porque ya nadie cree nada; porque sabemos que las cosas van de mal en peor; porque se nos recorta todo; porque cada vez hay más personas en el umbral de la pobreza; porque la corrupción es como el caballo de Atila, que lo arrasa todo; porque los corruptos no devuelven un céntimo, aunque sean condenados; porque las libertades se restringen; porque no te dejan ni el derecho al pataleo; porque mienten con una frialdad que pasma.

¡Feliz año nuevo!, ingenuos ciudadanos de un país que lleva oyendo hablar de brotes verdes, o de luz al final del túnel, desde hace cinco años, mientras se empobrecen (mejor, los empobrecen) día a día.

¡Feliz año nuevo!, pueblo que piensa que la democracia consiste en votar una vez cada cuatro años, y que las elecciones ganadas son patente de corso para el ganador.